El repaso a Escorial pone en evidencia el carácter abiertamente fascista de sus colaboradores y la larga vida de muchos de los tópicos creados entonces. Personajes clave de la revista fueron Dionisio Ridruejo, director general de Propaganda entre 1938 y 1941, y Pedro Laín Entralgo. Respecto al primero, por más que luego cambiara, Negró nos pone en la pista de que su alejamiento del régimen en 1942 fue más por falta de fascismo que por falta de liberalismo. En Escorial pueden leerse las ocurrencias, por llamarlas de alguna manera, además de los citados, de Eugenio Montes, Alfonso García Valdecasas, Juan José López Ibor, Antonio Tovar, José Antonio Maravall, Gonzalo Torrente, Javier Conde... Estamos ante un selecto grupo representativo del fascismo español, partidarios del Estado totalitario y admiradores de Hitler. Un miembro del psoe como Ignacio Sotelo mantuvo a comienzos de los ochenta un pequeño debate con el historiador Herbert Southworth en el que afirmó, refiriéndose a Ridruejo y Tovar, que quien no hubiese comprendido que en esos años se podía ser fascista, inteligente y honrado es que no había entendido nada. Y todo porque Southworth había dicho que no entendía tanta loa a los fascistas mencionados y tanto olvido de honrados antifascistas como Juan Negrín.
Las referencias de los colaboradores de Escorial son Trento y Menéndez Pelayo; su misión, por mucho que la adornen, no era otra que justificar el franquismo de las formas más peregrinas. Los textos seleccionados por el autor muestran que la ideología de Falange era mera retórica dictada por las circunstancias de cada momento. También hubo colaboradores liberales pero todos tuvieron en cuenta la ideología de la revista. Ahí se fijan los tópicos históricos que tanto han durado, tales como la negación de la Ilustración (siglo XVIII) y del liberalismo (siglo XIX), y la exaltación de la España imperial (de los Reyes Católicos a Felipe II), de la que Franco vendría a ser continuador. Este uso de la historia se prolongará durante décadas. Del siglo XIX, por ejemplo, solo se salvarán la llamada Guerra de la Independencia, Fernando VII y la Restauración; el resto, las Cortes de Cádiz, el Trienio, las desamortizaciones, la Gloriosa y la Primera República, será borrado de los programas de enseñanza, como podemos atestiguar incluso quienes cursamos estudios de historia en la universidad de los años setenta. Tiene su explicación, ya que como nos recuerda Luis Negró, según uno de los colaboradores de la revista, hay hechos históricos que han de quedar fuera de la historia por motivos de orden público u orden ético.
Al igual que Escorial la Revista de Estudios Políticos , dirigida por García Valdecasas, quedó también bajo control de FET-JONS. El autor expone los contenidos y analiza su orientación ideológica, abierta a los diferentes grupos que apoyaban la dictadura. Parte de los colaboradores son los mismos de Escorial . De especial interés resulta el análisis que se realiza de los cambios que la realidad política europea va imponiendo al ritmo de la Segunda Guerra Mundial, cuyo punto de inflexión sería 1942 con el inicio de la decadencia nazi. Palabras que significaron una cosa, deben significar a partir de entonces otra o incluso lo contrario. Sería el caso de la palabra totalitario. Este ejercicio de cinismo político va en paralelo al abandono del fascismo y a la exaltación del catolicismo como elemento central de la sociedad y del Estado. Resulta asombroso comprobar, a medida que los fascismos se hunden, el esfuerzo que conocidos catedráticos de universidad se toman para demostrar que España no es lo que parece, sino la vanguardia de lo que ha de venir: una democracia y un Estado de Derecho. Estos cambios acarrean una redefinición general de ideas y conceptos que Luis Negró expone con singular agudeza, no exenta de cierta ironía en ocasiones. Son numerosos los textos que moverían a la risa si no fuera porque sabemos el contexto social, económico y político en que tal cúmulo de sandeces fueron escritas.
Está bien trazado el paso del Nacional Sindicalismo al Nacional Catolicismo y la insistencia en presentar a España como «reserva espiritual de Occidente» y modelo y solución para Europa. La presencia de los colaboradores católicos va en aumento y los efluvios fascistas van disipándose poco a poco. Al mismo tiempo, como la inicial «voluntad de Imperio» ha quedado en nada, el Franquismo vuelve sus ojos a Hispanoamérica en medio de una verborrea plúmbea sobre la Hispanidad que llega a convertirse en discurso habitual durante años. Negró capta las huellas del miedo que se apodera de la élite dirigente con el final de la guerra mundial. El régimen se queda sin sus apoyos nazi-fascistas y tiene que atender a dos frentes: el exterior, con la condena de la onu, y el interior, con la urgencia de ciertos sectores favorables a Franco en que se garantice el retorno a la monarquía. Esto se plasmará en la Ley de Sucesión de 1947.
El autor estudia finalmente la revista Arbor , controlada por el Opus Dei y que verá la luz en 1944. Aquí entramos en el terreno del catolicismo integrista, con nombres como el ministro beato Ibáñez Martín, en cuyas manos se pone nada menos que la educación del país; el fraile López Ortiz y el sacerdote opusino José María Albareda, al que se coloca al frente del CSIC. Entre los colaboradores algunos de las revistas anteriores y numerosos curas.
La evolución ideológica de 1939 a 1945 queda claramente trazada por Luis Negró, que insiste con razón en que no estamos simplemente ante unas revistas orientadas hacia las élites franquistas que apenas ejercían influencia fuera de esos círculos. No, se trata de reflejar la deriva ideológica del franquismo inicial y de sus principales colaboradores, catedráticos bajo cuya influencia se formaron varias generaciones de universitarios y que, con la elección de algunos de sus colaboradores mediante cooptación, dejaron marcado el camino a seguir para otras cuantas promociones.
Y volviendo al principio, el trabajo desvela de dónde surgieron las ideas de Linz. Este, nacido en 1926, se formó en Falange, donde destacó, y con Javier Conde; de hecho llegó a colaborar en la Revista de Estudios Políticos . Es difícil no acordarse de él cuando se leen las asombrosas cabriolas mentales de la intelectualidad franquista para demostrar que España no había sido ni era un país totalitario. Luego demostrará haber aprendido la lección. La lectura del trabajo de Luis Negró alerta, como él mismo advierte, sobre la permanencia de algunas de las ideas y conceptos creados en aquella etapa en la España actual. Herencia de esas ideas son el desprecio por la política –terrible la frase de Franco: «Más sincera es la voluntad de un pueblo cuando lucha que cuando vota»–; la visión tópica y maniquea de nuestro pasado histórico, que se resiste a desaparecer, y la posición de la Iglesia española, con sus privilegios intocados y con tal omnipresencia en el espacio público y civil que cada día parece añorar más los tiempos del nacionalcatolicismo.
Hacía falta adentrarse en aquella etapa negra y recordarnos qué ideas sustentaron el primer franquismo y quienes fueron los encargados de crearlas y exponerlas. Sobre todo teniendo en cuenta que con ellas y con sus responsables se formó buena parte del personal que ocupará los centros de poder a partir de la Transición. Quizás esto explique algunas de las particularidades de nuestra democracia. De aquí el innegable interés del trabajo de Luis Negró.
FRANCISCO ESPINOSA MAESTRE
1 Jordi Gracia, La resistencia silenciosa , Barcelona, Anagrama, 2004, p. 23.
2 La Gaceta , 9 de noviembre de 2011.
3 L. Negró Acedo, Discurso literario y discurso político del franquismo. La literatura como soporte y correa de transmisión de los postulados ideológicos de la dictadura (1936-1966) , Madrid, foca, 2008.
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