En cuanto tuvimos un nombre, fue como si las cosas se aceleraran, y las visitas de los Seres Angelicales se hicieron más largas y frecuentes. Estábamos aprendiendo a establecer una comunicación muy fluida con los Fundamentales de la Naturaleza y ellos, como si su confianza en nosotros aumentase, se volvieron más amistosos, y los mensajes se multiplicaron y diversificaron a su vez.
Unos meses más tarde, en cuanto nos sentimos más cómodos con lo que estábamos haciendo, se inició una relación mucho más clara entre los Devas y nosotros, y las lecciones se volvieron más complejas.
Sabíamos que, si deseábamos obtener un éxito significativo, tendríamos que aprender a establecer adecuadamente nuestra intención primigenia, pues un «comienzo desordenado» solo nos llevaría a un resultado final confuso.
Una declaración clara y concisa de nuestros verdaderos propósitos sería la base firme sobre la que podríamos construir una estructura sólida que nos permitiera conseguir el éxito de nuestro trabajo, y nuestros guías le asignaban mucha importancia a este punto en particular.
Teníamos que aprender a dejar de lado cualquier razón egoísta que motivara nuestras acciones, si es que queríamos ser capaces de llegar hasta el final y conseguir los resultados que buscábamos. También debíamos ser incondicionalmente disciplinados para poder así desarrollar nuevas habilidades.
Estábamos siendo expuestos a los misteriosos senderos de la Alta Alquimia y se nos decía que cualquier paso inconsciente dado en la dirección equivocada resultaría crítico al momento de asegurar algunos resultados positivos en nuestra labor. Las conclusiones que fuéramos a obtener estarían en relación directa con nuestras razones para lograr lo que desde un principio habíamos intentado conseguir.
Nuestro objetivo final, según nos dijeron nuestros guías, sería el de sumar nuestra humilde contribución al esfuerzo común del restablecimiento de la «mente consciente» en toda la humanidad, porque sin esta nada podría cambiar y la instauración de la Edad de Oro estaría seriamente comprometida.
Existían «formas correctas» y «formas incorrectas» de realizar lo que nos empeñábamos en conseguir y, para asegurarnos de hacerlo bien, tendríamos que abandonar los «Viejos Métodos» mediante un completo desaprendizaje de lo que nosotros creíamos saber. Esa fue la parte más difícil para nosotros, al menos al principio, pues debíamos ir en contra de todo lo que la sociedad nos había dicho que era apropiado.
Nuestros Guías nos explicaron que, en caso de necesitar alguna herramienta, ya fuese para el jardín o para el taller, pedir el dinero para comprarla sería un gasto total de energía, debido a que eso mostraría una falta completa de confianza de nuestra parte. Por lo tanto, esa era la forma incorrecta de hacerlo.
«SI NECESITAS UN MARTILLO, PIDE UN MARTILLO», fue el mensaje que recibimos un día en particular. Esta era la forma correcta, y debimos incorporarla a nuestro comportamiento normal. La “nueva” forma debería volverse parte natural de nuestro modo de hacer las cosas de ahí en adelante.
Antes de que pudiéramos obtener resultados visibles, tuvimos que aprender muchas lecciones, pero nosotros estábamos absolutamente resueltos a terminar lo que habíamos iniciado, ya que entendíamos que eso que estábamos haciendo era primordial.
Tuvieron que transcurrir muchos meses, pero al fin nuestras cabezas y corazones, endurecidos por la inactividad, comenzaron a ablandarse gracias al amor incondicional proveniente de los Devas, y en su debido momento las cosas se hicieron más fáciles.
«USAR LOS MÉTODOS QUE USASTE AYER PRODUCIRÁ LOS MISMOS RESULTADOS QUE OBTUVISTE AYER».
Eso dijo nuestro amado Maestro en una ocasión.
Bueno, sabíamos que cambiar el modo de ver las cosas haría que las cosas cambiaran de forma, literalmente, y esa era la meta principal en un comienzo. No teníamos más opción que desarrollar una nueva manera de pensar que, con el tiempo, cambiaría el mundo físico a nuestro alrededor.
Y luego estaba el asunto crucial que al principio no pudimos comprender: «USTEDES NO SON LOS HACEDORES».
«NI SIQUIERA UNA BRIZNA DE HIERBA SE MOVERÍA SIN LA VOLUNTAD TODOPODEROSA DE DIOS».
Una y otra vez, nuestros guías nos dijeron que los seres humanos no éramos más que humildes instrumentos que necesitaban ser guiados por La Mano Todopoderosa que Todo lo Hace, pero no podíamos verlo de esa manera. Aun cuando invertíamos mucho tiempo y esfuerzo en prepararnos para el trabajo, este no podría llevarse a cabo si no éramos capaces de liberarnos de los errores del pasado.
Ocurre que tantas veces la sociedad nos dijo que éramos nosotros los que hacíamos las cosas, que terminamos por creerlo. Debíamos abandonar la costumbre de creernos los hacedores.
Si la guía era correcta, y sabíamos que lo era, si nosotros no éramos los hacedores de nuestra realidad, ¿cómo podíamos deshacer algo que no habíamos hecho en primer lugar?
Teníamos dudas lógicas y entendibles, pero, a menos que pudiésemos deshacer el nudo conceptual, no tendríamos forma de salir del hoyo ético en el que estábamos metidos. Por lo tanto, estaba claro que deberíamos iniciar la expansión de nuestros propios cerebros para poder así resolver el acertijo que nos presentaba nuestro Divino Maestro.
En ese momento, era evidente que debíamos resolver el misterio antes de poder continuar nuestro camino hacia la verdadera libertad.
¿Qué vino primero: el huevo o la gallina?
Había un punto muy reñido que deberíamos entender bien con el fin de realizar nuestra tarea. Para poder introducir nuestra nueva forma de trabajo, debíamos deshacer el daño que décadas de desinformación y mentiras habían causado en nuestras cabezas. Era indispensable olvidar todo lo que creíamos saber para así poder reemplazarlo con el nuevo material que recibíamos.
«NO IMPORTA QUÉ TANTO HAYAS CAMINADO. SI HAS TOMADO EL CAMINO EQUIVOCADO AL COMIENZO DE TU VIAJE, INEVITABLEMENTE TENDRÁS QUE REGRESAR AL PRINCIPIO Y VOLVER A EMPEZAR».
Tu Baba
Los Devas estaban más que dispuestos a ayudarnos, pero muchas veces nuestros hábitos se nos cruzaban en el camino y no podíamos entender la guía, pues tratábamos de comparar lo que creíamos saber con la información que estábamos recibiendo y estas dos no se correspondían.
Habiendo atravesado por más de doscientos años de revolución industrial, los «nuevos inventos» con los que se nos ha estado bombardeando han provocado un daño irreparable en el conocimiento ancestral y, si nosotros realmente queríamos iniciar un cambio para mejor, tendríamos que deshacer el daño hecho y empezar de nuevo.
Al principio, y en relación con la cuestión fundamental de poder cultivar nuestros alimentos, se nos presentó el asunto de arar el suelo para permitir la entrada de oxígeno y a la vez quitar la maleza, como hacen los granjeros.
Bueno, la verdad es que la maleza no existe. La verdadera definición de maleza es la siguiente: una mala hierba es una buena planta que crece en un lugar donde no queremos que crezca. Nuestra generosa e increíblemente inteligente Madre Naturaleza no comete errores.
Obviamente, esta forma de pensamiento se opone a todo lo que los grandes monstruos —como Monsanto y otros— quieren que creas, ya que, de no existir las malas hierbas, la necesidad de utilizar herbicidas desaparecería de la noche a la mañana, y la humanidad presenciaría el colapso de una de las mayores maquinarias de generar enormes cantidades de dinero —aparte de la del cáncer— que el lado oscuro de la humanidad haya creado alguna vez.
Y la única forma de deshacer una maquinaria tan bien aceitada y establecida es desmantelar las rígidas estructuras de nuestro cerebro para poder así recibir la nueva información y utilizarla para el bien común.
Читать дальше