1 ...6 7 8 10 11 12 ...17 Un día, su hijo mayor irrumpió en el local e hizo llamar a su señor padre a la entrada del salón grande para reprocharle en voz alta, duramente y delante de toda la concurrencia de asombrados varones de las distintas tertulias, sus «relaciones ilícitas con una encopetada dama citadina», en palabras de su amigo Max Aub. 6En realidad, no era tan infrecuente en la época que hombres de su posición social mantuvieran queridas e incluso llevaran una doble vida. Pero, pese a todas las aventuras de don José, no parece haber sido por entero el caso del matrimonio Gaos, ya que doña Josefa González-Pola tuvo dieciséis embarazos, de los cuales sobrevivieron catorce hijos, si bien solo llegaron a edad adulta nueve de ellos. En cualquier caso, la distancia ideológica era abismal entre los esposos. Ella provenía de una familia de la nobleza asturiana muy religiosa, católica, apostólica y romana. El padre, por el contrario, según lo describe su hijo Ángel, era «hijo de masones, incrédulo, libertino, extravagante, blasfemo y genial». 7A estos adjetivos, José, el hermano filósofo, añade otros: «irreligioso, liberal, jovial, ingenioso, muy inteligente, cultivado, gran profesional, jurista distinguido como conocedor del derecho hipotecario y estudioso». 8
El fundador de la dinastía, en palabras del periodista y amigo de la familia Carlos Sentí Esteve, «era un notario epigramático que impuso su talento jurídico a tribunales hostiles, actúo siempre contra sus intereses sociales y crematísticos y creó tantas anécdotas que no bastarían para contarlas varios tomos de la Espasa». 9Ciertamente, de profesión don José era notario, especializado en derecho hipotecario y en filosofía del derecho, cuyo conocimiento juzgaba imprescindible para una buena formación jurídica. En su vasta biblioteca personal, hoy desaparecida, 10abundaban los libros de historia, literatura y otras materias, pero sobre todo los de filosofía, que le interesaban mucho, si bien despreciaba la metafísica desde una total y definitiva convicción escéptica. 11
Don José Gaos Berea había nacido en La Coruña en el seno de una familia muy vinculada al mundo musical gallego que regentaba una tienda de instrumentos musicales. El tío de los Gaos, Canuto Berea, hermano de la madre, era un empresario importante, organista de una iglesia, director de orquesta y compositor musical en la Galicia de mediados del XIX, que tenía varias tiendas de instrumentos. En 1880, la familia se trasladó a Vigo para trabajar en la sucursal que el tío había abierto allí. Los Gaos gallegos eran nueve hermanos, de los cuales, el mayor, Andrés Gaos Berea, fue violinista y compositor de reconocido prestigio, niño prodigio desde su infancia, que se asentó en Argentina y llegó a alcanzar fama internacional. 12Entre los otros hermanos estaban Alejandro, que se instaló en Puerto Rico y murió muy joven; Félix, ingeniero que se exilió en México después de la guerra; Carmen, casada con un ingeniero, y Luis, que echó raíces en Cuba y llegó a ser cónsul de este país en Barcelona. 13En 1895, la familia Gaos Berea se trasladó a Gijón porque el comercio musical que tenían en Vigo fracasó. Allí, el padre, José Gaos Espiro, abrió un colegio particular de Primera Enseñanza y se dedicó a esta profesión hasta su muerte inesperada, una constante que se repite en la vida de muchos de los miembros de esta saga. Murió de repente de un derrame cerebral en presencia de su nieto José Gaos a la edad de 63 años. Era un hombre irreligioso y de ideas liberales que pertenecía a la masonería. A su escuela, que gozaba de buena fama docente y era laica, asistían niños y niñas en régimen de coeducación, algo insólito en la época. 14
Su hijo José Gaos Berea –padre de los hermanos Gaos a los que está dedicado este estudio– debió de ser una persona muy emprendedora y precoz, ya que a la sazón contaba con 21 años, cuando, recién acabados sus estudios de Derecho, se convirtió en director de un nuevo periódico en Gijón, El litoral de Asturias . 15En esta ciudad asturiana se casó y nacieron sus tres primeros hijos: José, Carlos y María. Pocos años después, tras ser nombrado notario de Albatera, la familia se trasladó a Alicante y se estableció en la localidad de Orihuela, donde nacieron Alejandro y Ángel. 16En 1911 se mudaron a Montserrat (Valencia) para ocupar la notaría de Montroy, 17y en 1915, don José obtuvo el puesto n.º 1 en las oposiciones de notarías y decidió establecerse con carácter definitivo en Valencia. 18Siempre fue un hombre «polémico y humanista», que en la segunda década del siglo XX, cuando llegó con su familia a Valencia, coincidiendo con los años de la primera guerra mundial –según Fernando Dicenta de Vera, que conoció y trató a los Gaos por formar parte, junto a Max Aub, del grupo de amigos del hijo mayor–, se mostraba como un «furibundo aliadófilo». 19En el periodo bélico (1914-1918), muchos intelectuales republicanos tomaron partido por el bando de los aliados. Ese fue el caso de Blasco Ibáñez, Pérez Galdós, Unamuno, Ortega y Gasset, Valle-Inclán o Antonio Machado. Todos ellos, como don José, fueron activos aliadófilos.
Don José era un hombre liberal, anticlerical y antimilitarista. Había tres profesiones con las que no transigía: curas, artistas y militares, según su hijo Ángel. 20En Valencia encontró un ambiente político y cultural con el que se pudo sentir identificado. El blasquismo –movimiento político republicano y populista surgido en la ciudad de Valencia en la última década del siglo XIX por obra del escritor y activista político Vicente Blasco Ibáñez– seguía siendo, en los principios del siglo XX, un movimiento de masas con una gran influencia social, que basaba su corpus doctrinal en cinco pilares: república, anticlericalismo, vida municipal, modernización y progreso científico. 21En la Valencia de aquellos años, el anticlericalismo estaba muy vivo en amplios sectores de la sociedad. La Casa de la Democracia, situada en la actual calle Correos, era el epicentro del anticlericalismo valenciano. Los bailes de disfraces comenzaban los días de Carnaval y continuaban durante toda la Cuaresma, incluida la Semana Santa, con la consiguiente indignación del vecindario burgués de los alrededores. Según Gonçal Castelló, que vivía muy cerca de este café blasquista: «El divendres sant, a la porta del local es penjava un gros cartell convocant a la gent a un sopar de promisqüitat, demostració evident dels sentiments anticlericals i ateus dels llogaters». 22El movimiento blasquista fue hegemónico en la ciudad de Valencia y ganador de todas las elecciones municipales entre 1898 y 1933, salvando el paréntesis de la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930).
En el legado que los Gaos recibieron del padre estaba incluida su conexión por parte de la familia paterna con una larga genealogía de enciclopedistas, librepensadores, ateos, masones, afrancesados y laicistas que se inicia en nuestro país en las últimas décadas del siglo XVIII. El padre era un librepensador y pertenecía a una familia de masones, si bien rastreando en el Archivo de Salamanca, actual Centro de la Memoria Histórica y Democrática (en adelante CDMH), no hemos encontrado documentos que acrediten su vinculación con ninguna logia. A pesar de no hallar constancia documental, sus descendientes creen haber oído decir que, entre sus objetos personales, después de su muerte, se encontró un mandil y alguna otra cosa que lo relacionaría con la Orden del Gran Arquitecto. 23En cualquier caso, que llegara a pertenecer o no a la masonería no es relevante; lo que es seguro es que era un gran adalid de su ideario laicista y de las ideas de libertad, igualdad y fraternidad de la Revolución francesa; que compartía los valores republicanos de defensa de la democracia, y, especialmente, que defendía los postulados del anticlericalismo tan vigentes en la época. La masonería no era tan mayoritaria como se pueda creer en los años treinta. Tras un periodo de auge coincidente con la Dictadura de Primo de Rivera, época en la que según Leandro Álvarez Rey: «Las logias masónicas renacidas de sus cenizas a partir de 1923, conocieron un nuevo florecimiento convirtiéndose en lugares de refugio y encuentro de los “espíritus liberales y progresistas”; es decir en los cuarteles de invierno de los grupos defensores de los valores y principios democráticos», 24se encontraba en fase de declive. Durante la Segunda República y la guerra, decayó su actividad. Pese a todo, ser masón siguió siendo en esos años signo de que uno se codeaba con lo más granado del republicanismo y podía tener posibilidades de desempeñar puestos importantes en la política y en las instituciones. Muchos republicanos, como pudiera muy bien ser el caso de don José Gaos Berea, habían entrado a formar parte de la masonería en los años veinte. Se trataba de gente nacida en las postrimerías del siglo XIX. La media de edad de los masones era elevada en los años treinta; la vieja institución no pasaba por su mejor momento, con 5.000 masones en 1936 y menos de 1.000 en 1939, según Paul Preston. 25En el País Valenciano, según Vicent Sampedro, se puede hablar de 669 masones contabilizados durante el periodo 1900-1936, de los cuales 135 son miembros de las «logias accidentales» que se instalaron en Valencia siguiendo al Gobierno en noviembre de 1936. 26
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