Lograron huir a Bulgaria, donde un aduanero detuvo al bailaor al ver en su pasaporte que era de Burgos. «Usted es búlgaro porque ha nacido en Burgas». Martínez tuvo problemas para convencerle de que había visto la luz en la villa del Papamoscas y no en Burgas, una ciudad del mar Negro. La pareja logró a pasar a una Rumania en guerra, de la que también Juan y su esposa tuvieron que salir corriendo para escapar de la devastación y la miseria.
Todo parecía irles de maravilla en la Rusia zarista. Llegaron sin un céntimo, pero muy pronto triunfaron con su arte y ganaron una considerable cantidad de dinero, hasta que estalló la Revolución y se quedaron atrapados en el país de los sóviets. Ida y vuelta de Moscú a San Petersburgo, luego a Kiev y, por último, a Gomel.
Los Martínez fueron testigo en esos lugares de las brutalidades de los comunistas y los blancos, que libraban una guerra tomando a la población como rehén: asesinatos, saqueos, violaciones y destrucción a escala masiva. Fue un milagro que pudieran seguir vivos y que lograran escapar en 1922, al conseguir un salvoconducto gracias a fingir que eran de nacionalidad italiana.
Salieron de Odesa en barco y pudieron regresar a España, hasta que decidieron instalarse en París. Aquí se pierde el rastro de los Martínez, cuya tragedia hubiera quedado en el anonimato sin el testimonio de Chaves Nogales, otra víctima de la barbarie y de la intolerancia que falleció prematuramente en su exilio en Londres en 1947.
Organizó la invasión de un ejército de 5000 guerrilleros que entraron por Arán para derrocar a Franco en 1945. Fue expulsado del PCE y condenado a muerte por Carrillo. Tras salir de la cárcel en España, se exilió en México hasta 1967. Acabó sus días como profesor de Alta Dirección en Mallorca.
Nada de lo que arrepentirse
Más de 40 años después de su muerte, la maldición que le persiguió en vida sigue ocultando su memoria. Y ello porque Jesús Monzón fue expulsado del Partido Comunista de España (PCE) en 1944 y acusado de traidor, semanas después de encabezar un ejército que penetró por el valle de Arán para derrocar a Franco.
Monzón era entonces el jefe del aparato clandestino de PCE en París y logró reclutar a más de 5000 guerrilleros republicanos españoles, que cruzaron los Pirineos para iniciar una guerra contra el régimen del yugo y las flechas. El dirigente comunista contaba con un apoyo aliado que no se produjo y fracasó en su intento.
Santiago Carrillo reprochó a Monzón la iniciativa, que no había obtenido la aprobación de la dirección del partido, refugiada en Moscú, y lo expulsó. Desde entonces, quienes osaban romper la disciplina eran tachados de «monzonistas», un adjetivo que durante tres décadas fue sinónimo de entreguismo al enemigo.
Pero Monzón, fundador y líder del PCE en Navarra durante los años treinta, nunca fue un traidor. Fue detenido por la Policía española en Barcelona en 1945 y posteriormente sometido a un juicio militar en el que resultó condenado a 30 años de cárcel. Evitó la pena máxima por la intercesión de sus compañeros de juventud en Pamplona, entre los que destacaba Tomás Garicano Goñi, ministro y prohombre del franquismo.
Esos lazos eran tan fuertes que Monzón salvó la vida al estallar el Movimiento en Pamplona gracias a que un amigo carlista, Francisco Lizarza, lo ocultó en su casa y consiguió pasarlo a Francia disfrazado de fraile capuchino. Por ese gesto Lizarza fue fusilado.
En 1959, Monzón salió de prisión y se marchó a México, donde encontró trabajo en un banco y luego como profesor del Instituto Panamericano de Alta Dirección Empresarial. El joven que había asaltado con armas en 1936 el Palacio de la Diputación y que había liderado el Frente Popular en Navarra empezó a ganarse la vida mediante la formación de los cachorros del capitalismo.
Monzón y Aurora, su mujer, volvieron a España en 1967 y el IESE de Barcelona le encomendó abrir una escuela de negocios en Mallorca. Fundó y dirigió en Palma el Instituto Balear de Dirección de Empresas hasta su defunción en 1973.
El comunista navarro fue un hombre perseguido por el infortunio. Perdió a su único hijo, estuvo en las prisiones franquistas durante 14 años y padeció la ignominia y el exilio. Pero según contó Enrique Lister, la Policía franquista también le salvó la vida al detenerlo, ya que Carrillo había ordenado su ejecución por traidor.
Jesús Monzón se negó en su lecho de muerte a recibir la confesión y le dijo al sacerdote: «No tengo nada de lo que arrepentirme». Ese podría haber sido su epitafio.
Actriz y periodista sueca, fue detenida cuando espiaba para la República española en el sur de Francia. Estaba fascinada por Lorca y trabajó en un hospital de Alcoy durante la guerra. Fue amante de Ingmar Bergman e inspiró varias de sus películas. Se refugió en París al final de su vida.
Entre la leyenda y el misterio
La actriz y poeta Karin Lannby murió en París en 2007 tras una larga vida no exenta de misterio. La gran paradoja es que su leyenda, agrandada con el paso del tiempo, no contribuye a esclarecer su poliédrica personalidad. Era una apasionada de Lorca y del teatro, pero también fue periodista, traductora y espía ocasional al servicio de la República española.
Había nacido en Linköping (Suecia) en 1916, en el seno de una familia acomodada. Si padre era el delegado de la Metro Goldwyn Mayer y su madre era una persona vinculada a la aristocracia. Karin ingresó en el Partido Comunista a mediados de los años treinta, cuando cursaba sus estudios universitarios en Estocolmo.
Hay imágenes de ella en el Congreso de Escritores de París en 1935, pero por aquella época ya había visitado España. En un viaje con su madre por nuestra geografía, la actriz sueca estuvo presente en el estreno de Bodas de sangre en Barcelona. Corría el año 1933 y quedó fascinada por el dramaturgo y poeta español. «Fue en el Poliorama, se volvió loca por Lorca y estableció un lazo obsesivo con él», señala el director alicantino Fran Ruvira, que lleva años investigando su vida para un documental.
Ruvira corrobora la falta de fiabilidad de los testimonios y documentos sobre su biografía, llena de incongruencias, porque Karin Lannby navegó siempre «entre la ficción y la realidad». Se sabe con certeza, sin embargo, que trabajó en un hospital de Alcoy durante la Guerra Civil y que también sirvió como traductora al Gobierno republicano.
Dada su simpatía por el comunismo y sus vínculos con el Comintern, fue enviada al sur de Francia, en concreto a Bayona, para intentar infiltrase en el bando nacional e informar sobre sus movimientos de tropas. Pero fracasó y fue detenida durante un corto periodo de tiempo. Cayó en desgracia, por lo que tuvo que volver a su país natal.
En 1940, fue reclutada por el espionaje sueco. Operaba con el nombre clave de Anette y, al parecer, mantenía contactos con los nazis para intentar averiguar si tenían planes para invadir Suecia, clave en los aprovisionamientos de minerales. También hay quien apunta que fue agente del NKVD soviético, pero no hay pruebas de ello.
Fue en esa época cuando mantuvo un turbulento affaire amoroso con Ingmar Bergman, al que inspiró varias películas. El realizador sueco nunca la olvidó pese a que la violencia y las frecuentes disputas marcaron su convivencia. Crisis (1947) y Pasión (1969) están basadas en aquella relación.
Luis Buñuel también la menciona en Mi último suspiro, sus memorias, en las que cuenta que había viajado a Estocolmo por encargo de la República para convencer a Karin de que sirviera como espía. Reconoce que se enamoró de la actriz, pero que nunca se atrevió a dar el paso de intentar entablar relaciones. «No intercambiamos ni siquiera un beso», escribe.
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