TIEMPOS DE SUPERCLÁSICOS Autor: Roberto Rabi GonzálezEditorial Forja General Bari N° 234, Providencia, Santiago-Chile. Fonos: 56-224153230, 56-224153208. www.editorialforja.clinfo@editorialforja.cl Diseño y diagramación: Sergio Cruz Foto de portada: gentileza de diario El Mercurio Edición electrónica: Sergio Cruz Primera edición: octubre de 2020. Prohibida su reproducción total o parcial. Derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor. Registro de Propiedad Intelectual: N° 2020-A-8846 ISBN: Nº 9789563384918 ISBN Digital: Nº 9789563384925
«La esencia de cualquier jugador que nace en Universidad de Chile es ganarle a Colo-Colo. Desde pequeños nos enseñan que puedes perder con cualquier equipo, salvo contra ellos».
Johnny Herrera
Para Sayen y Marcela,
auténticas joyas azules.
ESTO ES GRANDE, ES LO MÁS GRANDE
« Cuánta importancia se le da a todo principio. La primera vez que se piensa algo, la primera vez que se hace algo, el primer día de trabajo, la primera noche con alguien, tienen algo de trágico, agotador».
Clara Sánchez
Los estadios de fútbol hoy se construyen de norte a sur, no solo porque así lo prescribe la Fifa, sino por una razón práctica: evitar la incidencia del golpe de la luz solar en la vista de los jugadores. Campos de Sports, no seguía tal lógica, como varios otros estadios chilenos en aquel tiempo. Y uno que otro partido se definió por la arbitrariedad del astro rey. Vamos a hablar de uno de ellos.
Santiago era una ciudad pobre, la gran depresión había golpeado a nuestro país y el fútbol no era la excepción. No se trataba aún de un deporte masivo y popular. Tampoco era una excentricidad de extranjeros, sino una actividad social que concentraba por sobre todo la atención de quienes estaban vinculados a cada uno de los clubes. Por otra parte, comenzaba a predominar el fútbol rentado; el amateurismo, valorado y defendido en un comienzo, iba quedando atrás. El profesionalismo era ahora el paradigma, el lenguaje del futuro.
En 1934 la Asociación de Football de Santiago, AFS, había dividido sus clubes en dos secciones: una profesional y la otra amateur . La liga profesional era la estrella y los equipos indispensables eran: Magallanes, el patrón del fútbol patrio durante aquella época; Audax Italiano, un club de ciclistas que había evolucionado hasta convertirse en un titán del balompié santiaguino; y Colo-Colo, un cuadro cuyo punto de partida fue la inclaudicable voluntad de algunos próceres, personajes que, disconformes en Magallanes, habían decidido dar un paso al costado y hacer historia.
La U, por otra parte, era un equipo cien por ciento universitario. Para los laicos, 1935 fue un año decisivo en lo institucional, pero también en lo estrictamente deportivo. Los estudiantes de la Universidad Católica —que cinco años atrás se habían sumado al Universitario de Deportes— decidieron independizarse y formar el club deportivo de la UC. El equipo laico, que entonces llevaba algún tiempo empleando pantalón blanco, camiseta y medias azuladas (de una tonalidad bastante clara, más bien cian), no podía tener mejor nombre: después de varias denominaciones experimentales había pasado a llamarse, desde hacía un año, derechamente Universidad de Chile, igual que la casa de estudios. En materia de emblemas, el chuncho del Náutico había regresado al pecho de los universitarios. Luego de las disputas legales entre sus creadores, el estrigiforme, para nada sobrio símbolo de sapiencia, contrastaba con el nombre del equipo albo, escrito dentro de un listón negro que poco adornaba la camiseta del Mapuche.
La U ya disponía de un grupo inolvidable de jugadores: el portero boliviano Aguirre, el mediocampista Luis Tirado, el volante peruano de origen español Antonio Pulido, y los temibles delanteros Exequiel Bolumburu, Guillermo Riera y, su figura principal: Víctor «Cañón» Alonso. El debut en el Nacional Amateur de 1935 —en el que participó la U por ser el Campeón Metropolitano de la AFS— se produjo el 19 de abril de 1935, con un 4x2 ante Talca National en el estadio de Carabineros, para luego encadenar sólidas victorias en Campos de Sports: 4x2 al América de Rancagua, 2x0 al Artilleros de Costa, equipo de Talcahuano y 3x0 sobre Maestranza Central, el club de la factoría de ferrocarriles indisolublemente ligado al pueblo de San Bernardo. El partido que definió el título se jugó el 1 de mayo ante San Enrique de Iquique, club que representaba a la oficina salitrera del mismo nombre y que se adueñó del título tras vencer 3x1. Dicha definición sería atesorada por los nortinos con el nombre de la «Hazaña de San Enrique». Para el club estudiantil, que vendió cara su derrota con un gol de Alonso y una patriada del doctor Aguirre, que contuvo un penal a Arancibia a los 43 minutos, se trató de un adelanto de los tiempos gloriosos que vendrían más tarde.
Los buenos resultados del equipo universitario le permitieron captar el interés de los grandes, y así, se organizó un partido con Colo-Colo, cuadro absolutamente profesional y de gran popularidad en el país, en parte, gracias a su extensa gira internacional de 1927. Colo-Colo, centrado en los encuentros de la División de Honor, había goleado 5x2 a Badminton y enfrentaría al Audax Italiano en los días siguientes, en un verdadero clásico de la época, uno de perros grandes. Sin embargo, el amistoso con Universidad de Chile generó interés. Se jugaría con inmoderadas expectativas un 9 de junio de 1935. Un duelo entre un equipo amateur y otro profesional, tenía, por tal contraste, un condimento adicional que iba más allá de un simple juego amistoso. Era un poquito más que jugar, de un modo u otro, se enfrentaban dos lógicas que por tanto tiempo se habían contrapuesto en el balompié internacional y criollo.
Aquel día, los entusiastas barristas llegaron a las instalaciones que el filántropo José Domingo Cañas había entregado a sociedades benéficas de educación popular que él mismo sostenía; pastos ubicados en el terreno hoy situado en José Domingo Cañas con Campo de Deportes. Entre los casi 1500 espectadores, sin duda un número inusual para la época, estaba Juvenal Hernández, el rector de la Casa de Bello, vestido con un traje claro de lana, muy distinto de los negros que usaba en la semana, y un sombrero alón del mismo tono. «Si Universidad gana, significaría la supremacía del football amateur . Sería una apoteosis», informaba el Diario La Nación que leían los asistentes en aquella jornada.
Los estudiantes de ingeniería y leyes de la Universidad de Chile, tradicionalmente rivales, olvidaron su antagonismo y formaron un bullicioso contingente de más de trecientos fanáticos. A diferencia del resto de los asistentes a los Campos de Sports, formalmente vestidos como era tradición santiaguina en los eventos de día domingo, los estudiantes llevaban camisetas de colores azules, blancas y rojas y metían bulla, cantando: «¡El fútbol universitario le gana al fútbol rentado!».
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