Calderón de la Barca, en su citada comedia, Guárdate del agua mansa , resume en los siguientes versos el simbolismo de los arcos:
Fig. 22. Pedro de Villafranca, Frontispicio de Rodríguez de Monforte, Descripcción de las Honras […] Phelippe Quarto […] , 1666. Madrid, Biblioteca Nacional de España.
[…] las quatro dilatadas
Partes del mundo, en quien tuuo
Dominio del Planeta de Austria.
Correspondieron los quatro
Elementos, siendo en claras
Significaciones, doctos
Recursos de sus fachadas […], 48
Si bien el contenido de cuadros, estatuas, inscripciones y poesías se eligieron en relación con el programa iconográfico global, encerraban otros significados más con los que expresar la diversidad de ideas, de mensajes que se querían enviar.
Para crear y elaborar el extenso programa, de enorme importancia política y finalidad eminentemente propagandística, además de un reto y una demostración del conocimiento y erudición de sus autores, el superintendente o protector de la fiesta, elegido siempre por el monarca entre los miembros de su Consejo con una formación humanística elevada, como era la de Lorenzo Ramírez de Prado, solía contar con la colaboración de otras personas versadas en letras, como en esta ocasión don Alonso de Calderón y don Pedro Calderón de la Barca. A lo largo de estas páginas tendremos ocasión de comprobar el saber cuasi enciclopédico y el ingenio volcado en el programa por estos autores, con los que trabajaron algunos más, hasta ahora desconocidos.
Las «historias» narradas en los cuadros estaban tomadas en su mayoría de fuentes escritas, fuentes que no se indican ni en la Noticia ni en los documentos. Sin embargo, en esta ocasión contamos con una información privilegiada, como es la relación de los libros que formaban la magnífica biblioteca de Lorenzo Ramírez de Prado, heredada de su padre Alonso, y enriquecida por este amante de los libros, una de las más importantes del siglo XVII. 49 Las posibles fuentes literarias que describían los temas de los cuadros las poseía don Lorenzo, fuentes que el superintendente indicaría a los artistas, quienes a su vez se servirían también de los repertorios de estampas y dibujos, habituales entre los pintores para componer sus obras, libros de empresas y emblemas, repertorios mitológicos e iconográficos ilustrados […].
Una fuente importante la formaban los libros de entradas anteriores, como las de Felipe II en Amberes y otras ciudades que visitó en su «felicísimo viaje», narrado por Calvete de Estrella; la de Felipe III en Lisboa; Ana de Austria en Madrid; archiduques Alberto e Isabel en los Países Bajos; del cardenal Infante don Fernando en Amberes y Gante; relaciones de exequias y fiestas religiosas; las obras de astrología de Cayo Julio Higinio, Sacro Bosco, Alberto Durero, Jerónimo de Chaves y otros; los tan difundidos libros de Natale Conti, Vicencio Cartari y Césare Ripa; empresas y emblemas de Adrea Alciato, Paolo Giovio, Girolamo Ruscelli, Sebastián de Covarrubias, Hernando de Soto; obras clásicas de Plinio Segundo «el Viejo», Tito Livio, Suetonio, Plutarco, Ovidio. En cuanto a los libros de historia forman el apartado más voluminoso de la biblioteca de Ramírez de Prado. El mismo había realizado los comentarios a los «cronicones» de Julián Pérez y Luitprando, que publicó con eruditos comentarios, el primero en París en 1628, y el segundo en Amberes en 1640, por los manuscritos de Jerónimo de la Higuera, que había conseguido añadir a su colección. Frente a esta aparente defensa de los falsos cronicones, las obras históricas que poseía eran prácticamente todas las publicadas hasta la fecha, de las cuales, en relación con los temas pintados en los cuadros podemos citar Historia del Perú de Diego Fernández, 1571; Historia de la rebelión de Granada , de Mármol y Carvajal, 1600; Historia General de África , de Luis Mármol, 1599; Historia de la conquista de Nueva España , de Bernal Díaz del Castillo, 1632; Crónica general de España del rey Don Alonso, de Florián de Ocampo, 1604; Guerras de África , de Pedro de Salazar, 1570; Historia general de las Indias y conquista del Perú , 1547; Relación del Sitio de México , de Fernando de Cepeda, 1637; Don Pelayo , de Joseph Micheli, 1648; Expulsión de los morisco de España , de fray Marco de Guadalajara, 1619; Expulsión de los moriscos , de Pedro Aznar, 1612, así como varios ejemplares de la Historia , del padre Mariana; las historias de Madrid de Gil González Dávila, Teatro de las Grandezas de la Villa de Madrid (1623) y de Jerónimo de la Quintana, Historia de la antigüedad, nobleza y grandeza de la Villa de Madrid (1629); la obra de Belda sobre san Isidro Labrador; el Flos Sanctorum de Ribadeneyra, anales, genealogía, heráldica, libros de leyes, historia sagrada […].
En su conjunto, el programa, como el de otras entradas, citando a Sagrario López Poza, participaba de los tres elementos básicos que establecía la retórica clásica de Cicerón y Quintiliano: enseñar [«docere»]; deleitar [«delectare»] y convencer [«movere»]. 50
ARQUITECTOS, PINTORES, ESCULTORES Y DORADORES.
En un primer momento, la Villa de Madrid acordó levantar únicamente tres arcos: el del Prado, «en la cuesta de Juan Sánchez Gavera», donde los miembros del ayuntamiento recibían a la reina; el de la Puerta del Sol y el de Santa María.
El 24 de abril, José de Villarreal, maestro mayor de las Obras de la Villa, redactó las condiciones con las que se deberían realizar, en las que establecía que se construirían según las plantas y alzados que se les entregaran, firmadas por don Lorenzo Ramírez y por los maestros que las hubieran ejecutado, «sin excederse cosa alguna sin orden de dicho maestro», 51 todo muy bien fortificado, terminado y rematado a gusto del superintendente y de la persona que lo tasara. En cuanto a los colores de la pintura y el dorado de la arquitectura, estatuas y adornos, deberían atenerse igualmente a las órdenes de Ramírez de Prado sin hacer nada por su cuenta, «para que en todo trabajo conste hacerlo con lo dispuesto.».También estaban obligados a pintar los cuadros con las historias que eligiera y ordenara el superintendente y con el dibujo que mejor conviniera. Por último, los despojos, una vez tasados, se les descontarían del importe final de los arcos. Para comenzar el trabajo recibirían una cantidad que se estimara suficiente y, una vez gastada en obra hecha, se les daría 500 ducados y así sucesivamente hasta la tasación final.
Por acuerdo de la Junta del 27 de abril, los tres arcos se concertaron con el arquitecto Pedro de la Torre y con el pintor Francisco Rizi. 52 Al día siguiente firmaron el contrato, con la obligación de fabricarlos según las plantas y trazas vistas, que había dibujado Pedro de la Torre con la ayuda de su hijo Francisco, 53 firmadas por el superintendente y bajo las condiciones establecidas por Villarreal. 54 El importe de la obra se fijaría mediante tasación, lo mismo que los materiales que quedaran una vez pasada la entrada, importe que se les descontaría de la cantidad final. Los arcos deberían estar acabados el 15 de junio. 55 Para comenzar el trabajo recibieron 4.000 ducados.
El 5 de mayo la Junta acordó levantar otro arco más en la carrera de San Jerónimo, a la altura del Hospital de los Italianos, con el dinero aportado por los gremios, el cual se encargaría también a Pedro de la Torre y a Francisco Rizi. En realidad se trataba de una decisión forzada por Ramírez de Prado, pues el arco ya lo había contratado el 22 abril con los dos artistas, y parece que se había empezado a levantar. 56 Unos días antes del acuerdo, el comisario de los arcos, Rodrigo de Rozas, había informado a la Villa que, aunque el superintendente se había ocupado de reunir todos los donativos de los gremios para el fabricar este cuarto arco, únicamente se habían recogido 52.000 reales, cantidad del todo insuficiente, por lo que, dado que Felipe IV había visto las trazas de los arcos y lo que estaba hecho y le había gustado mucho, don Lorenzo se lo comunicaba al ayuntamiento para que el arco se continuara a sus expensas, «pues sera mayor serbicio de S.M. y mas muestra de la voluntad con que se le sirbe». 57 Parece evidente que Ramírez de Prado, una vez ideado con Alonso de Calderón el programa icónico de los arcos en base al «número cuatro», ante la precaria situación económica del concejo o su rotunda negativa, decidió conseguir el dinero por su cuenta. La dificultad de obtenerlo le llevaría a mostrar el proyecto a Felipe IV, sabedor de que le convencería, para de esta forma presionar más tarde a la Junta.
Читать дальше