Uno de ellos es El libro del Infante Don Pedro de Portugal, el cual anduvo las cuatro partidas del mundo , cuyo autor es Gómez de San Esteban, tal y como aparece en el prólogo de la edición de 1563, impresa en Burgos por Felipe de Junta. A pesar de ser un conjunto de tópicos relacionados con los viajes reales que empezaban por el viaje y la visita a los Santos Lugares, pasando por Venecia, donde los viajeros (doce compañeros y, con el mismo infante, trece « como nuestro señor Jesu Christo con sus discípulos » ) embarcan para Chipre de donde pasan a Tierra Santa, hay algunas menciones relacionadas con los elementos que configuran el cuadro del Paraíso Terrenal. Los viajeros parten hacia las tierras de Armenia « y aquesta es la tierra de que mana infinita leche y miel » . Aparte de una fuente cuyas aguas se aclaran mediante la intervención del unicornio, en esta tierra, « entre las fieras passa un rio ardiente, donde se cogen muchas piedras preciosas » . El Infante don Pedro se propone como meta visitar a Preste Juan y, además de contar las mismas historias que ya circulaban como elementos legendarios y místicos, cuenta un episodio nuevo, de tipo religioso-alegórico, esto es, la colocación de los cuatro vasos de oro en la mesa. Uno contiene una calavera « cabeça de homeu morto » , otro un poco de tierra, el tercero las brasas que recuerdan el infierno y el último vaso unas peras partidas por la mitad, peras que nacen entre los ríos Tigris y Éufrates, y que contienen la imagen de un crucifijo. Después de ver todas las maravillas de la tierra de Preste Juan, los viajeros deciden volver a España. Preste Juan les proporciona « dromedarios » y guías. « Partimos dalí huma segunda feira, e atravessamos deide a cidade de Edicia, até o Paraiso Terreal » . El viaje sigue a través del desierto: «Nestes desertos nao ha caminhos, que guiem as pessoas, echegando nos a vista da Terra do Paraiso Terreal, as guias, que nos deu o Preste Joao, nao deixarao passar por diante». 7
Parece evidente que el mito del Paraíso Terrenal conoce, a finales de la Edad Media, una larga etapa de silencio textual; parece normal incluso que participe de la decadencia del mito de Preste Juan. Los viajeros sitúan la tierra maravillosa del Preste, a finales del siglo XV y sobre todo en el siglo XVI, en África; este cambio geográfico no es en realidad más que el resultado de la necesidad de búsqueda de un espacio que contenga todos los elementos o, al menos, parte de ellos, aludidos en la famosa carta convertida en el objeto-guía mágico. Etiopía es la nueva tierra de Preste Juan, pero no se la asocia ya con el Paraíso Terrenal.
Al final del siglo XV se conoce una nueva experiencia de naturaleza geográfica . Se trata de los viajes de descubrimiento de Cristóbal Colón, una de las más controvertidas figuras de la historia de la época. De hecho, en torno al Almirante (lugar de nacimiento, origen, raza, religión, andanzas previas, conocimientos, iniciación, etc.) se ha preparado una tupida red de leyendas que permiten al lector moderno una interpretación siempre nueva de sus hazañas y aventuras. Entre las historias que se articulan en torno a la figura de Colón, hay un puñado que lo considera como un visionario, un iniciado que entiende, tal y como lo difundían las corrientes milenaristas de la época, que los « tiempos escatológicos » están por venir y por ello es necesario difundir la palabra de Dios, incluso en aquellas partes del mundo donde difícilmente podía llegar. En lugar de ver a un Colón, marinero y explorador, vemos a un aventurero más cercano a esos « caballeros comprometidos con la búsqueda del Grial » que a la gente de su época. Es difícil saber la verdad; los documentos tienen lagunas y su interpretación ha sido, a lo largo del tiempo, sesgada. Lo que sí es cierto es que Colón conoce los principales libros de viajes medievales, especialmente el de Marco Polo y el de Juan de Mandeville, así como la Imago Mundi de Pierre d’Ailly. También es verdad que la cartografía medieval incluía la tierra de Preste Juan y, a veces, también el Paraíso Terrenal en muchos de los mapas que Colón pudo haber conocido y estudiado. No es de extrañar, pues, que la aventura de cruzar el Océano en búsqueda de Cipango incluyera también como perspectiva el acercamiento al Paraíso Terrenal.
Los diarios de los viajes de Colón, a pesar de su manipulación, encierran el asombro maravillado del viajero, tal y como lo interpreta fray Bartolomé de las Casas, ante la belleza de las islas que está descubriendo. Cierto es que el tópico de la isla, vista como locus amoemus e incluso como el jardín de las delicias , formaba parte de la sintaxis del discurso de los libros de viajes y lo encontramos en todos los viajeros antes mencionados. Colón se maravilla de la pureza del aire, de la naturaleza exuberante, de la multitud y variedad de pájaros y, como signo especial, alude al « maravilloso » perfume de los árboles y flores. Todos estos elementos figuran en el cuadro intertextual del Paraíso Terrenal. El « nuevo mundo » descubierto por Colón tiene mucho que ver con la imagen prestablecida y ejercerá su fascinación en todos los aventureros y conquistadores posteriores. Al mito de la isla paradisíaca se le añade el de Eldorado, la tierra del oro, la ciudad dorada, cuyo rey, envuelto en una capa de oro, practica los ritos sagrados de las ofrendas en oro y esmeraldas al río, cuna de su isla, su ciudad y su reino. La carta de Amerigo Vespucci, convertida en el conocidísimo apócrifo Mundus Novus , contiene todos estos elementos descritos en un registro superlativo. Se cuenta sobre una tierra cubierta de árboles muy altos, siempre verdes, donde hay frutos y flores a la vez, cuyo perfume embriaga al viajero. Se habla de la multitud de pájaros y de la belleza de su canto; todo esto lleva al viajero a afirmar que se debe encontrar muy próximo el Paraíso Terrenal. A todo esto, a lo largo del siglo XVI se añaden testimonios diversos de navegantes y conquistadores; todos consideran esta tierra, el «nuevo mundo», o América, una tierra bendecida con todas las bondades y bellezas; además, aparecen testimonios sobre la longevidad de sus habitantes y lo saludable de su clima. El interés se centra especialmente en Brasil. Sin ninguna duda, todos los documentos, las crónicas y las historias sobre las Nuevas Indias dan muchos detalles que permiten acercarse o incluso identificar estas tierras con las soñadas por los viajeros de todos los tiempos. No vamos a detenernos aquí en la desviación del mito del Paraíso Terrenal hacia América; sólo mencionaremos algunos detalles curiosos como, por ejemplo, el intento de identificación del fruto del árbol del bien y del mal con algún fruto exótico. Antonio de León Pinelo cree que el fruto de maracuyá hubiera podido inducir a Eva a pecar, por su aroma y exquisitez. La flor misteriosa de este árbol llevó la marca de la pasión de Jesucristo; por ello a este fruto lo llaman « de la pasión » . Muchas y grandes virtudes encuentran asimismo al ananás, y olvidándose o ignorando el origen guaraní de esta palabra, la relacionan con el Anna nascitur (santa Ana, madre de la Virgen).
Nos gustaría, al acabar, hacer unas consideraciones sobre Antonio de León Pinelo, una de las figuras más interesantes del siglo XVII. Aparte de otras obras, de interés histórico, es un apasionado coleccionista de libros, y fruto de su tesón de investigación bibliográfica tenemos el Epitome de la Bibliotheca oriental, occidental, náutico y geográfico . 8 Buen conocedor de las Indias, redacta una Historia del Nuevo Mundo , hoy perdida. Por lo que se sabe, utilizó gran parte de la información de esta Historia para su gran obra, el Paraíso en el Nuevo Mundo (1650-1655), considerada una importante descripción del nuevo continente en la línea de las utopías renacentistas. He aquí que, a finales del siglo
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