Don José Gaos y sus amigos eran personas humanistas y pacifistas que vieron cómo su existencia se desmoronaba en los años treinta, sacudida por unas convulsiones volcánicas. Nacidos en el último cuarto del siglo XIX, por edad vivieron situaciones comparables a las vividas por Stefan Zweig: «Hasta tres veces me arrebataron la casa y la existencia, me separaron de mi vida anterior y de mi pasado, y con dramática vehemencia me arrojaron al vacío, en ese “no sé a dónde ir” que me resulta tan familiar». 9Los amigos de don José Gaos habían sido testigos indirectos de la primera guerra mundial, el acontecimiento que muchos historiadores consideran la auténtica línea divisoria de la historia europea del siglo XX. La Gran Guerra transformó el orden internacional establecido e inauguró un periodo de inestabilidad política y económica de terribles consecuencias para la población que lo vivió. El hecho de que España no participara en la primera guerra mundial y no sufriera de manera directa la fuerte conmoción que esta provocó, con la caída de los grandes imperios, el desmoronamiento del orden autocrático y la emergencia de la «sociedad de masas», no impidió que hasta aquí llegaran los ecos de tan trascendental conflicto. Nuestro país compartía la misma división y tensión que acompañó al proceso de modernización en otros países entre quienes temían el bolchevismo y las diferentes manifestaciones del socialismo, amantes del orden y de la autoridad, y los que soñaban con un mundo nuevo igualitario que surgiría de la lucha a muerte entre las clases sociales. 10Don José y sus amigos, por edad, pertenecían a la misma generación melancólica que había crecido y se había formado antes de la primera guerra mundial en toda Europa. Con el avance de los conflictos bélicos del siglo XX, en el contexto de la guerra civil europea (1914-1945), sus vidas se vieron sacudidas con una violencia imprevista. Y, aunque no llegaron a participar como combatientes, se vieron igualmente alcanzados por las trágicas consecuencias de la larga contienda. Eran personas ilustradas, políglotas y, al mismo tiempo, grandes lectores de prensa europea, y no se les escapaba que «lo que sucedía en España era solo un episodio del amenazante eclipse de sus creencias». 11Stefan Zweig, que tenía su misma edad, deja constancia en su obra –escrita poco antes de su suicidio, durante sus últimos años de exilio, entre 1939 y 1941– de cómo vivió su generación la injusticia de tener que sufrir las consecuencias de una época tan tremendamente convulsa:
Una misma generación era testigo, como máximo, de una revolución; otra, de un golpe de Estado; una tercera, de una guerra; una cuarta, de una hambruna; una quinta de una bancarrota nacional… y muchos países privilegiados y no menos generaciones afortunadas ni tan siquiera habían tenido que vivir nada de esto. Nosotros, en cambio, los que rondamos los sesenta años y de iure aún nos toca vivir algún tiempo más ¿qué no hemos visto, no hemos sufrido, no hemos vivido? Hemos recorrido de cabo a rabo el catálogo de todas las calamidades imaginables. […] Yo mismo, por ejemplo, he sido contemporáneo de las dos guerras más grandes de la humanidad. 12
1El escritor francés André Malraux narró en su novela L’Espoir su experiencia en la guerra civil española. En 1939, realizó, en colaboración con Max Aub como ayudante de dirección, la película Sierra de Teruel , basada en la citada novela. Para Max Aub, Malraux representaba el perfecto paradigma del escritor testimonial del siglo XX, la realización más cabal de sus propias aspiraciones: hombre de acción, novelista, comprometido, estudioso de las artes plásticas y creador de una política cultural de Estado. Véase Max Aub: Cuerpos presentes , ed., intr. y notas de José-Carlos Mainer, Segorbe, Fundación Max Aub, 2001, pp. 199-201.
2 Certificat de décès , José Gaos Berea, Mairie de Vernet les Bains.
3Amparo Segarra: «La guerra civil ha terminado», en Nuevas raíces , Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, en línea: < http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/nuevas-raices-testimonios-de-mujeres-espanolas-en-el-exilio--0/html/> (consulta: 14/07/2018).
4Juan Carlos Colomer Rubio: «“Una izquierda del régimen”: Adolfo Rincón de Arellano y el franquismo (Valencia 1939-1976)», en Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea , 12, 2013, p. 182.
5Antonio Machado: «El mañana efímero», en Campos de Castilla , Madrid, Biblioteca Nueva, 1998, p. 133.
6Francisco Caudet: «Introducción biográfica y crítica», en Max Aub: Campo de los almendros , Madrid, Castalia, 2000, p. 94.
7Margarita Ibáñez Tarín: Profesores franquistas, antifranquistas y en la zona gris. La guerra ideológica que vivieron los profesores de Segunda Enseñanza en el País Valenciano (1936-1950) , tesis doctoral dirigida por Marc Baldó Lacomba, Valencia, Universitat de València, 2017, en línea: < https://www.educacion.gob.es/teseo/mostrarRef.do?ref=1518318>, TESEO, < http://roderic.uv.es/handle/10550/60939>, RODERIC (consulta: 14/07/2018).
8S. Zweig: El mundo de ayer …, p. 46.
9Ibíd., p. 9.
10Julián Casanova: Europa contra Europa 1914-1945 , Barcelona, Crítica, p. 114.
11Ibíd., pp. 85 y 139.
12S. Zweig: El mundo de ayer …, pp. 12-13.
No importa que todo esté dicho, cada generación reitera la vida
Los orígenes y las señas de identidad de la saga de los Gaos no son fáciles de precisar. Del paso de las generaciones de la familia y de la huella que fueron dejando –siempre única e irrepetible– no tenemos suficientes vestigios para reconstruir con fidelidad una trayectoria pretérita que se remonte muy atrás, máxime cuando, en la historia de los Gaos, ya desde sus más lejanos comienzos, se confunden las fronteras entre literatura y realidad. José Luis Abellán da por muy probable que la cuna de la familia hay que situarla en Galicia, adonde llegaron desde algún lugar de Bretaña. 1Y, ciertamente, si hacemos caso a una novela, y no solo a la geografía, podríamos situar sus orígenes en la Bretaña francesa, en la aldea de Pors-Even, en el extremo del país de Ploubazlenec. Allí vivía Juan Gaos, el protagonista de El pescador de Islandia, la obra de Pierre Loti. En la descripción del personaje se dice:
… era un hombre duro que había corrido el mundo, todas las aventuras y todos los peligros, y que conservaba una sumisión tan respetuosa, tan absoluta por sus padres. En una casa frente al mar, en el Canal de la Mancha, habitaban los Gaos, una gran familia de 15 hermanos con un oficio muy duro: eran pescadores en Islandia, «un país tan triste y frío, con una mar tan mala»… 2
A esta familia de bretones, posiblemente podrían haber pertenecido los antepasados de la saga de los Gaos a la que dedicamos este trabajo, si bien nunca lo sabremos con certeza. José Gaos, en uno de sus aforismos, escribió: «Si no hubiera México, más quisiera ser el bretón que quizá soy por el “Gaos” que el asturiano que soy por madre, nacimiento, ambiente y educación infantil». 3
Los Gaos tenían fama de excéntricos, y el padre, don José Gaos Berea –«el auténtico genio de la familia», según Max Aub–, en particular, tenía reputación de bastante alocado y mujeriego, una condición que atormentaba a su esposa, una mujer tremendamente religiosa, que con frecuencia pedía información de sus aventuras al chófer que lo acompañaba en sus correrías. 4Don José acudía con asiduidad al «vetusto, apolillado y cochambroso» casino de La Agricultura, en la esquina de la calle de Comedias con la calle de la Paz en Valencia. Allí se reunía lo más conservador de la sociedad valenciana. Juan Gil-Albert cuenta que, cuando pasaba por allí, le parecía «una pecera donde se podía ver el espectáculo, exclusivamente español, de unos cuantos señores adormilados en sus poltronas, a ras del suelo, tras la protección del cristal». 5
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