Ante la falta de sucesión de don Baltasar, era previsible que su hermano menor, don Melchor Mercader, fuese el heredero del vínculo de Buñol. Por expreso deseo de su padre, don Melchor debía haber entrado en religión y subsistir con las rentas que obtuviera de la Iglesia. Sin embargo, lo más cercano que estuvo del deseo paterno fue ser caballero profeso de la Orden de Santiago de la Espada. Como la orden permitía, previa solicitud y licencia, 35 el matrimonio de sus freyles por considerar que «... mejor es casar que quemarse...», 36 don Melchor Mercader y Mercader pudo contraer matrimonio con su prima doña Rafaela Mercader y Eixarc, 37 aunque para poder formalizar la unión fue necesario obtener una triple dispensa eclesiástica. Por un lado, la doble dispensa matrimonial por el hecho de unirles dos grados de consanguinidad expresamente desautorizados por la Iglesia. En concreto, el segundo grado, al ser la madre de don Melchor hermana del padre de doña Rafaela, lo cual los hacía primos hermanos, y el cuarto grado, por ser don Melchor primo segundo de su suegro. La habitual práctica endogámica de la nobleza había convertido en habituales las uniones consanguíneas, que pese a no ser vistas con agrado por la Iglesia fueron toleradas mediante dispensas.
La necesaria regulación llevó a abordar la cuestión en el capítulo V del Decreto de reforma del matrimonio del Concilio de Trento (1545-1563), titulado «Ninguno contraiga en grado prohibido; y con qué motivo se ha de dispensar». 38 No obstante, la consanguinidad no era el único impedimento que debían salvar don Melchor y doña Rafaela para formalizar su unión. Alterar la sucesión socialmente aceptada de los acontecimientos –concertación de matrimonio, celebración del rito y consumación– podía complicar las cosas, y más teniendo en cuenta la condición de don Melchor de caballero profeso de la Orden de Santiago. Si bien la orden permitía el matrimonio a sus freyles , estos estaban sujetos al voto de castidad antes y después del matrimonio, y en días señalados durante este. Don Melchor había desacatado la regla, y fruto de las relaciones con su prima doña Rafaela había nacido un hijo que, a falta de unión legalizada, sería considerado ilegítimo. El punto escandaloso y de dominio público de la cuestión hacía necesario conseguir también para este asunto la requerida dispensa. En los trámites intervinieron dos jueces ejecutores, Pedro de Mérida y el reverendo Fray Tomás de Villanueva, quienes, tras estudiar el caso y oír los testimonios, elevaron su parecer y veredicto favorable al Sumo Pontífice Paulo III. En descargo de don Melchor se argumentó que doña Rafaela no había sido raptada, lo cual liberaba bastante al caballero, por cuanto el rapto sin consentimiento estaba penalizado por la Iglesia; 39 también que hubo consentimiento y voluntad por ambas partes, así como la existencia de compromiso verbal de matrimonio. Considerando la existencia del hijo ya nacido, se resolvió que era más grave el escándalo de la separación de la pareja, «... com sien nobles y molt aparentats en esta ciutat...», 40 que la obtención de la dispensa.
El 7 de mayo de 1545 el papa Paulo III firmó la doble dispensa matrimonial por segundo y cuarto grado de consanguinidad, y la que particularmente requería don Melchor por su condición de caballero profeso de la Orden de Santiago. 41 El matrimonio se alzaba como núcleo ordenador de la sociedad, y la Iglesia como garante del orden social. Si bien estos fueron los hechos y su resolución, cabe preguntarse hasta qué punto lo acontecido tuvo que ver con la pasión irresistible de la pareja y no, o también, con una premeditada estrategia que forzara la aceptación de la triple dispensa necesaria para sacramentar la unión. Además, estaba en juego la transmisión del vínculo instituido por Berenguer, ya que, a falta de descendencia de don Baltasar y de don Melchor, este pasaría a manos de la línea secundaria de los Mercader, señores de Cheste.
Las capitulaciones matrimoniales entre don Melchor y doña Rafaela se firmaron el 15 de agosto de 1545. Doña Rafaela aportaría una dote valorada en 70.000 sueldos, que se correspondía con la propiedad, los derechos y las tierras adyacentes de dos molinos, uno trapero y otro harinero, situados en la partida de Vera. 42 Don Baltasar Mercader se comprometió a favorecer a su hermano con una renta anual de 5.000 sueldos hasta el fin de sus días. El domicilio se instaló en la calle de los Caballeros, en la casa conocida como de la condesa de Ribagorza. 43 Del matrimonio nacieron, al menos, nueve hijos: el primogénito don Juan, que murió siendo niño, don Gaspar, nacido el 26 de mayo de 1547; don Baltasar; don Melchor; don Miguel, que fue canónigo de Segorbe, don Pedro, otro también llamado Baltasar, doña María y doña Mencía. 44
En 1566, el mayor de los hijos de don Melchor, don Gaspar Mercader y Mercader, de 19 años de edad, contrajo matrimonio con doña Laudomia Carròs y Montcada, hija de don Francisco Vilarig de Carròs, señor de Cirat, Pandiel y El Tormo, y doña Damiata de Montcada 45 (árbol genealógico II). El enlace contrarió profundamente al cabeza del linaje, don Baltasar Mercader, por su manifiesta enemistad con los Carròs y por las sospechas que circulaban sobre la ascendencia judía de doña Laudomia. Aun así, en contra de la opinión de su tío, don Gaspar y doña Laudomia firmaron las capitulaciones matrimoniales el 26 de junio de 1566 ante el notario Francisco Jerónimo Metaller. 46 Se concertó una dote de 120.000 sueldos, la mitad de los cuales se entregarían en censales o en dinero tras la consumación del matrimonio, penalizándose el incumplimiento con un interés de 16 dineros por libra. El pago de la otra mitad se fraccionó en tres conceptos: 10.000 sueldos se abonarían en efectivo, 10.000 sueldos más en ropa y joyas y los 40.000 sueldos restantes correspondían a la estimación de una alquería de aproximadamente 6 cahizadas de tierra y sus derechos correspondientes, situada en el camino de Morvedre. Por su parte, don Gaspar se comprometía a la restitución de dote y arras, mientras que sus padres, don Melchor y doña Rafaela, a la manutención de la pareja y a la donación de una renta anual de 4.000 sueldos efectiva después de sus días, si para entonces don Gaspar no disponía de una renta de diez mil sueldos. 47 Del matrimonio nacieron seis hijos, aunque solo sobrevivieron tres: don Gaspar Mercader y Carròs, don Baltasar y doña Rafaela, ya que Melchor, María y Damiata murieron siendo niños.
Doña Laudomia murió el 18 de julio de 1580. 48 Eligió para descanso de sus restos la sepultura de los Mercader, situada en el altar mayor de la iglesia de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora ( sic ), y deseó vestir el hábito de las monjas de dicho convento pagando por ello la caridad acostumbrada. Doscientas libras se destinaban para los gastos del sepelio, caridad y misas por su alma. Disponía la distribución de sus bienes entre sus tres hijos, de forma que su hija doña Rafaela, además de sus joyas y ropa fina –la de lana se repartiría entre las criadas–, recibiría 60.000 sueldos con ocasión de su matrimonio. De morir sin hijos legítimos, la citada cantidad pasaría en partes iguales a sus hermanos. El resto de los bienes se dividía a partes iguales entre los dos varones, don Gaspar y don Baltasar, salvo si don Gaspar dispusiera de una renta de veinte mil sueldos, circunstancia que determinaría que solo tuviera derecho a la legítima, con lo que dispondría íntegramente don Baltasar de la totalidad. A falta de hijos legítimos, un hermano heredaría del otro, incluyendo a doña Rafaela. El afecto de la testadora por su suegra doña Rafaela se deja sentir tanto en la expresa mención, como en el legado de una ristra de granates. También sus hermanas recibieron su reconocimiento; por un lado, doña Constanza, monja en el Convento de San Cristóbal de Valencia, a quien legaba 25 libras, y por otro, doña Beatriz, casada con don Jerónimo Pardo de la Casta, quien recibía la ropa de vestir heredada de su madre, doña Damiata de Moncada.
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