Nos quedan los esclavos, bastantes de los cuales con el tiempo fueron liberados y acabaron mezclándose con los grupos más bajos de la sociedad urbana, y los morisquillos , niños que no fueron expulsados por su corta edad y que debieron también suponer un buen aporte poblacional. Más los casos de matrimonios mixtos , otro tema peliagudo.
Sin embargo, creo que a todo esto, como se ve en buena medida imposible de cuantificar por el envenenamiento de las fuentes documentales, se puede añadir un apartado del mayor interés, y que ahora empieza a ser estudiado por los especialistas. Nos referimos a los pleitos que muchos moriscos entablaron para demostrar su supuesta condición de cristiano viejo, y que les permitió, al menos en un amplio porcentaje, quedarse en su territorio. Litigios entablados contra las autoridades locales, en los distintos Consejos, en las audiencias . . . que dilataban la expulsión, que muchas veces la impedían y de los que en gran medida, por las razones que fuese, debieron salir victoriosos.
Al menos así se demuestra en los muchos casos que yo mismo he estudiado para el caso de la nueva élite sedera granadina y en el avance de este libro que vio la luz hace bien poco. 11Un grupo muy compacto y endogámico que llegó con sus señas de identidad casi intactas hasta comienzos del siglo XVIII, siendo objeto de persecución inquisitorial a partir de 1727 gracias a la delación de uno de ellos. Sobre esta cuestión, curiosamente, ya trabajó hace años Rafael de Lera, sin que a nadie se le haya ocurrido hasta ahora analizar de dónde salen doscientos cincuenta islamizantes bien avanzado el Setecientos en una Granada oficialmente desprovista de moriscos. 12Una vez más, la ceguera como horizonte intelectual.
El estudio de estos pleitos de cristiano viejo, por así llamarlos, está comenzando, y las perspectivas son muy halagüeñas. Desde la edición de amplios listados de los litigantes de determinados lugares, 13hasta estudios particulares del mayor interés, como el artículo de Manuel Lomas Cortés sobre la expulsión de los moriscos en el reino de Granada (donde, recordemos, en teoría no debía de quedar oficialmente casi ninguno), uno de cuyos epígrafes recoge la desesperación del ministro regio de turno por las artimañas empleadas para quedarse por estos descendientes de musulmanes. 14
De esta misma permanencia, en otro sentido, dan fe determinados trabajos diseñados desde la perspectiva de la historia del arte o similares. Pervivencias de todo tipo, manifestadas en la pintura o la arquitectura, como nos manifiestan profesores de esta disciplina como Luis Méndez Rodríguez o Antonio Urquízar Herrera, 15o un interesante artículo de Antonio J. Díaz Rodríguez, centrado en el gusto por lo exótico, morisco sobre todo, entre los prebendados de la catedral cordobesa. 16
Pero sin la menor duda, la reciente tesis doctoral de Santiago Otero Mondéjar, de la que he tenido el lujo de ser su director, representa una aportación esencial al tema, al plantear un posible modelo interpretativo para el análisis de la permanencia morisca en los territorios hispánicos, basándose en la consulta de una enorme documentación relativa a los reinos de Córdoba y Jaén. 17Sin duda alguna, una luz que ilumina, siquiera tímidamente, el largo camino que nos queda a todos por recorrer hasta desvelar el auténtico alcance de la presencia morisca en la España de los siglos XVII y XVIII. De momento, espero que en las páginas que siguen se resuelva claramente lo que corresponde al reino de Granada, que ya sería mucho. 18
1Para evitar largos excursos bibliográficos, véanse, entre otras, las reflexiones y listados de E. Soria Mesa y S. Otero Mondéjar, «Una nueva encrucijada. La reciente historiografía sobre los moriscos», Tiempos Modernos , 21 (2010); E. Soria Mesa, «Las élites moriscas granadinas: un renovado tema de estudio», en E. Soria Mesa y S. Otero Mondéjar, (eds.), Los moriscos entre dos expulsiones , Granada, 2013 (en prensa); y M. Barrios Aguilera, «Los moriscos en el IV Centenario de la expulsión. Unos libros», Cuadernos de Historia Moderna , 35 (2010), pp. 225-235.
2F. Fernández González, «De los moriscos que permanecieron en España después de la expulsión decretada por Felipe III», Revista de España , XIX (1871), pp. 103-114 y XX (1871), pp. 363-376.
3Recopilado en B. Vincent, Andalucía en la Época Moderna. Economía y sociedad , Granada, 1985, pp. 267-286 (publicado por vez primera en francés en 1981 en la Nueva Revista de Filología Hispánica ).
4Publicado en Miscelánea de Estudios Árabes y Hebraicos , VIII (1959), pp. 55-65.
5Véanse los acertados comentarios realizados sobre este libro, y el resto de la producción del autor, en R. Benítez Sánchez-Blanco, «Antonio Domínguez Ortiz, historiador de los moriscos», Manuscrits , 14 (1996), pp. 81-97.
6A. Domínguez Ortiz y B. Vincent, Historia de los moriscos. Vida y tragedia de una minoría , Madrid, 1978, p. 258.
7T. J. Dadson, Los moriscos de Villarrubia de los Ojos (siglos XV-XVIII). Historia de una minoría asimilada, expulsada y reintegrada , Madrid, 2007.
8Así, la doble y crítica reseña de B. Vincent y R. Benítez Sánchez-Blanco, en los Melánges de la Casa de Velázquez , 38-2 (2008), pp. 241-245 y 245-249, respectivamente.
9G. Westerveld, Blanca , «El Ricote» de Don Quijote. Expulsión y regreso de los moriscos del último enclave islámico más grande de España. Años 1613-1654 , Blanca, 2001, 2 vols.
10Añadamos a lo anterior la tesis doctoral de François Martínez, La permanence morisque en Espagne après 1609. Discours et réalités , Lille, 2009, interesante, pero con un planteamiento muy distinto a lo que en este libro se presenta.
11E. Soria Mesa, «Una gran familia. Las élites moriscas del reino de Granada», Estudis , 35 (2009), pp. 9-36; «Los moriscos que se quedaron. La permanencia de la población de origen islámico en la España Moderna: Reino de Granada, siglos XVII-XVIII», Vínculos de Historia , 1 (2012), pp. 205-230.
12R. Lera García, «Cripto-Musulmanes ante la Inquisición granadina en el siglo XVIII», Hispania Sacra , Madrid, XXXVI (1984), pp. 521-573, y «Survie de l’Islam dans la ville de Granada au début du dixhuitième siècle», Revue d’Histoire Maghrébine , 43-44 (1986), pp. 59-82. Sobre lo mismo, y de manera muy superficial F. García Ivars, La represión en el tribunal inquisitorial de Granada, 1550-1819 , Madrid, 1991. Para ser justo, ya había mencionado el tema J. Caro Baroja, Los moriscos del reino de Granada. Ensayo de historia social , Madrid, 1957.
13J. L. Carriazo Rubio, «Unos documentos sobre los últimos moriscos de Marchena», en Actas de las III Jornadas sobre Historia de Marchena. Marchena en la Modernidad (siglos XVII-XVIII) , Marchena, Ayuntamiento de Marchena, 1998, pp. 379-394; W. Childers, «Propuestas preliminares para la reconstrucción genealógica de la comunidad morisca de Baeza», Historia y Genealogía , 2 (2012), pp. 37-51.
14M. Lomas Cortés, «El reino de Granada frente a la última deportación morisca (1610-1611)», Crónica Nova , 36 (2010), pp. 115-142. Trabajo integrado en el marco de su excelente tesis doctoral, editada en parte como El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614) , Valencia-Granda-Zaragoza, 2011.
15Entre otros, L. Méndez Rodríguez, Esclavos en la pintura sevillana de los Siglos de Oro , Sevilla, 2011; y A. Urquízar Herrera, «La memoria del pasado en la cristianización de la mezquita de Córdoba durante la edad del Humanismo», en J. A. Sánchez López e I. Coloma Martín (eds.), Correspondencia e integración de las artes , Málaga, 2003, I, pp. 523-531; y «Literary uses of architecture and the explanation of defeat. Views of the Islamic conquest in the building of national identity in Early Modern Spain», National Identities , 13-2 (2011), pp. 109-126.
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