Las aportaciones más relevantes a la mejora de la esperanza de vida en la Comunitat Valenciana son las de la población con una edad comprendida entre 65 y 85 años. En el gráfico 1.6, se destaca la mayor aportación de estos grupos de edad, pero también las diferencias que se observan entre los periodos que van de 1980 a 2000 y de 2000 a 2015. Para los grupos de edad inferiores a los 14 años, las mejoras conseguidas con anterioridad a 2000 son más relevantes que las conseguidas con posterioridad. Esto ocurre de forma muy especial entre la población con menos de un año: las reducciones de la mortalidad infantil aún eran una de las aportaciones más importantes al incremento de la esperanza de vida durante los últimos años del siglo pasado, pero su impacto se reduce significativamente después de 2000.
Los grupos de edad entre quince y cuarenta y nueve años presentan un comportamiento contrario, con mayores aportaciones después de 2000, ya que, entre 1980 y 2000, la suya fue casi nula. En cualquier caso, las principales mejoras en la esperanza de vida son debidas a las aportaciones de la población con una edad comprendida entre sesenta y cinco y ochenta y cinco años. El reto para los sistemas de bienestar está servido: el incremento constante de la longevidad, con una baja fecundidad, pone en riesgo la sostenibilidad y la calidad de vida de las generaciones futuras, si no se revisan las actuales formas de solidaridad intergeneracional (Casado, 2007; Goerlich y Giner, 2012).
Gráfico 1.6 Contribución a la mejora en la esperanza de vida, por edades. Comunitat Valenciana (1980-2015)
Nota: Crecimiento global de la esperanza de vida 1980-2000, 3,92 años; 2000-2015, 3,54; total, 7,46.
Fuente : Elaboración propia. IVIE y Goerlich, Tablas de vida por CC. AA. (1980-2013). INE, Tablas de mortalidad (2014-15). Cálculos realizados con la metodología propuesta por Goerlich (2012).
Sobre esta problemática podemos encontrar dos posiciones: la conocida como teoría de la compresión de la morbilidad y la denominada teoría de la expansión de la morbilidad . Según la primera (Fries, 1980), los estilos de vida cada vez más saludables y los avances en la tecnología médica conseguirán una caída de las tasas de mortalidad, pero también una reducción del periodo en el que se sufrirán enfermedades crónicas y limitaciones funcionales, de manera que los periodos de vida sujetos a situaciones de dependencia (de renta, de salud o de atención) serán comprimidos, lo que posibilitará la sostenibilidad de los sistemas sociales de bienestar. La segunda teoría (Kramer, 1980) no es tan optimista y plantea que la reducción de la mortalidad a edades avanzadas amplía el periodo con necesidades de atención por enfermedades crónicas y limitaciones funcionales.
En definitiva, la sociedad valenciana ha conseguido avances destacables en el retraso de la edad a la cual se producen las defunciones de su población, se ha reducido la probabilidad de morir a todas las edades y se ha incrementado la esperanza de vida. Solo una estructura de edades más envejecida explica los crecimientos puntuales observados en las tasas brutas de mortalidad. En cualquier caso, las principales mejoras se han conseguido con la reducción de la mortalidad a edades avanzadas (65-85). No se nos ocurre que pueda haber un objetivo alternativo al de la constante reducción de las probabilidades de morir de la población a cualquier edad: una finalidad inherente a la de la mejora de las condiciones de vida, a la que quizá solo faltaría añadir un debate sobre las condiciones de muerte.
2.2 Cambios en las pautas de reproducción de la población valenciana
La reproducción humana también puede enfocarse como un fenómeno de raíz biológica, como la defunción. Sin embargo, también está cruzada por múltiples variables de carácter social. Además, en este caso, solo una parte de la población (las mujeres) tiene una implicación biológica especialmente intensa, que ha tenido y tiene efectos muy relevantes sobre su integración en la vida social. Así, los objetivos sobre la evolución de las pautas de reproducción no son tan transparentes e indiscutidos como los objetivos sobre la evolución de la mortalidad. La valoración es más compleja, y no se puede resolver dentro del campo de las variables demográficas, sino que, como aconsejaría el principio de incompletitud de Gödel, para decidirse hay que ir a un sistema más amplio que incluya otras variables, como por ejemplo el sistema de valores, los sistemas económico y ecológico, el sistema político o el sistema social en conjunto, ya que estos objetivos tienen implicaciones muy relevantes sobre las condiciones de vida de las mujeres.
Gráfico 1.7 Evolución de la tasa bruta de natalidad (TBN) y de la tasa general de fecundidad (TFG). Comunitat Valenciana (1980-2015)
Fuente : Elaboración propia. INE, Indicadores de fecundidad.
La evolución de la natalidad es la que marca el ritmo de los cambios en los saldos vegetativos de la población valenciana, y la que fundamenta las principales explicaciones sobre el funcionamiento de las transiciones demográficas. La natalidad valenciana, tanto si la medimos como tasa bruta de natalidad (TBN), como si lo hacemos como tasa general de fecundidad 7(TFG), experimenta una tendencia a la baja bastante acelerada, desde 1980 hasta hoy, con la excepción de la década comprendida entre 1998 y 2008.
Entre 1980 y 1998, la TBN pasa del 16,1 al 9,1 ‰, y la TFG baja de 2,34 a 1,13 hijos por mujer. Así que, en un periodo de dieciocho años, la fecundidad se reduce a menos de la mitad, para situarse claramente por debajo del nivel de reposición (dos hijos por mujer), que se perdió ya en 1982. Entre 1998 y 2008, sin embargo, la sociedad valenciana experimentó un periodo de recuperación de la fecundidad hasta situarse en 1,47 hijos por mujer y una tbn del 11,5 ‰. Desde esta última fecha se vuelve a la tendencia a la baja, al menos hasta 2013, cuando parece que se detiene el proceso de caída –aún no disponemos de perspectiva temporal suficiente para afirmarlo–. En 2015, la fecundidad se situaba en 1,32 hijos por mujer y la natalidad en un 8,8 ‰.
Las pautas de evolución y los niveles de la natalidad española son prácticamente idénticos a los valencianos: se superponen casi perfectamente. En el contexto europeo, esos 1,38 hijos por mujer se encuentran entre las regiones con una fecundidad muy baja, teniendo en cuenta que son muy pocas las que tienen fecundidades extremadamente bajas, por debajo de un hijo por mujer. Entre las regiones con fecundidades tan bajas como las valencianas encontramos a Reggio di Calabria, Campania o Marche, en Italia; El Alentejo, en Portugal, o algunas regiones griegas o polacas. La media de la Unión Europea (UE28) está en 1,58 hijos por mujer. Si comparamos la fecundidad valenciana con la de las regiones que habíamos identificado como similares en el apartado 2, es la más baja de todas ellas: solo se aproximan las de Sicilia y Veneto, en Italia, con 1,35 y 1,38 hijos por mujer, respectivamente, cuando en Provence-Alpes-Côte d’Azur tienen 2,03.
Las principales teorías que explican los cambios en los patrones reproductivos de las sociedades occidentales proponen explicaciones de largo plazo y razones coyunturales o cíclicas. Los cambios coyunturales dependen de los ciclos demográficos y económicos, y la fecundidad se pone en relación con cambios puntuales en la estructura de edades, como los provocados por movimientos migratorios, y con la evolución de la coyuntura económica, con periodos de crisis y dificultades seguidos por otros de bonanza y crecimiento de oportunidades. Las explicaciones de largo plazo se vinculan a los cambios en la estructura de valores, especialmente los relacionados con las relaciones de género y entre generaciones, y a los cambios en la esperanza de vida (Cabré, 2007).
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