Nuestra Madre Naturaleza no ara la tierra, de la misma manera que no hay desechos inservibles durante el proceso natural de nacimiento, desarrollo de la vida y muerte de seres, tanto animales como plantas. En la naturaleza todo sucede por una razón. Y es siempre una buena razón.
Nos llevó tiempo darnos cuenta, pero finalmente comprobamos que las verduras comunes también pueden crecer bien en un campo donde habitan otras plantas. La verdad es que no existe la competencia, sino una contribución natural y gentil entre las distintas especies de plantas.
De hecho, la idea misma de la colaboración entre los diferentes cultivos se basa en el concepto fundamental de una planta protegiendo a otra y ambas compartiendo generosamente el espacio físico y los nutrientes del suelo.
«UNA MANO LAVA A LA OTRA Y LAS DOS, JUNTAS, LAVAN LA CARA»,
Nos dijo Swami una vez.
Necesitábamos aprender una «nueva forma» de hacer las cosas si realmente deseábamos volver a los viejos tiempos, aquellos cuando no existían el cáncer, el sida ni ninguna de las otras enfermedades creadas por el hombre.
Por lo tanto, formulamos muchas preguntas y, como resultado, obtuvimos muchas respuestas de diferentes fuentes que nos ayudaron a desentrañar tantos mitos que hoy en día las mentes oscuras utilizan libremente con el fin de controlar a la sociedad moderna.
Debíamos devolver al sagrado suelo que se nos dio para trabajar todos los nutrientes que se habían perdido a través del uso de los venenos químicos. Fue así como comenzamos a recolectar abono de varias fuentes, y con él empezamos a producir fertilizante orgánico que ayudara a retornar sus recursos naturales al suelo.
Comenzamos a plantar algunos tipos de plantas, como las habas, no tanto para comerlas, sino porque nos ayudarían a establecer el nitrógeno que mejoraría el suelo, y así prepararlo para plantar lo que queríamos consumir.
Cuando el ciclo de vida de las plantas llegara a su fin, dejaríamos el arbusto exánime en el lugar donde había crecido para que se descompusiese y, de esta manera, la materia orgánica resultante, tan llena de microorganismos, alimentase el suelo sagrado, al igual que lo haría la Madre Naturaleza.
Viajamos a un lugar de playas y de la orilla del mar obtuvimos algas marinas, y las usamos para elaborar fertilizante líquido. Una vez que termináramos la preparación de los diferentes nitratos, añadiríamos los desperdicios de la operación a la pila de abono, y así sucesivamente continuaría nuestra amorosa labor de reconstitución del suelo.
En cuanto empezamos a comprender las razones por las que realizábamos nuestro trabajo, en unos pocos meses logramos que la tierra respirara nuevamente. Asimismo, la materia orgánica hizo que lombrices e insectos de muchas clases diferentes regresaran y, como estos atrajeron tantas variedades de aves, pudimos completar sin esfuerzo la maravillosa sinfonía de la naturaleza.
Una vez que logramos reactivar la actividad orgánica del suelo nos sentimos mucho más cómodos. Sabíamos que encontraríamos desafíos a lo largo del camino, pero nunca nos sentimos mejor en nuestras vidas, y los posibles retos que aparecieran no lograrían hacernos regresar a una sociedad que considerábamos decadente.
Nunca fuimos grandes admiradores de los médicos ni de la medicina en general, pero al no haber doctores cerca, la «tentación» de enfermarse no era una posibilidad que pudiésemos considerar, e incluso aquellos accidentes «fortuitos» que podrían ocurrir de vez en cuando no formaban parte de la complicada ecuación de nuestra vida.
«NO ES UN SIGNO DE BUENA SALUD EL ESTAR BIEN ADAPTADO A UNA SOCIEDAD PROFUNDAMENTE ENFERMA».
Jiddu Krishnamurti
«EL ALIMENTO ES TU ÚNICA MEDICINA».
Los trabajos de la granja eran muchos y muy variados, lo cual nos mantenía en buena forma física y, como consecuencia, nos conservábamos sanos y energéticos.
Un día, Swami dijo: «NINGUNA ENFERMEDAD PUEDE ATACAR A UN CUERPO SANO», por lo que sabíamos que estábamos protegidos de las varias enfermedades comunes que la mayoría de las personas sufren.
Pero esa es una historia para contar en otro capítulo.
«UNA DIETA SÁTVICA (PURA, FOMENTADORA DE LA SALUD) NO ES SOLAMENTE EL ALIMENTO QUE INGERIMOS A TRAVÉS DE LA BOCA, SINO QUE TAMBIÉN ES EL AIRE PURO QUE INHALAMOS POR NUESTRA NARIZ, LA VISIÓN PURA QUE PERCIBIMOS POR LOS OJOS, LOS SONIDOS PUROS QUE OÍMOS A TRAVÉS DE LOS OÍDOS Y LOS OBJETOS PUROS QUE TOCAMOS CON LOS PIES Y LAS MANOS. TODO LO QUE PASA A TRAVÉS DE LAS PUERTAS DE LOS ÓRGANOS SENSORIALES ES LO QUE PODEMOS DESCRIBIR COMO DIETA. ESCUCHAR SONIDOS MALOS, MIRAR COSAS MALAS, TOCAR COSAS MALAS NO CONSTITUYEN UNA DIETA SÁTVICA».
Bhagavan Sri Sathya Sai Baba
CAPÍTULO 2
«Realmente, somos lo que comemos»
«MIENTRAS EL HOMBRE CONTINÚE SIENDO EL DESTRUCTOR DESPIADADO DE SERES VIVIENTES A LOS QUE CONSIDERA INFERIORES, NUNCA CONOCERÁ LA SALUD O LA PAZ, MIENTRAS LOS HOMBRES MASACREN A LOS ANIMALES,SE MATARÁN LOS UNOS A LOS OTROS.
»INDISPUTABLEMENTE, AQUEL QUE SIEMBRA LA SEMILLA DEL ASESINATO Y EL DOLOR NO PUEDE COSECHAR GOZO Y AMOR».
Pitágoras De Samos
(Filósofo De La Antigua Grecia).
Mucho antes de que nosotros, como familia, tuviéramos la buena fortuna de encontrarnos con Sri Sathya Sai Baba por primera vez, ya habíamos adoptado la dieta vegetariana, pues estábamos convencidos de que el único camino para enseñar adecuadamente a nuestros hijos a amar todo lo que existe era inculcarles los maravillosos misterios de la compasión, desde una edad temprana.
Por supuesto que sabíamos que un cambio tan radical en nuestro comportamiento social, como lo sería el abandonar el consumo de proteína de origen animal, traería a nuestras vidas el aislamiento, pero no estábamos preparados para lo que en verdad sucedió cuando eliminamos la carne de nuestro menú.
Al principio, fue un poco doloroso observar que muchos de nuestros amigos y familiares huyeron despavoridos al recibir la noticia de nuestra decisión. Y por supuesto que podíamos olvidarnos de ser invitados a comer en otra casa, ya que nos convertimos en unos malvivientes de la noche a la mañana.
La mayoría de la sociedad moderna acepta la matanza de animales como una parte esencial de la vida y, por lo general, prepara a nuestros niños para tomar parte en esta experiencia sin preocuparse por el bienestar de los que llamamos «los grados inferiores de la existencia».
Es más, en el idioma inglés existen palabras específicas que identifican a los animales que han sido sacrificados para el consumo humano como, por ejemplo, a la carne de un cerdo muerto se la denomina pork y lo mismo ocurre con las gallinas, las vacas y otros animales de granja.
La dieta humana se basa en la crueldad y la ignorancia, y no es sorprendente que suframos de tantas enfermedades mentales al haber estado consumiendo el terror y la agonía contenida en la carne muerta de las pobres criaturas que masacramos por millones, en el nombre de nuestra glotonería insaciable.
La raza humana demuestra una total indiferencia hacia algunos hechos bien conocidos en relación con lo que comemos y la sociedad toda es la que paga el alto precio ocasionado por nuestra ceguera.
No nos importa que nuestros dientes y órganos internos no hayan sido diseñados para comer carne, como sí lo fueron los de otros animales que son naturalmente carnívoros. Pero, ya que el presente texto no pretende ser una tesis sobre asuntos médicos, me apegaré al lado espiritual de la realidad y veremos cómo seguimos.
Los humanos somos responsables por la muerte despiadada e innecesaria de millones de animales inocentes, lo cual nos obliga a pagar una enorme deuda kármica como grupo humano. Pero además tenemos una tendencia natural a que nos desagrade el olor, la apariencia y el gusto de la carne cruda, lo cual explica la necesidad de cocinarla para poder comerla.
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