Las visiones del mundo 4 de las tribus que ocupaban lo que es hoy el territorio de los Estados Unidos son variadas y complejas, y en general, entre los estudiosos amerindios, se defiende su diferencia absoluta con todas las demás. Sin embargo, en el corpus literario y cinematográfico que se presenta en este libro, es evidente, por lo menos desde mi punto de vista —el de una estudiosa no aborigen y no estadounidense—, que existen muchos lazos comunes entre esas culturas, nexos que reconocen algunos estudiosos amerindios como, entre otros, Paula Gunn Allen, Louis Owens y Vine Deloria Jr., 5 correspondencias que presentan desde un punto de vista literario (Allen, Owens) y también sociológico y cultural (Deloria ).
Estos puntos en común construyen visiones del mundo no solo no occidentales sino claramente anti occidentales porque muestran la forma de vida occidental — representada en general por los Estados Unidos WASP más que por Europa, aunque provienen de ese último continente— como un grave error que debe corregirse si se desea salvar el planeta. Analizado con brevedad en esta introducción, ese ataque se concentra en el individualismo, el valor del dinero, la ganancia individual como marca positiva de éxito, la competitividad, la falta de respeto frente a las leyes de la naturaleza y al equilibrio natural, la idea de que la Tierra es un lugar a explotar y poseer, y no la Madre que sostiene la vida humana, además de la concepción binaria del mundo (es decir, la concepción de la mayor parte de los valores sociales como parte de oposiciones binarias opuestas y jerárquicas: bien vs. mal; noche vs. día; hombre vs. mujer; juventud vs. vejez; vida vs. muerte, etc.).
Hay una figura común a muchas de estas historias (cinematográficas y literarias) que funciona bien como ejemplo de estas visiones no binarias del mundo: el trickster. Los tricksters mitológicos de muchas de las tribus amerindias son figuras sagradas que provienen de las historias fundamentales de esas culturas. Su calidad de sagrados tiene que ver con dos características: la primera es su capacidad para sobrevivir; la segunda es el hecho de que no se los puede definir en el marco de las oposiciones binarias típicas de las culturas occidentales. Por dar un ejemplo de las tribus del sudoeste de los Estados Unidos, es imposible decir si el Coyote es un animal o un ser humano (este es el primer par binario que se quiebra: ser humano vs. animal) porque en realidad es ambas cosas, además de una criatura sagrada. Es un ser que atraviesa la frontera vida/muerte (segundo par binario) constantemente y en eso consiste su capacidad de supervivencia. Es joven pero también es viejo. Pero sobre todo, es imposible decir si es bueno o malo y este es el par binario principal que quiebra esta figura. Los tricksters son capaces de los actos más insoportables, inmorales y desagradables pero cuando llevan a cabo esos actos, el resultado para la comunidad es siempre positivo.
Un ejemplo de esa aparente paradoja 6 es lo que sucede con una de las muchas encarnaciones de Coyote en un cuento contemporáneo de Leslie Marmon Silko, “Coyote Has a Full House in his Hand”. 7 En el cuento, el protagonista es claramente un ser humano: solamente el título lo identifica como trickster. Es un hombre perezoso, abusivo, celoso que quiere vengarse de un hombre de otro pueblo que le quitó la novia. Hay que aclarar que, en realidad, él no quería a esa mujer porque ella lo obligaba a trabajar, es decir, que su venganza no está basada en ningún sentimiento de amor.
La venganza lo lleva al pueblo vecino, a casa de una mujer. No tiene un plan muy exacto; al contario, lo que hace le va surgiendo mientras lo lleva a cabo, mágicamente, lo cual lo define como trickster y como ser sagrado. Así, por impulso, se presenta como Medicine Man (curador), con lo cual, la mujer del otro pueblo lo atiende bien, le da de comer y finalmente le pide que cure a una tía enferma. La ceremonia que el protagonista inventa para la curación no parece muy sagrada, al menos, no lo sería desde un concepto occidental de la religión: él la está pensando mientras la dice. Sin embargo, una vez que inventa las reglas (nuevamente, le llegan desde algún lugar extraño que él desconoce y que tiene que ver con su calidad de “sagrado”), las obedece a raja tabla.
Pide a todos los hombres que se vayan del pueblo y a las mujeres que hagan una larga fila frente a él, que está sentado en el suelo junto al hogar. Después, él se frota las manos de ceniza y manosea cuidadosamente las piernas de todas, una tras otra, desde las chicas de quince hasta las viejas de más de sesenta. Cuando llega la primera vieja, lamenta profundamente no haber puesto un límite de edad, pero cumple con lo que dijo que haría: manosea a las viejas de todos modos.
Hasta aquí, este hombre es un aprovechado que quiere toquetear a todas las mujeres del pueblo sin que nadie se atreva a criticarlo. Pero cuando toca a la vieja tía enferma, se da cuenta de que está curada. Así, su acto —claramente un abuso de las mujeres y del pueblo todo por razones egoístas—, aparentemente muy “malo”, se convierte en “bueno” para la comunidad de la que se vengó y para la suya propia, ya que desde ese punto de vista, su acto venga el hecho de que un hombre de otra comunidad “se hubiera llevado” a una mujer.
Una visión del mundo capaz de crear figuras como esa y como todos los tricksters amerindios —figuras que la cultura pop WASP copió mal, en dibujos animados como el coyote y el correcaminos, Bugs Bunny, el pato Lucas y muchos otros—, funciona rechazando las oposiciones binarias. El resultado es una desjerarquización del ser humano, que deja de estar en el centro del planeta. Para estas culturas, los animales, plantas y la tierra misma tienen por lo menos el mismo valor que los humanos y forman parte del mismo círculo vital. En segundo lugar, aquí hay una crítica profunda a la división del mundo en “bueno versus malo”.
La figura geométrica esencial de estas visiones del mundo es el círculo (por oposición al cuadrado y el rectángulo) 8 y el número esencial es el 4, por las cuatro direcciones (norte, sur, este, oeste) que marcan el lugar de pertenencia de las personas (humanas o no) en el mundo porque los humanos no son las únicas personas del mundo. 9 El círculo se presenta en las casas, las ceremonias, las representaciones del mundo, las estructuras literarias y las de la filosofía de vida. El 4 se repite constantemente en muchas de estas obras.
Aquí, el individuo —cuyos límites, en la cultura occidental, son su propio cuerpo, su piel— no existe porque es inconcebible sin su grupo de pertenencia (un clan o familia extendida en la mayoría de los casos, muy raramente una familia nuclear) que incluye a su tribu o grupo social y su lugar de origen, su tierra específica con accidentes geográficos, clima, fauna y flora.
En estas literaturas y películas, el viaje no se concibe como deporte o diversión. Es impensable abandonar la tierra propia si no se hace para algún objetivo concreto o dentro de sus propios límites. Ese rasgo cultural se opone completamente al nomadismo constante de los estadounidenses blancos, que nacen en una ciudad y se van a otra apenas cumplen dieciocho años, dejando atrás la familia (nuclear, no extendida) en la que vivieron hasta ese momento y a la que no vuelven a ver excepto en ocasiones anuales como las fiestas de Navidad, Año Nuevo o Día de Acción de Gracias.
Al contrario, las raíces de las tribus son geográficas. Por lo tanto, también lo son las de los personajes de las novelas, poemas, películas y obras de teatro, salvo algunas excepciones como la de Gerard Vizenor, cuyas obras convierten esto en una construcción filosófica y simbólica en lugar de concreta. Como explica Vine Deloria Jr. en God is Red , las religiones de las tribus de los Estados Unidos no buscaban la conversión de otros ni creían ser las únicas que tenían algo así como la lectura verdadera del mundo porque todas ellas exigen una vida consciente de cierta montaña, cierto río, cierto paisaje particular y por lo tanto, serían absurdas en cualquier otro sitio. Así, la religión judeo cristiana —que depende de un esquema temporal, una línea de tiempo en la que hay un principio (la Creación); un clímax, para los cristianos (la vida de Cristo), y un final (el Apocalipsis), y aunque tiene un espacio en el que transcurre, un escenario, puede practicarse en cualquier lugar del planeta— se opone por completo a las religiones espaciales de las tribus, en las que el tiempo es circular y lo verdaderamente importante es el lugar en el que se practican.
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