Fuente : Elaboración propia. INE, Movimiento natural de la población. Las TFE en tantos por mil.
Durante la tercera etapa (1995-2005) la evolución es totalmente diferente. En este caso, diríamos que los cambios son exclusivamente de calendario, no de intensidad. Es un periodo que coindice con una evolución creciente de la fecundidad general, que pasa de 1,16 a 1,32 hijos. Se producen reducciones de la fecundidad de las mujeres con edades comprendidas entre 23 y 30 años, pero son más que compensadas por los aumentos de la fecundidad de las mujeres de más de 30 y, también, de las de menos de 23. Se trata de una evolución que podríamos relacionar con la combinación de tendencias a largo plazo, lo que explicaría el crecimiento de los nacimientos de mujeres de más de 30 años por la segunda transición, con efectos de coyuntura. Se vive una situación económica favorable que mejora las expectativas de futuro y facilita la movilidad geográfica. La llegada de mujeres en edad fértil, con pautas de reproducción importadas, ayuda a entender el incremento de la fecundidad de las más jóvenes en este periodo (como veremos más adelante).
Finalmente, entre 2005 y 2015, se retorna a la combinación de efectos de intensidad y de calendario. La sociedad valenciana vuelve a las tendencias de fondo, las de largo plazo sin compensaciones derivadas de la coyuntura económica favorable, aunque ciertamente a un ritmo mucho menor al observado entre 1985 y 1995.
En resumen, la recuperación de la fecundidad observada entre 1998 y 2008 puede explicarse por la llegada de población en edad reproductiva de otros países, con estructuras de valores y patrones de comportamiento diferentes. Pero también cabe señalar que el efecto calendario llena el vacío de nacimientos generado durante los primeros años del cambio biográfico y los aumentos de fecundidad de este periodo de las mujeres mayores de 30 años llegan a compensar las reducciones de las más jóvenes.
Los patrones reproductivos de las mujeres de nacionalidad extranjera, en comparación con las españolas, refuerzan esta idea ( gráfico 1.10): aportan fecundidades significativamente más elevadas en las edades más jóvenes, pero más bajas en las superiores a treinta años. Así pues, no es cierto que la fecundidad de las mujeres extranjeras sea superior a la de las españolas en cualquier caso, de hecho, las mujeres españolas mayores de 30 años tienen más hijos, de promedio, que las mujeres extranjeras de la misma edad. A partir de los 40 tienen el mismo nivel de fecundidad, sea cual sea el origen. Los calendarios de maternidad, por lo tanto, son bastante diferentes: las mujeres de nacionalidad no española tienen más descendencia cuando son menores de 30 años, mientras que las españolas cuando superan esta edad.
En cualquier caso, también cabe señalar la progresiva tendencia convergente de las prácticas de las mujeres inmigrantes y españolas. Se produce una reducción bastante notable de la fecundidad de las mujeres extranjeras menores de 30 años, acompañada de un ligero aumento en las mujeres que superan esta edad. Por lo tanto, una combinación de caída de intensidad con un ligero cambio de calendario. El resultado ha sido el decrecimiento casi continuo de la fecundidad total de las mujeres inmigrantes, que ha pasado de 1,84 a 1,39 hijos por mujer entre 2002 y 2015.
Roig y Castro (2007) sugieren tres posibles explicaciones de la reducción de la fecundidad de las mujeres inmigrantes: la adaptación progresiva a las pautas reproductivas de la sociedad de acogida (Andersson, 2004); que las migrantes femeninas forman parte de un grupo selecto de mujeres de los países de origen, con aspiraciones de movilidad social, niveles de estudio superiores a la media y diversos estatus maritales (Feliciano, 2005); y por la posible disrupción, al menos temporal, de las prácticas reproductivas provocada por el propio proceso migratorio, que puede suponer costes económicos elevados, separación de parejas y dificultades de asentamiento (Carter, 2000).
Esta convergencia de fecundidades sugiere que la inmigración quizá no sea la solución que pueda compensar los procesos de envejecimiento de la población valenciana, o en cualquier caso su impacto es limitado, a no ser que se mantuvieran entradas constantes de migración neta, a ritmos dependientes de la evolución de la fecundidad (Blanchet, 1989; De Santis, 2012; Paterno, 2012).
Gráfico 1.10 Evolución de las tasas de fecundidad total por edades (TFE), según nacionalidad. Comunitat Valenciana (2002-2015)
Fuente : Elaboración propia. INE, Movimiento natural de la población. Las TFE medidas en tantos por mil.
También son convergentes las tendencias referidas a los nacimientos dentro y fuera del matrimonio. Las mujeres inmigrantes parten de unos niveles relativamente elevados de nacimientos fuera del matrimonio y los reducen entre 2002 y 2015, del 46,2 al 39,9 %. Las mujeres de nacionalidad española han aumentado mucho la fecundidad extramatrimonial durante el periodo, y muy especialmente desde 1994, para situarse incluso por delante de las mujeres no españolas. Las residentes valencianas autóctonas tenían muy pocos hijos fuera del matrimonio en 1980: un 2,9 % del total de nacimientos; sin embargo, en 2015 representan un 42,8 % (de cada cien nacimientos casi cuarenta y tres se producen fuera del matrimonio). Este nivel ha llegado a equipararse con la media del 42 % de la Unión Europea (UE28), aunque la media española es ligeramente superior (44,5 %).
Si combinamos las informaciones sobre las evoluciones convergentes de la fecundidad general y de la extramatrimonial de mujeres inmigradas y de nacionalidad española, se puede entrever que las prácticas de las valencianas españolas cambian según las pautas propias de la segunda transición, mientras que las inmigradas lo hacen según los patrones de la primera transición.
La reducción de la fecundidad extramatrimonial también indica cambios en la relación entre matrimonialidad 10y fecundidad. De hecho, cuando comparamos la edad media del primer matrimonio (primonupcialidad) de las mujeres valencianas con la edad media a la cual tienen su primer hijo (primofecundidad), se pueden comprobar dos fenómenos.
Gráfico 1.11 Evolución de la edad de la primonupcialidad y de la primofecundidad de las mujeres. Comunitat Valenciana (1980-2015)
Fuente : Elaboración propia. INE, Movimiento natural de la población.
El primero es que las dos se retrasan durante los treinta y cinco años que analizamos, excepto entre 1997 y 2008, periodo en el que se observa una estabilización de la edad de primofecundidad (pasa de los 28,9 a los 29,1 años), que coincide con el momento de recuperación de la fecundidad general: si las mujeres valencianas tenían su primer hijo a los 24,9 años en 1980, en 2015 lo tienen a los 30,7. Esta edad es prácticamente idéntica a la media española (30,8), con una evolución superpuesta, pero superior a la europea (28,9). Por su parte, la edad a la que se casan por primera vez se ha retrasado durante todo el periodo, sin excepción, y pasa de los 23,7 años en 1980 a los 32,2 años en 2015. Las mujeres españolas, en conjunto, se casan de media un año y medio más tarde que las valencianas (33,7), la edad más elevada del conjunto europeo, por delante de Suecia (33,6). La valenciana está próxima a la de Luxemburgo y Dinamarca.
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