Enrique Soria Mesa - Los últimos moriscos

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El proceso de expulsión de los moriscos decretado por Felipe III (1609-1614) parecía haber acabado con la presencia secular del Islam en España; así desde luego lo ha dejado establecido toda la historiografía especializada. El presente libro demuestra que no fue así, y que a pesar de las órdenes regias miles de moriscos lograron permanecer ocultos en nuestro país, especialmente en el reino de Granada. Sorprende su enorme capacidad de recuperación económica y social. Parte del grupo se integró perfectamente, disolviéndose en la masa cristiano y un buen número de ellos, conservó actitudes religiosas y culturales que se pueden calificar de heterodoxas, y fue reprimido por la Inquisición en 1727. El colectivo mantuvo parte de su identidad hasta finales del siglo XVIII. Es esta, pues, una nueva historia de España, olvidada hasta el momento.

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16A. J. Díaz Rodríguez, «Sotanas a la morisca y casullas a la chinesca. El gusto por lo exótico entre los eclesiásticos cordobeses (1556-1621)», Investigaciones Históricas , 30 (2010), pp. 31-48.

17S. Otero Mondéjar, La reconstrucción de una comunidad. Los moriscos en los reinos de Córdoba y Jaén (ss. XVI-XVII) , Córdoba, 14 de noviembre de 2012 (Mención Internacional). En vías de publicación.

18Estando cerrado ya este libro vio la luz el volumen colectivo Los moriscos: expulsión y diáspora. Una perspectiva internacional , editado por Mercedes García-Arenal y por Gerard Wiegers, Valencia-Granada-Zaragoza, 2013. Aunque sus páginas reúnen algunos estudios de gran valor, sólo tiene relevancia expresa para lo que me interesa el artículo de James B. Tueller, «Los moriscos que se quedaron o que regresaron», basado en la consulta de unos cuantos legajos de la sección de Estado del Archivo General de Simancas, ya transitados por mí y por Santiago Otero Mondéjar. Por tanto, aunque no ha podido incorporarse al texto, no supone, creo, novedad de especial transcedencia, aunque sea interesante, sin duda alguna.

La nueva élite

Resulta imposible conocer cuántas personas compusieron la comunidad morisca que logró escapar de los decretos de expulsión, tanto del de 1570 como del que sancionó Felipe III a partir de 1609. Por varias razones.

La primera, porque ni siquiera contamos con un listado completo (ni incompleto) de las personas y familias a las que se permitió quedarse de manera oficial. Bernard Vincent nos ofreció hace muchos años una relación de algunos de los autorizados, y hace poco tiempo Rafael Pérez García editó otra lista, ambos documentos de procedencia simanquina y referidos a la coyuntura post-bélica de tiempos de Felipe II. 1

Pero estos interesantes documentos son sólo la punta del iceberg. A medida que se navega entre los papeles de la Cámara de Castilla y de Estado, secciones ambas del Archivo General de Simancas, se encuentran multitud de permisos regios, en documentos por desgracia muchas veces inconexos y ácronos, que nos van añadiendo nuevos nombres.

La situación empeora, por así decirlo, si nos referimos al siglo XVII. En esta coyuntura, realmente no conocemos a cuántos se les permitió quedarse, que debieron ser muchos, pues no se ha encontrado que yo sepa un listado oficial de los colaboracionistas que fueron indultados para siempre. Quizá no lo hubiera.

Porque en ambos momentos históricos, sobre todo en el segundo, lo que funcionó como principal forma de permanecer en el territorio fueron los pleitos entablados contra la administración. Litigios en los tribunales regios que adoptaron la forma de demostraciones de cristiano viejo , en el sentido jurídico del término, tras los cuales, y creo que la gran mayoría de las sentencias fueron favorables a los pretendientes, los beneficiarios del fallo judicial pudieron quedarse en su tierra de origen.

Y esto, claro, impide conocer quiénes y cuántos fueron los agraciados. Algunos documentos nos hablan de cientos y cientos de pleitos, pero tampoco sabemos qué porcentaje se ganó y cuántos no consiguieron demostrar su derecho y fueron definitivamente expulsados. 2

Todo se complica si introducimos dos nuevos factores en el tablero de juego. Por un lado, aquellos que consiguieron retornar, de forma subrepticia, a sus territorios natales o a otros de la misma España. Regresos ilegales, por supuesto, pero que debieron dar sus frutos en multitud de casos, pues hay referencias suficientes para otros territorios como para pensar que Granada quedara al margen del fenómeno.

Por otro lado, estoy seguro que cientos de moriscos, miles seguramente, se quedaron ocultos tanto en la Corona de Aragón como en la de Castilla. Y el reino de Granada seguro que no fue una excepción. Aquí sí que las cifras son imposibles ni siquiera de suponer, lo que no es ningún problema, lo importante es la constatación del hecho. Ulteriores estudios, de corte monográfico, tal vez vayan desvelando el alcance que tuvo este fenómeno.

En lo que a Granada se refiere, por tanto, es imposible saber cuál fue el contingente que permaneció. Imposible a todas luces. Por ello, he optado no tanto por analizar todas las familias de que tengo constancia fueron descendientes de moriscos sino, este matiz es fundamental, todas aquellas estirpes que tuvieron conciencia de serlo y que actuaron como una comunidad, por leves que fueran sus lazos con el núcleo de la misma.

Es decir, he prescindido del análisis genealógico, esto sí hubiera sido algo meramente erudito, de las familias que sé pudieron quedarse por permiso regio pero que de inmediato desaparecen , subsumidas en la sociedad dominante. Aquellos hombres y mujeres que optaron, ya a comienzos del siglo XVII e incluso puede que desde antes, por casarse con cristianos viejos, ser fieles a la religión católica y separarse del todo del grupo del que procedían. No sólo por una cuestión de método, sino también porque de esta forma han dejado poquísimas huellas de su devenir vital.

Me he quedado pues, mezcla de elección y de necesidad, con lo que estoy en condiciones de definir como una nueva élite morisca . La capa superior de un grupo más amplio, la cual disfrutó en general de una situación acomodada, contando entre sus miembros con bastantes familias ricas. Un núcleo duro lanzado a una carrera endogámica que cuando menos llama la atención. Casamientos reiterados entre parientes que se desarrollan a partir de finales del siglo XVI y llegan, por extraño que pueda parecer, casi hasta 1800. Matrimonios consanguíneos que buscan reforzar de manera continua los lazos de solidaridad que los cohesionan internamente.

Dentro de ellos, dos grandes líneas de actuación. Aunque hubo matices intermedios, la mayoría optó por asimilarse del todo a los patrones de comportamiento dominantes. Otros, en cambio, permanecieron más o menos fieles a las enseñanzas de sus progenitores y mantuvieron viva la llama del Islam en España hasta mediados del Setecientos. Con más o menos vigor, pero siguió encendida, como nos demuestra la redada de 1727 en que se condena a unos doscientos cincuenta reos por mahometanismo.

Lo que sí es posible es intentar clasificar a estos últimos moriscos en cuanto a su procedencia, comportamiento y actividades. Así, encontramos cinco grandes tipologías en la Granada de los siglos XVII y XVIII.

1. Las antiguas élites colaboracionistas, supervivientes sin demasiados problemas, al menos de forma relativa, al trauma que significaron las dos expulsiones de 1570 y 1609. Se encuentran asimiladas casi por completo y reconvertidas en nobleza de sangre. Los ejemplos más evidentes son los Granada Venegas, los Granada Alarcón, los Belvís-Avís almerienses y los Benajara de Guadix.

2. Los conjuntos «periféricos», como los Mondragón de Zújar o los Bazán de Abla. Familias antaño poderosas a nivel local, que siguen su propia dinámica, al parecer al margen en casi todo al devenir del resto. Relacionados e integrados poco a poco con los sectores cristiano viejos locales. Tal vez podrían entrar aquí los restos de los Venegas de Monachil en sus distintas líneas (Jiménez Venegas, Beamonte . . . ), así como la rama más modesta de los Belvís almerienses, asentada en el citado lugar de Monachil.

3. Una importante masa de población que ha conseguido, de múltiples formas, permanecer en el territorio y que va a asimilarse por completo, desapareciendo entre la masa cristiano vieja. En general de estatus socio-profesional bajo y de escasos recursos. Muchos de ellos, quizá la inmensa mayoría, se van asimilando poco a poco en lo cultural y lo religioso.

4. Una serie de estirpes asentadas en la ciudad de Granada y dedicadas en especial al trato de la seda, cuyas ganancias las convierte en acomodadas e incluso ricas, que en general se han asimilado definitivamente a la ortodoxia cultural y religiosa y que en su inmensa mayoría no darán quehacer alguno a la Inquisición. Sin embargo, mantendrán durante cerca de un siglo una gran cohesión interna, practicando asiduamente la endogamia como elemento diferencial que les permite mantener algunas de sus señas de identidad. Es la nueva élite, que a veces se relaciona personal, económica y familiarmente con los restos de los colaboracionistas .

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