1 ...7 8 9 11 12 13 ...17 –Dije algo así como que la clase media ahora viaja, tiene un segundo auto y hasta casa en la playa –respondió con algo de pudor.
–Bueno, la embarró –señaló el periodista con toda soltura y agregó–: Estoy leyendo su Twitter ahora y una señora acaba de escribirle “Por aquí estamos trabajando para tener la casa en la playa, algo al menos ya que aún no tengo ni la primera vivienda, que viva la clase media baja”.
–La cagué… ¿Qué me recomiendas? –dijo, su tono ahora era más duro.
–No le suba tanto el perfil al tema, solo escribamos en su tuit que lo lamenta, pero respóndale a la señora, aunque de manera más general de manera que se interprete como una disculpa más genérica, ¿se entiende? Le mando altiro un texto para que me lo valide y lo subo.
–¿Y si empieza a salir en otros medios? –agregó, nuevamente la voz denotaba preocupación.
–Yo creo que va a salir de todas maneras, pero deje que se remitan a su tuit , el lenguaje que le permite Twitter es más simple y cotidiano. Se lo mando en cinco minutos.
Solo un par de minutos después Andrónico había recibido el texto y dado el okey, con lo que el periodista subió inmediatamente el texto:
Lamento haber utilizado una mala frase para describir a la clase media. Nunca fue mi intención ofenderla a usted ni a nadie. Menos a quienes trabajan duro todos los días para ganar su sustento.
Pese a que había actuado rápido, seguía inquieto y comenzó a dar vueltas por la lujosa habitación del hotel ubicada en el piso 26 en pleno centro de Beijing. Las luces de la ciudad le dieron la sensación de estar en Nueva York. Miró hacia abajo, una leve llovizna cubría la calle, no se veía ningún auto ni movimiento. Los edificios de oficinas, aunque estaban vacíos, mantenían todas sus luces prendidas. Se había quedado con la mirada fija en el piso que estaba frente al hotel, cuando sonó su teléfono.
–Hola, sé que estás despierto por eso te llamo a esta hora –dijo Andrés, con una voz algo risueña que despertó su curiosidad.
–¿Pasó algo divertido? –respondió con cierta ironía.
–No... Bueno, sí. Tienes una suerte tremenda. Creo que la frase que te mandaste va a pasar inadvertida –dijo con tono liviano–. Acá de lo único que se habla hoy es de los hijos del presidente, además salieron declaraciones de los parlamentarios que integran la comitiva que le dieron muy duro. Creo que La Moneda va a tener que salir a explicar el tema –concluyó su asesor comunicacional.
La gira había sido mejor de lo esperado. Andrónico estaba impresionado del despliegue de los chinos, de su formalidad y protocolo casi marcial. La verdad es que estaba sorprendido de cómo los asiáticos manejaban hasta el más mínimo detalle, aunque, claro, el hecho de no haber participado nunca en una visita oficial facilitaba esa percepción.
–¿Y has estado con los hijos? –preguntó el asesor con más curiosidad que interés profesional.
–Sí claro, pero ¿sabes?, recién al llegar a Pekín nos dimos cuenta de que venían, incluso varios especulaban que se habían subido en la escala de Madrid, yo al menos no los vi hasta que se bajaron del avión –respondió–. Son chiquillos simpáticos, he cruzado un par de palabras con el mayor, pero creo que el presidente se equivocó medio a medio al traerlos.
–Bueno nada de malo para ti que hayan metido la pata, la noticia va a ser esa y, por fa, trata de que no te vean muy cerca de ellos, acuérdate lo que te pasó con la nuera antes –concluyó y lanzó una carcajada.
–Ten seguro que no –respondió el empresario.
–Yo acá me voy a almorzar, tengo unos invitados y, ya sabes, la señora me está mirando con mala cara. Tú anda a dormir, necesitas tener energía mañana –dijo el asesor con un aire medio paternal.
Cuando cortó el teléfono, Andrónico se dirigió al frigobar y sacó una Coca-Cola Diet, aunque prefería la Zero, sabía que podía encontrarla en pocos países, además de Chile. No tenía la intención de volver a dormir así que prendió su computador y se puso a revisar la prensa chilena. Eran las 3.10 de la madrugada y le restaban solo tres horas para levantarse.
Sabía que el viaje podía ser una buena oportunidad para dar un paso más audaz y entregar algunas opiniones políticas asociadas a la economía. Sería una forma de tantear el terreno. Por eso el episodio de su desafortunado ejemplo de la “clase media” lo había irritado. De hecho, tenía conciencia de que su presencia en la delegación había provocado más expectación de lo que se hubiera imaginado, por tanto, la decisión de dar una entrevista deslizando tópicos políticos le pareció que era oportuna.
Y, claro, la periodista del diario más leído por la élite política y profesional del país no dudó en llevarlo a la contingencia. Le preguntó su opinión acerca de la Reforma Tributaria que el mandatario impulsaba, que hasta ese momento había contado con la resistencia de toda la oposición. Faltaban pocos días para que se discutiera la idea de legislar en la Comisión de Hacienda y el gobierno no contaba con los votos necesarios para pasar la primera valla legislativa.
El empresario, además de hablar de lo necesaria de la reforma, había dado un paso más audaz al hacer un llamado a la izquierda, la derecha y al centro para apoyarla, rematando con una cuña que había chequeado con su amigo Carlos: “Esta reforma tiene el combustible necesario para darle nueva fuerza a nuestra economía”. Pero la verdad es que su tímida opinión política había pasado inadvertida al lado de las frases de alabanza que había tenido hacia el presidente, algo de lo que se había cuidado mucho en los últimos veinte años. Después de releer varias veces la publicación de la entrevista, llegó a la conclusión de que pudo haber sido algo más cauto. Por un lado, tuvo la sensación de que se podía percibir como un exceso de entusiasmo solo por el hecho de haber sido invitado, pero especialmente pensó que no era buen momento de verse tan cerca del mandatario. Por esos días la imagen presidencial comenzaba a caer de manera sostenida, iniciando una tendencia que se mantendría durante los tres largos años que le quedaban de su segundo período al mando de La Moneda.
Me siento cómodo con este gobierno. Creo que tenemos un presidente que trabaja como ningún otro presidente, que trabaja 18, 20 horas, un hombre inteligente. Tiene sus caídas, a lo mejor sus chistes son malos y se equivoca en hacerlos cuando no hay que hacerlos, todos lo hacemos, nadie es perfecto. Pero tenemos un gran presidente.
Lo cierto es que, para él, China tenía mucho significado. Recordaba siempre el primer viaje que realizó junto a su padre a principios de la década de los 80, y que lo deslumbró. Aunque había recorrido el mundo y visitado cientos de lugares, las imágenes y sensaciones de esa experiencia jamás las había olvidado. Fueron unos días de largas conversaciones y reflexiones acerca de esa cultura milenaria, su gente amable, el difícil idioma y los negocios que se podían hacer en esa nación, pero especialmente fue un momento muy íntimo con el patriarca. Andrónico se sentía orgulloso de su padre.
Sin duda China era un lugar especial para la familia del empresario, mal que mal se habían convertido en el primer grupo latinoamericano en instalarse en ese país, cuando aún la desconfianza hacia su régimen autoritario era fuerte en el mundo occidental.
Andrónico se levantó del escritorio y volvió a quedarse con la mirada fija en el vidrio mojado por una lluvia que ahora se ponía cada vez más copiosa, los recuerdos se le venían en tropel. Aunque siempre se sintió local en un país en que su banco tenía un lugar destacado y donde incluso había sido declarado miembro del Consejo Asesor de Líderes Internacionales de la Alcaldía de Shanghái, ahora se sentía algo incómodo.
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