1 ...8 9 10 12 13 14 ...41 1.3.2.3 Exigencias de la complejidad
Los autores citados anteriormente, Rojas-Vera y Arape (1994: 64-80), también han diseñado el paradigma de la poscomunicación como respuesta a la complejidad que presentan la comunicación y la sociedad en la que se enmarca y cuyos ejes fundamentales son:
1) la valoración del cambio acelerado de todo y, en especial, del mundo de la comunicación; 2) el papel preponderante de la información y la comunicación, y su conocimiento científico, para la construcción de la sociedad del siglo XXI; 3) la crisis de las fronteras comunicacionales; 4) la nueva esperanza del mundo comunicacional y 5) el creciente déficit conceptual para entender las nuevas realidades.
Partiendo de esos supuestos, pueden extraerse algunas pautas importantes para analizar e interpretar de forma adecuada la realidad comunicativa tal como enumeraremos a continuación.
La aceptación de la complejidad de los fenómenos comunicacionales y, por tanto, de los respectivos paradigmas explicativos, asumiendo, como correlato, la necesidad de la interdisciplinariedad o transdisciplinariedad en estos términos. En efecto, el gran tema de las comunicaciones, desde el sentido humano al social, desde lo técnico a lo estratégico, exige abordajes más allá de lo interdisciplinario, conduciéndonos hacia la transdisciplinariedad. Lo cual representa un reto para científicos y estudiosos de la comunicación centrados en modelos comunicacionales industriales o informacionales.
La creación de nuevos conceptos, nuevos términos para nombrar los nuevos fenómenos comunicativos y, de esa manera, superar el déficit conceptual, puesto que:
No existen tantos conceptos claros para interpretar y entender lo que puede estar sucediendo. En realidad, la situación no es tan fácil como para reducirla a modelos operativos. La sociedad preinformacional tiende a simplificar el tema de sociedad de la información a sociedad informatizada, precisamente por existir un déficit conceptual.
1.3.2.4 Ciencia, tecnologías y comunicación
Como hemos señalado reiteradamente en este trabajo, un factor especialmente relevante e importante para definir la complejidad de los fenómenos comunicativos es el componente tecnológico de la producción comunicativa e informativa. Es cierto que caben diferentes interpretaciones sobre el papel que se les asigna en la conformación de los productos, en el conjunto del proceso de producción, circulación y recepción e incluso en la explicación de la evolución de la sociedad, pero hoy en día no podemos limitar la valoración de las tecnologías al ámbito infraestructural o de soporte de la dinámica comunicativa, puesto que la mayoría de los especialistas están de acuerdo en que el factor tecnológico (la informatización, la digitalización y los artefactos de la realidad virtual) es un elemento constitutivo de los productos comunicativos en cuanto a su producción y percepción (Gubern, 1996) y, por lo mismo, ha de ser considerado elemento indispensable de su definición.
Las nuevas teorías de la comunicación, por consiguiente, están obligadas a conceder a las tecnologías un papel imprescindible en la delimitación del objeto y en los procesos de investigación y, para ello, a nuestro parecer, es preciso incidir en este trabajo en las aportaciones que la filosofía de la tecnología puede aportar a la planificación y formulación de una teoría compleja de la comunicación, puesto que, por otra parte, es uno de los ámbitos que, hasta el momento, los teóricos de la comunicación han relegado normalmente. Como afirma J. Echeverría (2000: 249):
Tanto los sociólogos de la ciencia como los filósofos de la ciencia han comenzado a hablar de tecnociencia en los últimos años, rompiendo la separación tradicional entre ciencia y tecnología. En la medida en que los filósofos, los sociólogos y los historiadores estudian la ciencia contemporánea, y no sólo la ciencia moderna, la componente tecnológica de la actividad científica resulta inexorable.
Las acotaciones que presentamos a continuación, no obstante, han de entenderse como una propuesta de trabajo y no como una formulación de un paradigma científico. Por ese motivo, centraremos la atención en aquellas cuestiones que los filósofos de la ciencia y de la tecnología consideran fundamentales para delimitar ese ámbito del saber, para marcar los pasos de la dinámica investigadora y asumir algunas de las posibles implicaciones que la integración de la tecnociencia tendrán en la formulación de los nuevos paradigmas que pretendan afrontar la comunicación desde la complejidad. En palabras de Castells (1998: 360):
Sin examinar la transformación de las culturas en el nuevo sistema de comunicación electrónico, el análisis general de la sociedad de la información fallaría por su base. Por fortuna, aunque haya discontinuidad tecnológica, existe en la historia una gran continuidad social que permite el análisis de las tendencias mediante la observación de las que han preparado la formación del nuevo sistema durante las dos últimas décadas.
La bibliografía sobre esta nueva perspectiva científica comienza a ser, también en nuestro país, muy abundante (López Cerezo y Sánchez Ron, 2001; Broncano, 2000; Quintanilla, 1989, 2000; González, López Cerezo y Luján, 1997; Medina, 1989; Muguerza y Cerezo, 2000) y está adquiriendo un elevado grado de especialización en torno a los diversos aspectos y cuestiones objeto de su preocupación. Nuestro interés, dentro de los límites de este trabajo, se reduce únicamente a plantear la exigencia y necesidad de recurrir a esta disciplina como requisito de la adecuación y eficacia de los paradigmas comunicativos y, por eso mismo, nos limitaremos a subrayar algunas cuestiones básicas.
Teniendo en cuenta ese diagnóstico, es evidente que el cambio acaecido en el contexto externalista puede servir para justificar la aparición de un nuevo paradigma en el ámbito de la comunicación, más aún cuando la relación entre comunicación y sociedad quizás sea la clave para entender esta nueva sociedad y que, por lo tanto, obligue a replantear tanto la definición de la comunicación e información como la delimitación de la propia sociedad contemporánea dado que la nueva comunicación se ha convertido en el soporte indispensable de la globalización que, con todas sus ventajas e inconvenientes, parece ser su característica más relevante.
Junto a esos cambios coyunturales de la sociedad, es preciso resaltar también la evolución que ha tenido lugar en el contexto científico que hace referencia al conjunto de las ciencias y de la investigación científica y, como ya hemos anotado, a ciertos aspectos relacionados con la filosofía de la ciencia y de la epistemología como pueden ser: el concepto de ciencia, el estatuto y clasificación de las ciencias, el proceso de investigación, el papel del investigador, que tiene que ver, entre otras cosas, con la integración de la tecnología dentro del ámbito de la teoría científica.
Llámese cambio o revolución científica, es evidente que las teorías o paradigmas que pretendan estudiar la comunicación de una forma adecuada y coherente no pueden prescindir ni de los condicionantes o determinaciones que impone la naturaleza del objeto, la realidad comunicativa actual, ni el bagaje epistemológico vigente en el ámbito de la comunidad científica internacional. Por esta razón, y a modo de sugerencia, concluiremos el trabajo sugiriendo algunas pautas para desarrollar investigaciones parciales o globales en el campo de la comunicación.
El postulado de la complejidad del objeto ha de ser, sin duda, un requisito ineludible y así lo han entendido los investigadores que han formulado y desarrollado paradigmas como la Sociosemiótica, la Economía Política de la Comunicación o los Estudios Culturales. No obstante, por razones fácilmente comprensibles si se estudian los objetivos de dichas teorías y las delimitaciones del objeto de investigación que proponen, no han cumplido con todas las exigencias que impone la complejidad de los hechos comunicativos y que supone considerar el conjunto de dimensiones que conforman su naturaleza.
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