Eso fue lo que hice. Desde el momento en que Él dijo que podía hacerlo, esa fue mi realidad y fui capaz de seguir Su Comando Divino sin problema. Pero entonces, cuando llegué al otro lado y vi Su pícara sonrisa, supe que no me daría la llave.
«Entregamela, por favor, Venerado».
«ESTÁ BIEN, TE LA DARÉ, PERO ANTES QUIERO QUE ME DEMUESTRES TU FE».
«Pero es que ya lo he hecho. Me estás engañando».
«NO. LO QUE ACABAS DE HACER FUE DEMOSTRAR TU MAESTRÍA. FELICITACIONES, ERES UN MAESTRO. PERO CUALQUIER HOMBRE PUEDE APRENDER A VOLAR O A CONTROLAR LOS ELEMENTOS. NO HAY VERDADERO MÉRITO EN NADA DE ESO.
»LO QUE QUIERO ES QUE TÚ ME MUESTRES LA CLASE DE FE QUE MUEVE MONTAÑAS Y ESO, BUENO, ESO NO ES FÁCIL DE HACER.
»PERO SI ERES CAPAZ DE HACERLO, RECIBIRÁS TU LLAVE CÓSMICA, ALGO POR LO QUE MILLONES DE GENERACIONES DE HOMBRES Y MUJERES HAN ENCARNADO INCONTABLES VECES PARA CONSEGUIR.
»ESTÁS A PUNTO DE ALCANZAR LA GLORIA QUE LLENARÍA DE ENVIDIA A LOS DIOSES DEL MÁS ALTO CIELO, PERO ANTES DEBES MOSTRARME TU FE.
»PÍDELE A LA MONTAÑA QUE SE MUEVA PARA QUE PUEDAS CRUZAR EL TERRENO HACIA EL OTRO LADO EN DONDE ESTARÉ ESPERÁNDOTE. Y ESTA VEZ, TE ENTREGARÉ TU LLAVE».
Cinco veces intenté convencer a la montaña de que se moviera para que me permitiese alcanzar la Gloria Divina. Y cinco veces fallé.
Ocurre que las grandes montañas no comprenden razones egoístas. Son obstinadas y muy robustas y poderosas. No sienten temor y ningún pretexto tonto las haría moverse.
Así pues, con desesperación, decidí hablar de nuevo con mi Padre Celestial, pero esta vez me dirigí al aspecto de la Madre Cósmica, La Encarnación Misma de la Compasión.
Le dije: «Divina Madre, he fallado en mi intento por mover la montaña con mi fe. No tengo la confianza suficiente y eso me hiere muy profundamente. Con toda humildad, apelo a tu Amor y a Tu Compasión Infinitos. Por favor, dime en qué he fallado».
«AMADO HIJO MIO, HAS FALLADO PORQUE QUISISTE MOVER LA MONTAÑA TÚ MISMO, Y ESO NINGÚN HOMBRE PUEDE HACERLO.
»PÍDELE AMABLEMENTE QUE SE MUEVA Y ELLA LO HARÁ POR TI.
»HAS ATRAVESADO POR MILLONES DE ENCARNACIONES; MILLONES DE NACIMIENTOS, VIDAS, MUERTES Y RENACIMIENTOS. Y TODO ESE INMENSO ESFUERZO HA SIDO TU PREPARACIÓN PARA ESTE SAGRADO MOMENTO.
»TÚ SABES QUÉ HACER. PIENSA, MEDITA, RECUERDA, Y SABRÁS QUÉ HACER».
Una vez más, había recibido la Orden Divina de hacer algo y sabía que la Madre Cósmica no desperdicia palabra alguna. Entonces supe, en lo más profundo de mi corazón, que esta era mi gran oportunidad. En ese momento entendí qué debía hacer.
Regresé al pie de la montaña y le dije:
«Gracias, hermana, por haberte corrido para que yo pudiera llegar al otro lado del terreno donde mi Divino Creador esperaba para darme aquello por lo que he encarnado miles de veces».
Y la colosal montaña se movió.
Om Sri Sai Ram
Al nacer, mis padres me llamaron Víctor Daniel González Díaz y tengo algo para confesar; en el año 2006 comencé a escuchar voces. Sé que uno jamás debería contar estas cosas raras a nadie, porque podría darse que uno termine encerrado en una celda acolchada, sin acceso a visitas y que nunca más vea la luz del sol. Pero tengo que decir que solo era una voz la que yo escuchaba. Era muy dulce al hablarme y solamente me hablaba de Amor y de Compasión, por lo que, naturalmente, me dispuse a escucharla.
La adorable y melodiosa voz que yo podía oír claramente en mi cabeza me decía que debía amar todo y a todos, tal como me amo a mí mismo. Obviamente, para poder hacer lo que la voz me sugería, en primer lugar, debería amarme y, luego, y solo entonces, podría yo poco a poco extender ese maravilloso sentimiento de paz interior al resto de la Creación.
Pero al principio, mi corazón y mi cabeza estaban tan embrutecidos por el miedo, que yo no podía comprender ese concepto absolutamente básico. Era evidente que yo no estaba todavía listo para amarme como se me estaba indicando.
Ocurre que amarse a sí mismo es lo más difícil que uno podría considerar hacer, porque por muchísimo tiempo se nos ha dicho que somos hijos del pecado y que jamás podríamos siquiera contemplar la idea de ser como Jesús de Galilea u otro Gran Maestro.
Pero la voz insistía en decirme que yo tenía algo para hacer, algo que sería de ayuda no solo para mí, sino para muchos otros, por lo que empecé a concentrarme un poco más seriamente en el mensaje que al parecer provenía de lo más profundo de mi ser.
Escuchando las escasas comunicaciones que llegaban al principio, pude entender que la idea principal era la de escribir un libro que hablase sobre la forma peculiar en la que vivimos nosotros, es decir, esta familia que reside en una pequeña aldea rural ubicada en las colinas del oeste de Victoria, Australia.
Nosotros, mi familia y yo, nos habíamos mudado desde una gran ciudad algunos años antes siguiendo una de mis meditaciones, así que la idea de escuchar voces dentro de mi cabeza no era nueva para mí. Pero resulta que yo soy carpintero de oficio y que mi única educación formal fue haber completado la escuela primaria en mi ciudad natal, Montevideo, la capital de Uruguay, hace muchos años. Por lo tanto, sé leer y escribir, pero ¿me animaría a escribir un libro?
En ese entonces, la idea misma de escribir algo me resultaba tan foránea que jamás hubiera considerado tener esa clase de ambición, así que, al principio, simplemente ignoré el llamado. Sin embargo, la voz persistía, y era claro que no iba a desaparecer con tan solo mirar hacia otro lado.
Pues, un buen día decidí considerar la posibilidad de escribir algo para ver si podía hacerla callar, aunque la pregunta que rondaba por mi cabeza era: ¿escribir sobre qué?
Mis meditaciones siempre habían sido muy personales e indiscutiblemente demasiado extrañas para compartirlas con alguien, a excepción de mi esposa Cristina, por lo que seguí haciendo otras cosas y por un tiempo olvidé todo el asunto acerca de escribir un libro.
A su debido tiempo, la perseverancia amorosa pero definitivamente firme de la petición volvió a llamar mi atención, y entonces comencé a registrar en cuadernos algunas de las experiencias de nuestra familia. Pero, en ese momento, ponerlo todo en forma de libro no era algo que yo pudiese considerar seriamente.
Unos dos o tres años más tarde, una serie de circunstancias peculiares me llevaron de nuevo a la India para ver a Sri Sathya Sai Baba. Una vez allí, algunos devotos que había conocido en viajes anteriores me sugirieron que aquello que yo había escrito podría convertirse en un «libro interesante». Fue así que decidí arriesgarme y, aunque llevó años metérmelo en la cabeza, me propuse empezar a escribir un breve relato de cómo terminamos viviendo aquí, haciendo lo que hacemos.
Finalmente, con profunda devoción, le presenté el manuscrito de la primera edición de Tiempos Divinos a mi Divino Maestro, y el libro fue publicado por el Sri Sathya Sai Trust, a finales del año 2009, y nosotros, Cristina y yo, decidimos ofrecerlo como una donación para esa institución.
Entonces, todos estos años más tarde, luego de recibir mis nuevas órdenes, estoy listo para escribir un nuevo y mejorado recuento de mis experiencias personales con el Ser que yo considero es El Gran Avatar de esta Era, Bhagavan Sri Sathya Sai Baba.
Nosotros, Cristina, Nicolás, Mercedes y yo, como grupo familiar hemos tenido la maravillosa oportunidad de haber vivido algunas magníficas experiencias con Baba, tanto personalmente como a través de sueños y visitaciones en estos más de veinte años de devoción, y más de una vez se nos ha indicado que deberíamos hacer el esfuerzo de compartir nuestras vivencias con cualquier persona interesada en asuntos de este tipo.
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