Margarita Ibáñez Tarín - Los Gaos. El sueño republicano

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En un hotel de Vernet les Bains, en los Pirineos orientales franceses, la noche del 10 de octubre de 1939 fallece por causas poco claras José Gaos Berea, padre de los hermanos Gaos, notario y librepensador, que era, según Max Aub, «el auténtico genio de la familia». Había llegado hasta allí como refugiado político huyendo de la represión franquista. Así arranca una apasionante investigación sobre los Gaos, una familia de la burguesía ilustrada, plenamente identificada con los ideales republicanos, que padeció de forma implacable la fractura que causó la Guerra Civil en Valencia. No es corriente que en un mismo grupo familiar coincidan nueve hermanos (José, Carlos, María, Alejandro, Ángel, Ignacio, Vicente, Fernando y Lola) con tanta predisposición hacia la filosofía, la poesía, la música, el teatro, el cine y el arte, en general, y con tanto protagonismo político como tuvieron los Gaos en los años de la Segunda República y la guerra en Valencia. Con la derrota republicana, la mitad de los hermanos tuvieron que exiliarse a México. Su historia es el testimonio de una familia rota por la victoria franquista que nos obliga a reflexionar sobre los peligros de la desmemoria en el momento actual.

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En su familia, como también en la mía, la afición a la música era extraordinaria. Mi padre y algunos de mis numerosos hermanos tocaban discretamente el piano, y en mi casa nos eran a todos conocidos, no solo los nombres de los grandes maestros clásicos y modernos ya consagrados, sino incluso los nuevos valores que empezaban a despuntar.

Menudeaban las discusiones sobre temas musicales, los recitales íntimos y las visitas de los concertistas y compositores amigos. Tal vez en una de esas visitas conocí a Palau. En mi primer libro de poesía Sauces imaginarios , publicado en 1931, aparece un poemita dedicado a él, como testimonio de estimación y simpatía. 39

Todos los hermanos disfrutaban con la música. En sus años de exilio en Ciudad de México, en los conciertos de la Orquesta Sinfónica Nacional en el palacio de Bellas Artes –siempre muy concurridos, con personajes como Diego Rivera, Frida Kalho o Leon Trotski en los primeros años cuarenta–, no era raro ver los domingos a José Gaos, sin compañía, en su butaca abonada del segundo piso. 40Según su hija Ángeles Gaos, «en la temporada de la Sinfónica, eran obligados los viernes en Bellas Artes. Wagner y Debussy eran sus preferidos. En casa por supuesto, no se oía más que música clásica». 41Para el filósofo,

en la música de gran arte no hay más que cuatro estilos bien característicos […]: los de Bach, Beethoven, Chopin y Debussy. Los demás suenan más o menos a ellos o entre ellos, que así resultan típicos o cacofónicos (Schönberg, Bartok, Shostakovich). Haría falta añadir uno para el ritmo ruso, Stravinski, si no estuviese en el penúltimo tiempo del cuarteto XIV de Bethoven.

Y es que José Gaos consideraba esta última obra de Bethoven «la cima de toda la música de la humanidad, particularmente el movimiento final». 42

También su hermano Alejandro gozaba, siempre que podía, yendo a la ópera. Decía con el buen criterio de alguien que había escuchado cantar a muchos barítonos, sopranos, mezzosopranos y demás vocalistas, que

óperas hay malas y buenas, como en todo; mas la voz humana cuando es realmente hermosa y se alía con la música, aunque ésta no sea excelente –y muchas veces lo es–, y aunque se digan tonterías –y algunas veces se dicen–, resulta algo sugestivo y cautivador, que ya los griegos, que sabían mucho de estas cosas, la estimaban artísticamente muchísimo. 43

Alejandro consideraba a Bach el mejor compositor en sus años de madurez. Cuando su hija Sacra manifestaba que prefería a Bethoven, le decía siempre: «cuando seas mayor te gustará Bach». 44

Es muy posible que la facilidad que tenían los Gaos para la música los condujera también al disfrute común de la poesía. Max Aub, así lo veía. Se lamentaba de no haber tenido oído de ninguna clase: «he oído horas, años, música, para ver si aprendía. Ha sido el fracaso más doloroso de mi vida. No soy poeta, tal vez por eso». 45La música fue, junto con la literatura, en especial la poesía, y la política, una de las más notables señas de identidad de los Gaos. José Moreno Villa se asombraba de que todos los hermanos fueran hombres interesados por las artes en general: «Pues Señor…, es el cuarto Gaos que conozco; y todos hombres de espíritu. Esto no se da frecuentemente en las familias; los hermanos Gaos constituyen un caso; hay que pensar en él y decírselo a los que se interesen por estas cosas». 46Eduardo Haro Tecglen comparaba a los Gaos con otras

grandes familias republicanas, de librepensadores: los Pidal, los Gómez Moreno, los De los Ríos, los Ortega, los Azcárate… Los Gaos. Lo daba la ideología: la transfusión, la obligación de transmitir y difundir en el entorno una forma incómoda y prohibida de pensamiento; no había bienes, no había intereses que mandar, pero sí ideas. Otra forma de aristocracia. 47

Francisco Umbral buscaba las semejanzas en otra familia muy conocida de la época, los Panero, y concluía en un artículo que dedicó a su amiga, la actriz Lola Gaos: 48

Los Gaos son una familia española, una familia cualquiera, como los Panero de El desencanto , sólo que no han encontrado su Chávarri, una familia de famosos, pero la fama es una cosa que se deja en el perchero, al entrar. […] Los Gaos son / han sido una familia española de clase media de izquierdas, una gente ilustrada y luchadora. […] Los Gaos, metáfora / ejemplo de tanta burguesía ilustrada española como Franco redujo a mortadela intelectual. Ni geniales ni mediocres: necesarios.

En la casa de los Gaos se respiraba una atmósfera inmersa en «las llamas de la música, de la poesía, del pensamiento, de la polémica, que sintieron y sembraron su padre, sus hermanos, ella misma. Piano y libros eran elementos predominantes en aquella conjunción hogareña, un poco bohemia, mas siempre estudiosa e inquieta, artística, de la familia Gaos», según rememoraba Fernando Dicenta de Vera en un artículo que escribió con motivo de una gira teatral que llevó a Lola Gaos a Valencia en los años setenta. 49La poesía fue uno de los gustos primeros y más constantes de José Gaos, según su biógrafa Vera Yamuni, pero no solo lo fue del hermano mayor, todos los Gaos eran grandes amantes de la poesía. Literatura y vida formaron siempre un binomio inseparable en la familia y no solo porque todos ellos sintieran desde muy jóvenes la tentación de la escritura –todos los hermanos escribieron poesía, incluida la hermana pequeña, la actriz Lola Gaos, y algunos ensayo, teatro y novela, aunque no todos publicaron y alcanzaron fama literaria–, sino también porque vivieron rodeados de escritores y a menudo ellos mismos se convirtieron en personajes de las obras de sus amigos. Gonçal Castelló, Jorge Campos, Carlos Llorens, Juan Renau y Max Aub los retrataron en algunas de sus obras.

Es sabido que no existe una diferenciación tajante entre historia y ficción en la obra de este último autor. Max Aub, que fue –sin duda alguna– el escritor que mantuvo un trato más cercano con los hermanos Gaos, los retrató en varios de sus libros. Sus obras están llenas de centenares de personajes, algunos históricos, muchos deformados –siempre con un anclaje en la realidad– y los más, ficticios. Los Gaos ocupan un lugar destacado en el elenco de tipos de la más variada procedencia que pueblan El laberinto Mágico –según hemos podido comprobar al bucear en la galería de personajes, que de manera magistral ha estudiado Javier Lluch-Prats–, si bien su identidad fue preservada por el autor, ocultada de forma intencionada. 50Solo Ángel Gaos aparece retratado como personaje histórico en Campo de los almendros , una de las cinco obras que componen el ciclo de El laberinto mágico ; los demás miembros de la familia y él mismo están ocultos bajo el apellido de Dalmases en tres de las obras del citado ciclo: Campo abierto , Campo del moro y Campo de los almendros . Vicente Dalmases –el personaje ficticio creado por Max Aub– guarda una clara correlación con el personaje real de Ángel Gaos. Hasta incluso en los rasgos físicos las coincidencias son abrumadoras: delgado, vivo, serio, rápido, nervioso, nariz larga, ojos enormes, inteligente… Estudia comercio, sin ganas. Hace dos años que todo es política para él: «La gran nariz separa dos ojos enormes, oscuros, profundos. A cada momento pasa su mano por una crencha de pelo rebelde que cae sobre la frente. Es puro hueso y fuma seguido, sin saber: chupetea el cigarro y enciende otro con la colilla». 51

De la misma manera, se pueden observar grandes semejanzas en la descripción de su familia. No nos caben dudas de que se trata de un retrato más o menos deformado de los Gaos, con intencionadas diferencias para jugar al despiste:

[Vicente Dalmases] pertenece a una familia absurda y numerosa donde cada quien tira por su lado: todos inteligentes y un tanto desperdigados. Su padre es registrador de la propiedad; su hermano mayor, a más de músico, es catedrático de latín en un instituto de nueva creación –de esos que la República se ha empeñado en formar, morada de tantos profesores que creen en el espíritu de la letra–; el segundo, ingeniero de caminos y poeta; el tercero estudia para veterinario y, en sus ratos perdidos, que son bastantes, griego; el cuarto, Vicente, a más de estar inscrito en la escuela de comercio, es actor; le sigue una muchacha que quiere ser bailarina y estudia en la Normal de maestras. Hay tres más, todavía sin definir, pero desde luego, ninguno quiere estudiar derecho, como desearía su padre: los tres hacen versos, para empezar, y el benjamín asegura que quiere ser aviador, y el que le antecede habla vagamente de ingeniería, el anterior ha dado a entender, categóricamente, que no quiere hacer nada: tiene bastantes hermanos para poder vivir tranquilo: quiere ser compositor, pero sin estudiar música. Todos son liberales, menos Vicente, que es comunista: nació así. 52

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