Según cuenta Fran Ruvira, Karin se dedicó al periodismo tras el final de la Segunda Guerra Mundial, disfrutando de una celebridad pasajera al localizar y entrevistar a Salvatore Giuliano, un bandolero independentista siciliano al que se le identificaba con Robin Hood.
Se afincó en París a comienzos de la década de los cincuenta y allí conoció a Cocteau, Malraux, Juliette Gréco y Picasso. Estabilizó su agitada existencia tras casarse con un exsacerdote obrero llamado Louis Bouyer que le dio su apellido, según la investigación de Ruvira. Está enterrada en un cementerio de París.
Fue capturada por los alemanes cuando participaba en una misión de sabotaje en el desembarco de Normandía. Fue torturada por la Gestapo, pero no confesó. La ejecutaron en Ravensbrück de un tiro en la nuca. Tenía 23 años. Estaba casada con un suboficial de origen húngaro que murió en El Alamein.
La pequeña inglesa
Nadie sabe dónde descansan sus restos. Pero sí hay constancia de que Violette Szabo fue asesinada en Ravensbrück el 5 de febrero de 1945, unos meses antes de acabar la guerra. La obligaron a arrodillarse y un soldado de las SS le pegó un tiro en la nuca ante la presencia de Fritz Suhren, comandante del campo, que le leyó su condena a pena de muerte.
Szabo es una de esas mujeres que no solo arriesgó su vida, sino que además mostró un legendario valor en su lucha contra los nazis. Jorge VI, rey de Reino Unido, la condecoró a título póstumo, y los franceses le concedieron la Croix de Guerre por su heroísmo. «La pequeña inglesa», como la apodaban por su baja estatura, tenía 23 años cuando fue ejecutada.
Apellidada de soltera Bushell, había nacido en París cuando su padre trabajaba de conductor para el Ejército británico. Vivió su infancia en el norte de Francia, donde fue educada por una tía materna. Volvió a Londres en su adolescencia sin apenas saber inglés. Era muy aficionada al deporte, especialmente a la gimnasia y el ciclismo.
Al estallar la guerra, se alistó en la Women’s Land Army, siendo destinada a una fábrica de armas en Acton. Conoció a Etienne Szabo, un suboficial de origen húngaro. Se casaron y tuvieron una hija mientras su esposo luchaba en el norte de África contra Rommel. Nunca pudo ver su rostro porque perdió la vida en la batalla de El Alamein en 1942.
Violette Szabo fue reclutada en el verano de 1943 por el SOE, la unidad de operaciones encubiertas en territorio enemigo, ideada por el Ejército. Pasó medio año en centros de adiestramiento, en los que le enseñaron manejo de armas, tácticas de ocultamiento, criptografía y uso de explosivos. Estuvo casi tres meses de baja tras romperse el tobillo en un salto en paracaídas.
En abril de 1944, fue lanzada sobre el área de Cherburgo con el nombre clave de «Louise» junto a un compañero. Con una falsa identidad, se desplazó corriendo un enorme riesgo a Rouen. Allí contactó con la Resistencia, que prácticamente había sido desmantelada por la Gestapo. Retornó a Londres para informar del desastre. Pero estuvo a punto de morir porque en el viaje de vuelta su avión fue alcanzado por el fuego antiaéreo alemán, logrando aterrizar en condiciones extremas.
A primeros de junio, volvió a ser lanzada en paracaídas cerca de Limoges con otros tres miembros de su unidad, especialistas en cifrado y sabotaje. A Violette se le encargó ponerse en contacto con los maquis, que tenían como misión hostigar a las fuerzas alemanas mientras se producía el desembarco de Normandía.
Pocos días después, su jefe y amigo Philippe Liewer decidió enviarla a Correze como enlace del Ejército aliado. A pesar de que los franceses no podían circular en coche sin permiso, Violette se subió a un Citroën para recorrer un trayecto de unos 100 kilómetros. Una patrulla detuvo el vehículo en Salon-la-Tour. Iba armada con una pistola y media docena de cargadores. Cogiendo por sorpresa a los soldados alemanes, saltó del coche y se adentró en un huerto donde se parapetó tras un árbol, dando oportunidad de huir a su camarada. Vació toda su munición antes de ser detenida. Al parecer, mató a uno de sus perseguidores, aunque hay versiones del incidente que lo cuestionan.
Fue golpeada y torturada por sus captores, que la llevaron a la sede de la Gestapo en Limoges, donde fue interrogada. No dijo ni una sola palabra. A las pocas semanas fue conducida al campo de Ravensbrück y destinada a trabajos forzados. Allí vio morir a muchas de sus compañeras. Fue ejecutada cuando el Ejército Rojo había cruzado el río Oder y se dirigía a Berlín. Fue una venganza inútil porque la guerra ya estaba perdida.
Había nacido y crecido en El Cairo cuando fue reclutada por los servicios secretos israelíes. Participó en los atentados de 1954 contra instalaciones británicas y estadounidenses para desacreditar a Nasser. Fue condenada a 15 años de prisión y se refugió en Israel tras un intercambio de prisioneros.
Una sionista en tierra enemiga
Marcelle Ninio había nacido en El Cairo, no sabía hebreo, había estudiado en una escuela católica, destacaba en el baloncesto y nunca había estado en Israel. Pero fue reclutada por el recién nacido Mosad en 1951, cuando se ganaba la vida como secretaria, para actuar como agente en Egipto.
Era hija de un judío de origen búlgaro llamado Yacov y de madre turca. Cuando acabó el bachillerato, se convirtió en una fervorosa sionista y poco después fue reclutada por los servicios secretos israelíes. Se la destinó a una célula en la que era la única mujer.
Tres años más tarde, se vio implicada en unos hechos que cambiaron su vida: los atentados de El Cairo y Alejandría, llevados a cabo por iniciativa de la inteligencia militar israelí para evitar la salida de las tropas británicas del país tras la crisis de Suez. Israel temía que el presidente Nasser nacionalizara el canal y decidió crear un clima que indispusiera al régimen egipcio con Estados Unidos y la comunidad internacional.
Pinchas Lavon, ministro de Defensa, ordenó una operación encubierta para atentar contra instalaciones civiles británicas y estadounidenses con el objeto de responsabilizar de esas acciones a Nasser, que había derrocado al rey Farouk en 1952 y en el que veían una amenaza para los intereses occidentales. El trabajo de sabotaje fue encargado a la célula de Ninio, bautizada como Unidad 131, que entonces tenía 24 años.
En julio de 1954, los agentes israelíes colocaron un artefacto incendiario en una oficina de correos e intentaron poner una bomba que no explotó en un teatro británico de Alejandría. Uno de los autores fue detenido en el acto y al parecer delató a sus compañeros. También hicieron estallar otra bomba de nitroglicerina en una librería estadounidense en El Cairo. Hubo algunos daños materiales, pero ninguna víctima mortal.
Dos de los miembros de la unidad se suicidaron cuando estaban a punto de ser capturados. Ninio y otros compañeros fueron detenidos, torturados y encarcelados. Ella misma confesó años más tarde que había intentado suicidarse en prisión en varias ocasiones.
Más de seis décadas después, todavía hay incógnitas sobre la llamada Operación Susana. Al parecer, el Mosad no estaba de acuerdo con Defensa. Hay indicios sólidos de que el grupo de Ninio fue en realidad traicionado por Avri Elad, un personaje muy turbio que trabajaba para los dos bandos, de suerte que el Gobierno egipcio conocía la intentona.
Los autores de los atentados fueron llevados a juicio en diciembre de 1954. Nasser aprovechó la ocasión para hacer una campaña antijudía y antibritánica, mientras dos miembros de la célula fueron condenados a muerte y ahorcados. A Ninio, tras revelarse que las confesiones de los inculpados habían sido obtenidas bajo tortura, se la condenó a quince años de cárcel por ser mujer. Poco después, Avri Elad fue juzgado y sentenciado a diez años de prisión en Israel por advertir a los egipcios.
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