i’ vidi mosso me per tutto l’arco
che fa dal mezzo al fine il primo clima;
sí ch’io vedea di là da Gade il barco
folle d’Ulisse, e di qua presso il lito
nel quale si fece Europa dolce carco.
E piú mi fora discoverto il sito
di questa aiuola; ma ‘l sol procedea
sotto i mie’ piedi un segno e piú partito. 13
(XXVII, 79-87)
Si se confrontan ambas posiciones, se concluye que se ha producido un cambio en el espacio, y no sobra recordar el interés de los primeros comentadores de Dante por las medidas, el enclave y la forma del paraíso. Si el infierno y el purgatorio eran mensurables, el paraíso escapaba a esa percepción. El espacio divino trasciende la medida humana, y Dante se esfuerza para hacerlo concebible y para ello se sirve de la ciencia de la época, pero también de la literatura.
Aristóteles señala en el libro I de De caelo et mundo que el movimiento natural de los corpora simplicia llevó toda la tierra al centro del universo y toda el agua, aire y fuego a sus respectivas esferas. No es posible para él que la materia pueda presentarse bajo otra forma que no sea la del éter y la de los cuatro elementos y sus compuestos, ni era posible que más allá de la circunferencia externa de la esfera del éter, más allá del caelum , pudieran existir otros cuerpos. « Por eso, dice Aristóteles, las cosas de allá (arriba) no están por su naturaleza en un lugar, ni el tiempo las hace envejecer, ni hay cambio alguno en ninguna de las cosas situadas sobre la traslación más externa, sino que, llevando, inalterables e impasibles, la más noble y autosuficiente de las vidas, existe toda la duración del mundo » ( Acerca del cielo I. 9, 279a, 19-22). 14
Dante señala en el Convivio que estas palabras podrían interpretarse como una premonición de la verdad revelada. 15 En tiempos de Dante los cristianos cultos admitían que el universo podía ser material, esférico y único, pero consideraban por razones de fe que más allá del cielo físico se encontraba el paraíso, el caelum Empyreum o empíreo, lugar en el que vivían Dios y los santos. Tomás de Aquino dejó escrito que más allá del cielo existía una morada, que no era exactamente un lugar humano, en el que no había tiempo y no se daba la corrupción. Es difícil concebir un espacio que no existe en ningún lugar y dar a este concepto una expresión lingüística, pero lo cierto es que los teólogos hablan del caelum Empyreum como de un lugar. Dante, que era sobre todo poeta, inventor y creador de una realidad, intentó « trovare una maggior purezza di espressione » (Boyde 1984: 234) y así, cuando abandona las esferas del cielo, al que llama el « maggior corpo » , para acercarse al empíreo, al lugar en el que mora Dios, lo llama « pura luce » :
Noi siamo usciti fore
del maggior corpo al ciel ch’è pura luce:
luce intellettüal, piena d’amore. 16
(XXX, 38-40)
Así las cosas, el procedimiento que siguió Dante para presentar el cielo más alto consistió en traducir lo indecible, si no a términos concretos, precisos, sí a aquellos elementos cercanos a la comprensión humana. Me refiero a la simbología de los números. La geografía sagrada descansa en el número. Como dice Dauphiné:
La geografía sagrada, fundamentada en el número, pasa por esta empresa poética que consiste en traducir lo indecible a términos concretos, precisos y mensurables. (1984: 10).
Hay un axioma atribuido a Pitágoras, según el cual todo está organizado a partir del número. Si atendemos a la exégesis del neopitagórico del siglo I Nicómaco de Gerasia, no hay inconveniente en que esta noción se aplique a varios ámbitos, entre los que destaca la arquitectura, pues el número afecta de manera especial a la estructura de las cosas. Desde el mundo griego, las primeras leyes sobre el número aparecen en una atmósfera que mezcla el misticismo con el rigor científico. El número es sagrado en sí mismo porque simboliza las fuerzas que organizan y ponen orden y proporción al universo. El girar de los planetas está subordinado a relaciones numéricas. En el curso de los siglos, los números se convirtieron en soporte de las grandes analogías porque permitían establecer un orden y organizar dominios muy diversos, desde la cábala, tradiciones esotéricas muy antiguas, etc. (Heitz 1976).
Hay obras canónicas en el estudio de los números, entre las que destacaré el Liber Numerorum 17 y las Quaestiones in vetus Testamentum 18 de san Isidoro. En esta última descubrimos, entre los mil y un misteriosos vínculos suscitados por el número, un pasaje que asombra lo mismo al historiador de la literatura que al de la arquitectura. Se refiere a la composición del Arca de Noé como símbolo de la Iglesia, considerada como cuerpo místico de Cristo, del Cristo hombre perfecto (de ahí la necesidad de encontrar en el arca la proyección de las proporciones del hombre perfecto). La longitud del arca es de trescientos codos, la anchura de cincuenta y la altura de treinta. Treinta significaba para san Isidoro la duración de la vida de Cristo, trescientos la duración de la ley antigua, cifra que significa también las seis edades del mundo, cada una de las cuales está prefigurada por cincuenta. Estas correspondencias ejercieron una enorme atracción, por lo que no es extraño que se produjeran trasposiciones a otras disciplinas.
La geografía sagrada necesita del número para expresarse, y la Commedia se apoya en una verdadera liturgia del número. El cosmos poético que construye Dante no es una expansión al infinito, sino que está sometido a las leyes del número. Este culto es uno de los grandes ejes directores de la obra, porque a partir del número se descubre la lógica de los azares del viaje: descripciones, digresiones, reencuentros, etc. Todo es número: el hombre, el viajero Dante, el cosmos, la Trinidad santa, el poema entero. « Nadie entre aquí que no sepa geometría » , habría podido escribir Dante. Hay muchas construcciones que dependen del número tres, desde la terza rima hasta el hecho de que los tres lugares geográficos y teológicos de ultratumba ofrezcan una perspectiva sobre el cielo estrellado. 19 Pero también hay episodios agrupados a partir del número 11 o el 22, profecías que se encadenan con un intervalo regular, etc. Estamos, en todos los casos, ante la misma preocupación por el equilibrio.
En el Paraíso no hay cifras que revelen distancias, como en los libros de viajes, sino números escondidos en la estructura del poema que revelan relaciones armoniosas, orden, jerarquía. Para los sabios del siglo XIII, el cosmos era resultado de un pensamiento organizado. El universo era testimonio de una disposición armoniosa. En numerosos pasajes del Paraíso o en el Convivio , el tema del orden, la jerarquía, es un principio central 20 y el círculo es una de sus expresiones máximas.
En un estudio capital para entender la Commedia , Lotman (1980) mostró cómo la noción de espacio está vinculada a un código de valores morales. En el eje alto-bajo que domina el arte y pensamiento medievales, la ascensión es el único medio de encontrar la divinidad. Desde el centro de la tierra hasta Dios, la cosmología circular de la Divina Commedia se eleva verticalmente. Desde los círculos del infierno y las cornisas del purgatorio hasta los cielos del paraíso, todo es un universo de círculos y el poeta geóme-tra 21 descubre que la trinidad santa es un círculo en un círculo (XXXIII, 115-120). La esfera celeste y el círculo son la base geométrica del cosmos y testifican, conforme a la filosofía de la época, una visión perfecta del universo. 22
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