Los estudios sobre el franquismo han convertido en casi una regla metodológica la división de la dictadura en los diferentes períodos temporales que corresponden, no a los cambios en la orientación política del régimen, sino a su adaptación a la marcha de la historia en Occidente, lo que permite una mejor comprensión de las aparentes variaciones del discurso del poder sin que este cambiara fundamentalmente nada en su línea política. Así, del apoyo claro a las potencias del Eje durante la Segunda Guerra Mundial, se pasará a un discurso pseudoliberal para acercarse a las democracias que habían vencido a Alemania e Italia en 1945. En su libro Pensamiento español 1939-1973 , 5 Elías Díaz sigue más o menos ese esquema para estudiar la evolución de las ideas hasta principios de los años 1970, incluyendo en él las producciones culturales del exilio republicano. El presente estudio quedará circunscrito al período 1939-1945; en primer lugar porque no se tratará del pensamiento español, sino del pensamiento o de las ideas franquistas, tal como aparecen expresadas en los órganos culturales puestos en circulación, y, por supuesto, controlados por el Estado; además, porque consideramos que si se puede hablar del pensamiento del franquismo, este se fraguó en esos años; los valores a los que continuamente se refirió el poder y los hombres e instituciones en los que se apoyaba, los esquemas mentales e incluso la retórica empleada para expresarlos, desembarazada de algunos tics claramente fascistas de los primeros tiempos, fueron siempre los mismos hasta la muerte del dictador. La verdadera tarea de pensar en España, lo que podríamos calificar, con propiedad, de ideas, se situaron siempre fuera y en contra del espacio oficial, y hasta mediados de los años 1960 no empezaron a poder expresarse más o menos públicamente y más o menos tímidamente. Es muy revelador que el único libro producido y publicado en España entre 1940 y 1945, señalado como importante por Elías Díaz, en el estudio a que nos hemos referido, sea la Historia de la filosofía (1941), de Julián Marías, filósofo católico situado al margen del entramado oficial –con el que colaborará ocasionalmente–, y que una de las características de ese libro, fuera, según el autor, que para elaborarlo tuvo que pensar . 6
En la escuela, en la Universidad, y en la producción cultural sostenida por el poder o que se desarrollaba en su círculo, las ideas, hasta la muerte del dictador, siguieron siendo fundamentalmente las elaboradas en los años que van del final de la Guerra Civil a la terminación de la Segunda Guerra Mundial. Bastaría recorrer las intervenciones y discursos del dictador a lo largo de los años, para darse cuenta de la repetición ad nauseam de los mismos principios, que flotan en un mar de retórica sin relación con ninguna realidad o ni siquiera con ninguna lógica que no fuera la de la retórica misma que los estructuraba. Los dos párrafos que siguen, pertenecientes a dos discursos del general Franco, pueden servir de ilustración de nuestro propósito. El primero pertenece al comienzo de la dictadura, el segundo, al último del dictador, algo más de un mes antes de su muerte:
Salamanca, junio de 1938 .
Proclamamos al mundo nuestra verdad, y éste no quiso o no pudo oírla, apagadas nuestras voces por el rugido fiero e inhumano de los Frentes Populares, de los agentes comunistas y de los ofuscados demócratas que han ayudado a los rojos de España, no tanto por amor a su causa, cuanto por odio a nuestro pueblo: Frente a nuestras verdades de la guerra y a la verdad de nuestra política social y de nuestra justicia, prevalecieron las falsas apelaciones a la democracia y los toques a rebato de las Internacionales. 7
Madrid, 1 de octubre de 1975 .
Gracias por vuestra adhesión y por la serena y viril manifestación pública que me ofrecéis en desagravio a las agresiones de que han sido objeto varias de nuestras representaciones y establecimientos españoles en Europa que nos demuestran una vez más, lo que podemos esperar de determinados países corrompidos que aclara perfectamente su política constante contra nuestros intereses. [...].Todo obedece a una conspiración masónica izquierdista en la clase política en contubernio con la subversión comunista-terrorista en lo social, que si a nosotros nos honra, a ellos les envilece. 8
En esos principios debía quedar enmarcada la producción intelectual aspirante a ser reconocida oficialmente de una forma o de otra. La salida del rectorado de las universidades de Madrid y Salamanca de Pedro Laín Entralgo y Antonio Tovar, en 1956, por haberse apartado ligeramente de la línea del poder, son muestras lo suficientemente significativas de ello; tanto más cuanto que ni los dos hombres, ni su obra, eran lo que se pudiera llamar intelectuales enfrentados al sistema; todo lo contrario, habían contribuido a su elaboración. Casi diez años después, el franquismo daría otra muestra de lo que debían ser las ideas en España, de cómo se debía pensar: en 1965, serían apartados de sus cátedras de la universidad de Madrid José Luis López Aranguren, Enrique Tierno Galván y Agustín García Calvo, estos ya más claramente opuestos a la dictadura. Y, por si no quedara claro, el texto de un intelectual del franquismo, catedrático de la Universidad de Madrid, escrito en 1974, apenas un año antes de la disolución de la dictadura, despejaría cualquier duda al respecto. En el prólogo del tomo IX de Las mejores novelas contemporáneas, 1935-1939 , colección editada por Planeta, el catedrático de la Universidad de Madrid, Joaquín Entrambasaguas, escribe:
[...] los tradicionalistas, aquellos héroes del pensamiento español, en perpetua y noble guerra desde tantos años antes –vida y luz del claudicante y pródigo siglo XIX, que siguió a 1808 frente al repugnante liberalismo de izquierdas y derechas; con los [...] monárquicos [...] y con aquellos muchachos de Acción Católica [...] [y] otras agrupaciones animadas del mismo espíritu salvador de Dios y de España [...] que habían de constituir el fermento del Movimiento Nacional y hacerlo triunfar bajo la égida del Caudillo Francisco Franco. 9
Así, en el ámbito político, las ideas debían apartarse del liberalismo que había producido el siglo XIX; el texto anterior es solo una muestra de lo que el régimen repitió durante cuarenta años, por boca o pluma de todos sus representantes, empezando por el primero de ellos. España, decía Franco, se ha «separado de los patrones políticos estilo liberal, tan siglo XIX», ya que «el fracaso experimental reiterado descartaba las soluciones de constitucionalismo habituales a partir del [ese] siglo». 10 La filosofía, por su parte, no debía apartarse del dogma católico, lo que la alejaba de todo el pensamiento moderno producido en Occidente desde el siglo XVII, es decir desde el concilio de Trento, que era el referente absoluto de la Iglesia católica durante el franquismo, y que, siendo el catolicismo el horizonte insuperable del régimen (parafraseando a Sartre), era también el límite que el pensamiento debía tener siempre presente.
Intentaremos trazar aquí un panorama, lo más amplio posible, de las ideas que van a querer rellenar el vacío producido por el derrumbamiento de la Segunda República y el exilio de sus representantes intelectuales más conspicuos, del pensamiento que va tratar de poblar el desierto cultural producido por la llegada al poder de una dictadura de origen fascista. Buscaremos ese pensamiento en los principales soportes en que se expresó, y en algunas de las obras de los intelectuales más representativos de lo que se llamó el nacionalsindicalismo , es decir el fascismo español, y del nacionalcatolicismo : la Acción Católica y el Opus Dei . Y esos soportes son: la revista Escorial , órgano del grupo de intelectuales falangistas que tuvo en sus manos el Servicio Nacional de Propaganda; la Revista de Estudios Políticos , órgano del Instituto de Estudios Políticos, controlado también por FET y de las JONS, y la revista Arbor , portavoz del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en manos de la facción autoritaria del catolicismo español, Asociación Católica de Propagandistas (acndp) y Opus Dei .
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