1 ...6 7 8 10 11 12 ...17 Los medios y redes sociales fueron, de a poco, estableciendo comparaciones –algo odiosas–, motivados por la fuerte ofensiva que realizó Sebastián Dávalos, el hijo de la presidenta Bachelet, intentado establecer la teoría del empate. Y aunque los casos eran distintos, la prensa los igualó principalmente analizando el daño provocado por dos malas decisiones –de Bachelet y Piñera– y la falta de claridad para dimensionar el impacto.
Poco antes de apagar la luz de su velador, Sebastián Piñera dejó el libro y sus lentes de lectura y se acomodó en el lado izquierdo de su cama. “Pese a todo, debo decirte que siempre he pensado en lo mal que lo pasó la Bachelet con el tema de su hijo y nuera”. Cecilia ya dormía hacía varios minutos. Antes de apagar la luz, a las 00.36 le envió a Cristóbal un WhatsApp pidiéndole que fuera a la casa temprano porque necesitaba hablar con él urgente, “te espero a las 7.00 a tomar desayuno”. No esperó la respuesta, aunque se percató de que su hijo había leído el mensaje.
–Puedes entrar a su despacho, está algo enojado –dijo la secretaria que lo acompañaba a diario en su casa desde las 6.45 am, mientras intentaba ordenar unos papeles llenos de apuntes con una letra difícil de descifrar.
Cristóbal entró a la gran oficina con una evidente sensación de dolor de estómago. Cuando su padre estaba de mal humor o molesto con alguien, siempre era mejor evitarlo. Eso lo había aprendido de su madre, una mujer ponderada y tranquila que sabía decodificar –y manejar– muy bien los estados de ánimo de su marido.
Su padre se paseaba dando pasos largos, en círculo, sin disimular sus tics, los que había aprendido a controlar sujetando con fuerza su mano derecha con la izquierda cuando estaba en público. Se acercó al escritorio y tomó la página de un diario que tenía marcada con plumones de distintos colores y la puso sobre una gran mesa de centro rodeada por dos sillones que se enfrentaban; muchas veces el mandatario había bromeado con sus invitados que era similar a la del salón Oval; por supuesto, cada vez que lo mencionaba las personas no podían dejar de pensar en el bochornoso momento en que durante el encuentro con Barack Obama le había pedido sentarse en su escritorio para sacarse una foto, convirtiéndose, de seguro, en el primer mandatario que hacía tan insólita y poco diplomática petición.
Capítulo 6 La nostalgia de China
Mayo 2019
Andrónico despertó inquieto. Había conciliado el sueño unas pocas horas antes. Miró el reloj de su IPhone y comprobó que eran las 2.14 a.m. Definitivamente, el horario cambiado lo estaba afectando más que de costumbre, pese a estar acostumbrado a viajar a países como China, incluyendo la larga aventura cuando estuvo un par de meses en Nepal para subir el Everest, uno de los sueños que había alimentado desde niño.
Pero no solo las doce horas de diferencia con Santiago le habían provocado el desvelo. Las declaraciones hechas a La Tercera , la tarde anterior, lo habían dejado preocupado. Pensó incluso que podría llamar a la periodista para decirle que le gustaría repasar una parte de sus palabras, pero entendió también que no solo ya era tarde –la entrevista estaba siendo comentario obligado en la antesala de los almuerzos familiares de domingo–, sino que eso podía ser más noticioso que las respuestas que ahora lo incomodaban.
Mentalmente volvió a repasar sus palabras, sabía que se había paseado por muchos temas incluida la Reforma Tributaria, el gobierno, la oposición, Codelco, impuestos. De pronto, sintió que un aire frío le recorría el cuerpo. “Mierda”, dijo y tomó el teléfono. En Santiago eran las 14.16 minutos.
El empresario tenía una debilidad que, pese a tener conciencia de ella, lo traicionaba más seguido de lo razonable. Estaba tan acostumbrado a improvisar intervenciones en directorios, reuniones, asambleas frente a sus miles de trabajadores y otros espacios que, cuando comenzaba a entusiasmarse, muchas veces pronunciaba arengas que producían reacciones de blanco y negro. No era la primera vez que cometía un error frente a una periodista. También había comprendido que su impulsividad le pasaba la cuenta en Twitter, como cuando había salido a defenderse de las acusaciones que un importante medio digital había hecho contra uno de los tantos puertos que administraba. La nota solo recogía críticas al manejo ambiental que venían siendo públicas por años. El empresario había tomado su teléfono y escrito en 200 caracteres que si les molestaba tanto simplemente cerraría sus instalaciones en el puerto, además de afirmar que su padre y hermano habían enfermado por vivir en esa zona. Fue un mensaje que levantó el tema a nivel nacional y provocó cierta confusión entre sus 450.000 seguidores acostumbrados a leer en ese espacio solo acerca de donaciones, asados y completadas masivas, actividades a las que invitaba a grupos que no se conocían entre sí y que, por supuesto, él tampoco había visto en su vida.
De hecho, el administrador de sus redes sociales le dijo después del episodio que era importante que actuara con disciplina y que confiara en que la estrategia que dirigía tenía que ser siempre consistente. Fue una forma elegante de señalarle que evitara intervenir directamente desde su móvil.
–Si quiere publicar algo avíseme y yo lo gestiono –concluyó con mucha tranquilidad el millenial de pelo largo, que no se dejaba amedrentar por el poder de su contraparte y que se encargaba de que sus apariciones tuvieran un alto impacto en las generaciones más jóvenes.
Pero lo cierto es que la entrevista, publicada en Chile el último día de la gira presidencial a la que había sido invitado por el mandatario, fue el corolario de una serie de declaraciones que rebotaron siempre en el país, generando controversias, lo que daba cuenta del interés periodístico que despertaban. Primero fue una desafortunada crítica al presidente de la empresa estatal de cobre por haberse quejado de no ser convocado a la visita de estado al país asiático. Mal que mal, él era uno de los dueños del mayor holding minero de capitales chilenos y sí formaba parte del viaje.
Andrés, su principal asesor de comunicaciones, le hizo ver lo necesario de no polemizar en situaciones en que estuvieran en juego sus intereses. Andrónico le restó importancia al episodio y le respondió que estaban haciendo una tormenta en un vaso de agua.
–Claro, allá en China porque andas con la delegación, pero acá se levantó polvareda –respondió su hombre de confianza.
Después vendrían sus comentarios acerca de que antes había formado parte de delegaciones oficiales a Estados Unidos, México y Panamá, invitado por Patricio Aylwin y luego por Michelle Bachelet, la presidenta con que había desarrollado una cercanía que algunos catalogaron de amistad en su momento. Quizás esa era, precisamente, la razón de haber sido excluido en el primer gobierno del mandatario de derecha del listado “vip” de los que suelen incluirse en estas giras. Sin duda, no pasaba inadvertido el hecho de que aunque era uno de los principales empresarios del país, no hubiera recibido una invitación durante los cuatro años del también empresario-presidente.
Apenas habían pasado dos minutos desde que levantó su IPhone para leer por internet la nota publicada por el diario, cuando ya estaba marcando el número de su community manager .
–Necesito decir algo para parar una frase que sé va a dejar la cagada –dijo con una voz ronca por haber recién despertado y también por la ansiedad que proyectaba.
–Hola, don Andrónico –respondió sin alterarse el joven periodista que llevaba un año trabajando para él y que ya comenzaba a acostumbrarse a sus consultas en cualquier horario y, por supuesto, también al sentido de urgencia que le daba a todo–. ¿Cuál es la frase y dónde la dijo?
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