Esa era la línea de pensamiento reaccionario que mantenía don Manuel Polo y Peyrolón en las clases por las que pasaron José y Carlos Gaos junto a sus amigos Max Aub y José Medina Echeverría en los años finales de su carrera, ya que murió en 1918 y fue sustituido por don José Feo Cremades, profesor auxiliar de Letras y habilitado del Instituto Luis Vives. Un hombre de errática trayectoria política –perteneció al Partido Carlista, al Conservador Monárquico, al Republicano Radical de Lerroux y a Esquerra Republicana– y de muy escasos saberes filosóficos, al que con frecuencia los alumnos tomaban a pitorreo. 29José Gaos no le tenía mucho respeto a juzgar por la descripción que nos dejó de él: «era un gordo realmente feo, un abogado mediocre y un profesor de filosofía, no digo filósofo, nulo». 30
Pero los Gaos y Max Aub –si atendemos a los años en los que estudiaron en el Instituto Luis Vives– también pudieron tener otros profesores vinculados al blasquismo, de signo ideológico totalmente contrario y de mayor valía profesional, como el krausista Saturnino Milego, que se jubiló en 1918, o el republicano y anticlerical Anselmo Arenas, catedrático de Historia, jubilado en 1920. Los claustros del instituto no eran una balsa de aceite en aquel tiempo. Las disputas y los enfrentamientos ideológicos –trasunto de los que se vivían en la sociedad del momento– alcanzaban gran virulencia, tal como ha quedado constancia en el libro de actas de los claustros de muchos institutos. Con toda seguridad, los Gaos asistieron también a las clases de otro catedrático, Ambrosio Huici Miranda, fundador del Partido de Izquierda Republicana en Valencia, junto al doctor Peset Aleixandre, y a las del catedrático de Filosofía Joaquín Álvarez Pastor. Un alumno del Instituto Luis Vives en esos años, Juan Renau, amigo de Ángel Gaos y con el que compartió militancia en el Partido Comunista, decía de Ambrosio Huici que era un «ex jesuita, ex misionero y casi ex vasco, puesto que llevaba muchos años viviendo en Valencia». 31Además de todas esas cosas (menos lo de vasco, que no lo era, pues era navarro, de Huarte), era especialista en lenguas orientales, latinista y arabista de prestigio que desarrolló después de la guerra una gran labor de investigación histórica en colaboración con el medievalista Antonio Ubieto.
Ambrosio Huici Miranda debió de ser en las décadas de los años veinte y treinta del pasado siglo un personaje muy conocido en Valencia por su doble dedicación docente y mercantil. Era catedrático de Latín en el instituto desde 1912 y, al mismo tiempo, regentaba la librería Maraguat, que con más de veinte trabajadores en plantilla era la más importante de la ciudad. Dado que por edad era contemporáneo del padre de los Gaos y, además, se movía en los mismos círculos políticos y sociales, es de suponer que fuera una persona muy próxima a la familia. Algunos miembros de la familia Gaos tenían cuenta de crédito abierta en su librería, que después de la guerra fue incautada por el Tribunal Superior de Responsabilidades Políticas de Valencia. 32En la novela La gallina ciega –escrita durante la primera vista de Max Aub a España en 1969–, el autor cuenta que un día en que paseaba por la ciudad decidió entrar en la librería Maraguat de la plaza del «Caudillo» y preguntar por don Ambrosio Huici, que había sido su profesor de Latín y también su amigo. Le contestó la cajera, «rozando lo grosero», que no iba por allí. 33Desde su salida de la cárcel con 61 años, en marzo de 1941, despojado para siempre de su condición de catedrático, no había vuelto a trabajar en la librería. Había estado preso dos años, desde abril de 1939 hasta marzo de 1941, 34y cuando por fin fue excarcelado tampoco retornó a su cátedra de Latín en el Instituto Luis Vives, ya que había sido sancionado con la separación forzosa de la enseñanza, la máxima pena en la depuración docente. 35La librería la había dejado en manos de su hermano Vicente y él prefería refugiarse en el trabajo intelectual, alejado de toda institución académica y partiendo de cero, pues su biblioteca personal y su archivo habían sido destruidos por los falangistas exaltados en 1939. 36
Con estos mimbres, los hermanos Gaos, José y Carlos, y sus amigos Max Aub y José Medina Echeverría, se puede decir que recibieron una formación muy dispar en lo ideológico en sus últimos cursos de Bachillerato y, en algunas materias, bastante pobre, pero por suerte supieron suplir estas carencias con voluntad autodidacta. Entre 1915 y 1919, los cuatro amigos desarrollaron por su cuenta una gran actividad intelectual. Max Aub dice que juntos formaron en «aquellos muy lejanos años un grupo –tal vez el único en Valencia– que sabía de lo estricto contemporáneo». Leían libros y prensa en español y en francés (la revista España , la Nouvelle Revue Française y el recién aparecido periódico El Sol ) y escribían poesía y teatro. Carlos escribía poemas siguiendo la estela del poeta francés Émile Verhaeren. Su poesía optimista era una declaración de fe en el futuro de Europa que compartían con entusiasmo muchos jóvenes en esos años, totalmente ajenos a las grandes tragedias que se avecinaban. 37José Gaos escribió en ese tiempo una obra de teatro que se desarrollaba en Asturias, en la casa familiar donde había pasado la infancia, y que tituló La casa de las tías . Estaba muy orgulloso, dice Max Aub, de que Pérez de Ayala –en esa época todos devoraban sus obras– hubiera pretendido a una de sus tías. Los cuatro amigos leyeron de manera precoz en esos años del Bachillerato mucha poesía, teatro, narrativa y toda la literatura, en general, a la que pudieron tener acceso. José, que era dos años mayor que los demás y ya tenía acumuladas algunas lecturas de juventud y hasta de infancia –había leído el Quijote con 8 años y con 15 lo volvió a leer–, era el líder del grupo. Max Aub, de hecho, lo consideraba su maestro: «Me dio a leer a Windelband, a Taine, a Renan, a Ortega, a Ramón Gómez de la Serna, a Proust…». Cada tarde acudían juntos al puesto de libros de la Estación del Norte para ver las novedades que solían llegar allí un día antes que a la librería Maraguat. Buscaban novelas de Baroja, de Azorín, de Unamuno (aunque los artículos de este último los leían dos veces por semana en El Mercantil Valenciano ). 38
La aportación de los profesores de Filosofía con los que estudiaron los Gaos mayores en el Instituto Luis Vives no fue decisiva en sus carreras. José Gaos, en su vocación filosófica, fue también un autodidacta, y aseguraba que si había una obra –que leyó dos veces, primero en Asturias y después en el verano de 1915 en Valencia– que le había marcado definitivamente el camino, esta era la Filosofía elemental de Jaime Balmes. Para los hermanos Gaos más jóvenes las influencias posiblemente fueron distintas. Ellos muy bien pudieron tener otros catedráticos de Filosofía. Tal como ya hemos mencionado con anterioridad, antes de la Ley de Congregaciones Religiosas de 1933, que prohibió la enseñanza en los colegios religiosos, muchos alumnos estudiaban en sus aulas, pero obligatoriamente se tenían que examinar en el Luis Vives frente a un tribunal si querían obtener el título de Bachiller Superior y pasar a la Universidad. Juan Renau, compañero de Ángel Gaos (ocho años menor que su hermano José), cuenta su experiencia con el catedrático de Filosofía del Luis Vives Joaquín Álvarez Pastor:
Tenía fama horrenda de «tragacuras» y de mala leche. Menguado de estatura, los hombros apenas sobresalían de la mesa, como dispuesto a saltar sobre la víctima. […] Después de preguntarme en qué colegio estudiaba plantó un dedo insignificante en un renglón: «El origen del hombre. Teorías sobre este punto». Me embalé de carrerilla con el creacionismo, Adán y Eva, etc. Me dejó hablar […] y dijo arrastrando las palabras:
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