Bolonia y Prato marcarán profundamente su trayectoria como investigador. No fueron solo dos etapas más en su formación, sino una puerta de acceso permanentemente abierta al debate internacional –la «gran conversación», en palabras de Ranke– entre historiadores. Tras su paso por Italia, la investigación histórica ya no podía seguir siendo una empresa solo individual ni autárquica, encerrada en sus propios límites locales o nacionales. La misma tesis doctoral, aunque tomaba como observatorio el Colegio de España en Bolonia, distaba mucho de ser una tesis española, en sus planteamientos, sus fuentes de inspiración –fundamentalmente italianas, en la línea de las indicaciones generales ofrecidas en su día por Emilio Sereni y continuadas por Renato Zangheri, Carlo Poni y Giorgio Giorgetti– y su desarrollo. Quizá por ello su publicación, siete años más tarde, apenas tuvo eco en España. No se trataba solo de una cuestión de distribución editorial –el libro, aunque impreso en Zaragoza, fue publicado en Bolonia por el propio Colegio de España–, sino de desafección e incluso apatía intelectual, en un momento en el que las tesis doctorales en historia medieval en España, a pesar de haberse iniciado ya la transición política y de las ventanas que ésta abrió, seguían encerradas en sí mismas, absortas en el estudio de los dominios señoriales laicos y eclesiásticos, y refractarias a cualquier estímulo exterior, sin más notas al pie que las correspondientes a las fuentes archivísticas utilizadas o a unas cuantas referencias bibliográficas, en su mayoría circunscritas a la propia área de estudio o a grandes síntesis generales, y pocas, muy pocas, obras de autores no españoles o sobre otros países, siempre en su traducción castellana.
De regreso a Salamanca, ahora como profesor de historia medieval, Iradiel dedicó los primeros años setenta a la reelaboración y publicación de su tesis de licenciatura, que sigue siendo el libro por el que es más conocido. En parte porque su producción posterior ha visto la luz mayoritariamente en forma de artículos y actas de congresos y jornadas científicas, y en parte también porque no se trata propiamente de la tesis de licenciatura sino de un libro construido a partir de ella, en el que resultan claramente perceptibles tanto la influencia de su paso por Italia como la temprana madurez del autor. Bajo el título Evolución de la industria textil castellana en los siglos XIII-XVI y el subtítulo Factores de desarrollo, organización y costes de la producción manufacturera en Cuenca , la obra apareció finalmente en 1974, publicada por la propia Universidad de Salamanca, con una presentación de José Luis Martín, que había sido su director. En ella, a partir sobre todo de la documentación municipal de Cuenca, pero también de la de otros archivos y fuentes normativas impresas, especialmente fueros y ordenanzas, el autor se plantea el desarrollo de la producción textil castellana en los siglos bajomedievales y el inicio de los tiempos modernos, abordando, junto a las cuestiones técnicas (la lana como materia prima, la organización de la producción, la localización de los centros textiles), socioprofesionales (la reglamentación gremial) y de política económica (el dirigismo de la monarquía y de las ciudades) relacionadas con la producción que constituyen lo esencial del estudio, la comercialización (los mercados locales, regionales e interregionales, las ferias de Medina del Campo) e incluso el consumo y la moda. Todo ello en un marco analítico que no descuida el contexto internacional –la coyuntura europea– y que incorpora muchas de las ideas y sugerencias aportadas a las primeras Settimane de Prato, sobre todo la segunda, aunque no todavía las de la por entonces aún incipiente teoría de la protoindustrialización, formulada inicialmente por Franklin Mendels en 1972.
Muy crítico con el desolado panorama historiográfico de la época –«En resumen, la historia de la industria medieval castellana está por hacer, como lo está, en menor grado, la historia económica en general de la Baja Edad Media española. Y hasta el momento, por lo que respecta a Castilla, no parece que se hayan hecho serios esfuerzos por superar esta situación»–, Iradiel pretendía rebatir la presunta debilidad de la producción textil castellana, deducida de la masiva importación, especialmente a partir del siglo XIII, de paños de Flandes y Brabante y, más tarde, franceses, holandeses e ingleses, en contraste con su notable y mejor conocida expansión en el siglo XVI, lo que podría dar la impresión de un despegue espectacular y repentino, sobre todo a partir del reinado de los Reyes Católicos y de su dirigismo económico. Para Iradiel, por el contrario, no solo la expansión habría comenzado antes, sino que la clave habría que encontrarla en la salida a la crisis del siglo XIV, que en Castilla se habría adelantado a otras zonas peninsulares y europeas, dando lugar a un rápido desarrollo económico, basado en gran parte en el crecimiento demográfico y en los progresos de la reconstrucción agraria. Todo ello, en efecto, no dejaría de influir en el acceso de grandes masas de población al mercado textil, gracias al alza de los salarios en el campo y en la ciudad y a la subida de los precios agrícolas –al menos en las décadas que siguieron a las grandes calamidades de mediados del Trescientos–, a la vez que la necesidad de atender a la nueva demanda impulsaría la fabricación de paños de calidad media y bajo precio y a la imitación de los tejidos de lujo importados. Impulsaría, en definitiva, el desarrollo de la industria textil autóctona, en un contexto de expansión general de la economía castellana. La afluencia ininterrumpida de campesinos a las ciudades y la movilidad del sector artesanal contribuirían a la formación de un mercado urbano de mano de obra barata, mientras que el descenso de ésta en el campo obligaría a los propietarios a pagar salarios relativamente altos, modificando así tanto la distribución de mano de obra rural y urbana como la relación campo-ciudad. Con todo, la repartición regional de la pañería no fue homogénea por toda Castilla, como se desprende del predominio de la pañería rural de baja calidad en la submeseta norte (Burgos, Segovia y Palencia) y de la urbana de mayor calidad en la submeseta sur (Cuenca, Ciudad Real, Baeza y Córdoba), enmarcadas ambas en las variaciones de la demanda europea. Y si bien el alza brusca del precio de la lana a finales del Cuatrocientos llevó a un aumento del precio de los paños y, con él, a una cierta aristocratización de la producción, al concentrarse en los tejidos de mayor calidad, que eran los que resultaban más rentables para las manufacturas urbanas, la caída del número de consumidores y de la demanda real como consecuencia de la ruina de los campesinos y de una parte considerable de los habitantes de las pequeñas ciudades se acabaría traduciendo, en la segunda mitad del siglo XVI, en una disminución de la calidad de la producción. El libro concluye con las repercusiones sociales que tuvo todo este proceso, en particular la concentración manufacturera en manos del patriciado urbano, cuyos intereses coincidían con los de la nobleza, y el antagonismo entre estos grupos privilegiados y los pequeños productores, cada vez más empobrecidos. En todo caso, y en contraste con lo que sucedió en el resto de Europa, todos estos fenómenos apenas llegaron a tener relieve fuera de las ciudades, de lo que se seguiría la debilidad de la extensión del sistema de producción a domicilio y de la explotación de la pañería rural, bloqueando el desarrollo de un sistema de producción realmente capitalista.
Por muchos motivos, entre ellos la actualidad de sus planteamientos, es decir, su sintonía con lo que proponían las corrientes más avanzadas de la historia económica europea de la época, el libro ha sido y sigue siendo, casi cincuenta años después, una referencia inexcusable en los estudios sobre la industria textil bajomedieval, en Castilla y fuera de ella. Menor proyección tuvo, en cambio, y por las razones antes señaladas, la publicación cuatro años después, en 1978, y después también de un largo período de reelaboración, de la tesis doctoral, Progreso agrario, desequilibrio social y agricultura de transición. La propiedad del Colegio de España en Bolonia (siglos XIV y XV ) . En ella, el autor estudia la reconstrucción agraria en el centro-norte de Italia tras la salida de la crisis bajomedieval, a partir de la documentación del Colegio de España, en particular la relativa a su patrimonio agrario y las estructuras de explotación, valiéndose para ello tanto del análisis cuantitativo –la medición de los diversos indicadores económicos, de la población, la producción y la productividad a los precios, los salarios y la renta–, como de la teoría económica y de los planteamientos conceptuales y metodológicos desarrollados por la historiografía agraria italiana. La propia obra, la más «italiana» de Iradiel y no solo por el observatorio, se sitúa dentro de esta misma tradición historiográfica, en la línea, como ya he señalado anteriormente, de Sereni, Zangheri, Poni y Giorgetti, a quienes se alude explícitamente en la introducción. También conviene destacar que las sólidas y elaboradas conclusiones de la tesis no lo habrían sido tanto de no haberse apoyado en un riguroso trabajo empírico previo, basado en el análisis de múltiples indicadores. Indicadores que muestran sin duda la importancia de la coyuntura, de las fluctuaciones a corto plazo, de las crisis intercíclicas, pero que también confirman, por encima de éstas, el movimiento de fondo, el predominio de la estructura sobre la coyuntura. Y el predominio de la estructura reenvía en último término al predominio de lo social.
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