1 ...7 8 9 11 12 13 ...28 ECONOMÍA, POLÍTICA Y ADMINISTRACIÓN
La llegada de José Canga Argüelles a la Secretaría de Hacienda coincidió, a escasos meses, con la del sustituto de Saavedra, Miguel Cayetano Soler, en unos momentos en que «eran muy críticas las circunstancias […] extremados los apuros del erario; ejecutivas las exigencias de la fuerza armada; y de gran monta las de la real casa» 44. Aunque la opinión de Canga Argüelles siempre fue más favorable a Saavedra que al que sería su inmediato superior, Cayetano Soler, lo cierto es que con éste desplegó una ingente labor de instrucción y asesoramiento, de notable coherencia y fecundidad, y a la que no fue ajeno tampoco su hermano Bernabé desde el puesto que desempeñaba como bibliotecario del Departamento de Fomento o de la Balanza de Comercio de la misma Secretaría. El destino de los dos hermanos parecía que seguía discurriendo por los mismos derroteros. Además, Bernabé, desde su puesto clave, se convertiría en el suministrador más fiable y fecundo de cuantos datos y referencias José empezó a utilizar para sus frecuentes informes y proyectos.
La idea de organización del Departamento de la Balanza de Comercio se atribuye al que fuera también secretario de Hacienda, López de Lerena. Con el tiempo, esta sección acabaría por simbolizar el empeño de una intervención reformista desde el seno mismo de la administración, desplegando una perspectiva «científica», global e interdependiente capaz de superar la idea de una hacienda como mero instrumento exclusivo del monarca o simple recaudadora de tributos. Se trataba, efectivamente, de alentar y poner en práctica una fiscalidad cada vez más dependiente de la capacidad de riqueza del país y de la situación del comercio nacional e internacional, siendo conscientes de que, desde esta perspectiva, la política fiscal no podría ser un instrumento inocuo respecto a las posibilidades de desarrollo del cuerpo social y económico. Disponer de manera sistemática de información y de datos elaborados era el primer y decisivo paso que permitiría pasar de un sentido restringido de la «recaudación» a otro más amplio de «fomento». Al adoptar inicialmente el nombre de Secretaría de la Balanza de Comercio, cuando Diego Gardoquí llevó a la práctica la idea de Lerena, se mantuvo todavía la vieja perspectiva mercantilista de la balanza comercial como criterio desde el que enjuiciar el equilibrio y buena marcha del «cuerpo político». Sin embargo, cuando Cayetano Soler retomó y materializó el proyecto, lo hizo bajo del nombre de Departamento de Fomento, desplazando de esta manera la mirada desde los efectos de la riqueza hacia sus causas y orígenes.
El punto de vista adoptó de esa manera un sentido introspectivo, en consonancia con nuevos objetivos y preocupaciones y en relación con esa nueva «economía política» que empezaba a virar hacia una «economía civil». Y en esa encrucijada intelectual se colocaron los dos hermanos Canga Argüelles de una manera decidida, teniendo en cuenta que el paso de José por la Económica de Zaragoza había decantando ya en gran manera sus preferencias. El ansia y la avidez de datos que siempre demostró e hizo gala formaban parte de aquella responsabilidad asumida que, a su vez, le hacía copartícipe de unas reformas tendentes al «bien común». En su caso, además, demostraba la asunción de una perspectiva de la economía política que necesariamente debía indagar, estudiar y controlar para poder diseñar una política global más allá de los «alquimistas fiscales» o de los arbitristas insensatos. La hacienda, aquello que constituía en la práctica el «corazón» de la monarquía y el indicador del pulso vital del cuerpo social y político, debía ser entendida como parte de una totalidad cuyo estudio había que acometer con minuciosidad al objeto de trazar las directrices de aquélla y evitar, en lo posible, el efecto dañino de sus medidas sobre la actividad económica. El camino de ida y vuelta entre la sociedad y el Estado, al tiempo que aseguraba un amplio campo para el intervencionismo reformista, obligaba a una escrupulosa responsabilidad en la información y diseño de políticas sensatas y bien informadas. «En el plan económico y fiscal de las naciones —diría José Canga— todo está íntimamente ligado entre sí; la agricultura da el ser a las artes y aquéllas y éstas vivifican el comercio; pero las rentas públicas y las operaciones del Ministerio de Hacienda influyen inmediatamente en el manantial que las produce y causan en un instante la despoblación y la miseria del reino» 45. Era una nueva concepción de la hacienda que, todavía en el marco de las posibilidades intervencionistas del absolutismo reformista y tardo ilustrado, o incluso precisamente por eso, empezaba ya a entenderse en el marco de una incipiente e interrelacionada «sociedad civil» de cuya potenciación ella misma se convertía en instrumento y reflejo a un tiempo.
Uno de los primeros informes que Canga libró a Cayetano Soler tenía que ver con la organización de la Secretaría del Despacho de Hacienda, presentado al rey en enero de 1800. En él se superaba la idea de un ministerio cuyas ocupaciones pasasen sólo «por el arte de aumentar los ingresos del erario» y se insistía en la de una suerte de «providencia del estado, que fomentando la agricultura, la industria y el comercio, toma de tan fecundos manantiales lo necesario para mantener la seguridad y bienestar de los pueblos». De acuerdo con estos principios, el ministerio se estructuraba en tres secciones: una primera encargada del conocimiento exacto de la población y riqueza de cada provincia y del reino en general; una segunda que tendría como función la parte legislativa y protectora de la agricultura, las artes y el comercio, y que estaría ocupada por cinco oficiales al frente de otras tantas mesas, a diferencia de la primera que quedaba reunida en una única; y la tercera, en fin, que comprendería los ingresos, las salidas, cuenta y razón de las rentas y deuda de la Corona y que estaría estructurada, a su vez, en nueve mesas. El plan se aprobó en su integridad y Canga Argüelles fue puesto al frente de la mesa cuarta de la sección segunda, encargada específicamente de la balanza comercial 46.
A partir de este momento, su participación se dejó sentir especialmente en los informes y memorias preparatorias de los distintos tratados comerciales con las diferentes naciones. En septiembre de 1801 elevó una sobre las relaciones comerciales entre España y las ciudades hanseáticas. Suya fue también otra espléndida memoria que el Ministerio de Hacienda pasó al de Estado sobre las bases del tratado que debería ajustarse con la Gran Bretaña en el Congreso de Amiens, en 1802. Del mismo año fueron unas bases para un tratado comercial con el imperio turco; unos informes sobre los perjuicios que sufría la navegación española en Francia, o especialmente lo perjudicial que resultaba para los intereses españoles el arancel establecido por esta nación el 22 de julio de 1802; o una interesante memoria sobre las relaciones mercantiles entre España y Prusia. En 1803 dejó sentir su opinión en un tema como la facultad de los ingleses de cortar palo en la bahía de Honduras; presentó una memoria sobre la reforma de los derechos de los consulados y otra sobre las excesivas ventajas de los extranjeros en los puertos de la península en los manifiestos de carga de los buques. Y en 1804, en fin, escribió tres memorias sobre las relaciones mercantiles con Suecia, Austria y Sajonia. Fue sólo un pequeño adelanto de su extraordinaria capacidad de rendimiento y de un trabajo burocrático que siempre vendría marcado en su caso por una responsabilidad rigorista y por un atractivo sentido de globalidad y de interdependencia 47.
Existen en estos trabajos y memorias una serie de rasgos significativos que, presentes ya en esta época, acabarán por conformar la peculiar trayectoria intelectual y política de nuestro personaje. Por de pronto Canga aparece ya en todos ellos persuadido de las ventajas de la nueva ciencia de la economía, mezcla equilibrada de «luces» y «datos», cuya correcta aplicación permitirá superar el atraso y postración en que se hallan la gran mayoría de los ramos productivos. Las viejas prácticas proteccionistas del mercantilismo han llevado a la ruina a «un pueblo, que teniendo entre sus frutos la plata y el oro, encuentra en ellos un obstáculo para la completa prosperidad de sus manufacturas». Frente al oscurantismo, la parcialidad y belicosidad del viejo sistema, Canga insistirá siempre en el carácter global, iluminador e, incluso, pacificador, de las nuevas máximas que, de la mano del interés individual y del libre comercio, derramarían la felicidad por doquier.
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