1 Introito
2 Astor Piazzolla. Un tango con la sirena de la ambulancia
3 Miguel Ángel Bustos y la doble red
4 ¡Salve César! o el conductor de los domingos
5 Antonio Porchia. “Voces” del silencio
6 El conde Eugenio de Chikoff o el magisterio de los buenos modales
7 Juan L. Ortiz. El escondido licor de la tierra
8 Entrevista a Sara Gallardo
9 Tres pintores argentinos en París. Noé, Pérez Célis y Deira
10 Edmond Jabès y el libro de lo vivido
11 Carlos Fuentes. La novela mítica
12 Elie Wiesel. El heredero de la memoria
13 Adiós a Sartre, el que quedaba
14 Israel tiene 50 años y mira telenovelas
15 Carlos Gardel o la valija del padre
16 Marguerite Duras y un camino hacia la soledad
17 Este país
18 El grito de Benjamín Fondane
19 El fantasma de los jázaros
20 Julio Cortázar y Fredi Guthmann. Perseguidores de absoluto
21 Escandalosamente ellas, las surrealistas
22 En la dacha de Stalin
23 Gauchos judíos. Tiempo de juntar las piedras
24 Las dos Bolivias de Paz Estenssoro a Evo Morales
25 Carta a Simone de Beauvoir
26 Setenta balcones y bastante flor
27 Diálogo de mestizos
28 Las raíces africanas de la Argentina
29 Il Corriere della Massera
30 Edgar Bayley y la tentación de la claridad
31 El dinero y las palabras
32 Purgatorio de los escritores
33 Germaine Tillion y la observación como arma de resistencia
34 Por qué escribí un libro sobre Milagro Sala
35 La antecesora Simone Veil (1927-2017)
36 El “Teorema de Gorosito”
37 A modo de epílogo. El tesoro de la incertidumbre
1 Cover
Dujovne Ortíz, Alicia
Cronista de dos mundos : textos periodísticos / Alicia Dujovne Ortíz ; compilación de Ariel Hendler. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Marea, 2021.
Libro digital, EPUB - (Periodismo de colección)
Archivo Digital: descarga
ISBN 978-987-8303-64-2
1. Periodismo Cultural. 2. Entrevistas. 3. Literatura Feminista. I. Hendler, Ariel, comp. II. Título.
CDD 070
Dirección de colección: Constanza Brunet
Coordinación editorial: Víctor Sabanes
Edición: Ariel Hendler
Asistente editorial: Carla Belén Rafael
Corrección: Brenda Wainer
Diseño gráfico de tapa e interiores: Hugo Pérez
Fotografía de tapa: gentileza de Éditions Gallimard
© 2021 Alicia Dujovne Ortiz
© 2021 Editorial Marea SRL
Pasaje Rivarola 115 – Ciudad de Buenos Aires – Argentina
Tel.: (5411) 4371-1511
marea@editorialmarea.com.ar
www.editorialmarea.com.ar
ISBN 978-987-8303-64-2
Impreso en Argentina – Printed in Argentina
Depositado de acuerdo con la Ley 11.723. Todos los derechos reservados.
Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio
o procedimiento sin permiso escrito de la editorial.
Agradezco a Ariel Hendler por el modo sensible
y riguroso con que seleccionó y editó los artículos
contenidos en este libro.
Introito
La memoria hace trampas que pueden confundir, pero también esclarecer. Mi primera entrevista para la revista dominical La Nación tuvo lugar en 1969. Sin embargo, durante largo tiempo guardé una imagen curiosamente distorsionada de esa escena. Me veía a mí misma de veinte años, tímida estudiante de Filosofía y Letras con su montgomery de botones con forma de tronquitos, temblando de nervios porque iba a entrevistar a Nélida Lobato, una vedete de teatro de revistas hoy olvidada. Solo al disponerme a prologar esta antología me doy cuenta de la transposición: para el momento de la entrevista no tenía veinte años sino treinta y, entre otras cosas, ya había tenido una hija y publicado un libro de poemas. Pero fue el periodismo, ese ejercicio indiscreto que consiste en hurgar por detrás de la supuesta realidad, el que me arrancó del lugar delicioso al que llamamos el propio ombligo, me despertó la curiosidad por las vidas ajenas y me convirtió en biógrafa y en novelista.
No sé por qué el director de la revista La Nación, Ambrosio Vecino, me consideró la persona ideal para entrevistar a actrices y actores. Y digo que no lo sé, porque mis orígenes familiares –una madre, Alicia Ortiz, escritora feminista y comunista, y un padre, Carlos Dujovne, dirigente y editor del PC–, no resultaban el mejor pasaporte para ingresar en ese diario tradicional. Lo cierto es que me encontré de buenas a primeras entrevistando a decenas de personajes extraordinarios como Narciso Ibáñez Menta, Luisa Vehil, Alfredo Alcón, Norma Aleandro, Hedy Crilla o Niní Marshall, a los que yo, con razón o sin ella, estaba convencida de haber aprehendido a fondo, tanto psicológica como profesionalmente, gracias a un sistema de mi invención que consistía en callarme la boca para, por una parte, escuchar el murmullo de lo que no se decía y, por otra, esconder mi ignorancia. No fallaba nunca: instantes después, el propio entrevistado me lo aclaraba todo.
Habrá sido alrededor de 1972 cuando el poeta Mario Satz me legó su puesto de crítico literario en Raíces, la revista de la Sojnut, la Agencia Judía que reclutaba candidatos para hacer aliá, o en criollo, emigrar. Mi trabajo allí tuvo por consecuencia que Mario Diament me propusiera como secretaria de redacción en una revista de la Sociedad Hebraica Argentina, llamada Plural, que él dirigía. Poco más tarde, también por su intercesión, aterricé en el diario La Opinión como redactora de la sección Vida Cotidiana. Para mí, entrar en ese diario era como entrar en Le Monde, aunque lo hiciera por la puerta chica y dentro de un rubro en el que no descollaba. Pese a todo, coseché algunos laureles gracias a mis consejos para que los ravioles no se abrieran al echarlos en el agua hirviente; consejos lo bastante surrealistas como para que el director del suplemento cultural, Luis Gregorich, pidiera mi traslado a esa sección del diario. Y ahí sí, por fin, el periodismo literario me abrió los brazos. Si nunca hubiera escrito otra cosa en mi vida que mi entrevista al poeta Juan L. Ortiz, pienso que me podría morir tranquila: la nota reflejó con tal amplitud nuestro encuentro en su casita de Paraná, que hasta conservó el canturreo con que el anciano sabio Juanele iba ritmando sus palabras: “Mmm mmm...”.
Hasta que en 1977, un año después del golpe de Estado, el diario fue intervenido por el Ejército. A esa altura, yo ya había organizado en todos sus detalles mi traslado a París. Contaba con una beca modesta pero bienvenida de la embajada francesa y con dos pasajes para mi hija y para mí, ofrecidos por el periodista Emilio Perina a cambio de notas para una revista que él estaba por publicar y que –ha llegado el momento de hacer mea culpa– en la vorágine de mi llegada a Francia nunca le mandé. Contaba asimismo con la promesa de Luis Gregorich: él me publicaría notas en el suplemento haciéndome pasar por corresponsal hasta que clausuraran el diario –una muerte anunciada– con el objetivo de poder cobrar la indemnización, por escasa que fuera.
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