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Fig. 1. Daniel y Jan Baptista van Heil, La archiduquesa en Coudenberg, Museo van de Stad, Bruselas (inv. n° K.1886-2).
Fig. 2. Lucas Vosterman, Palacio de Coudenberg, grabado Chorographia Sacra Brabantiae , 1659.
Fig. 3. Jan Brueghel «el viejo», Los archiduques paseando por la warande, Rubenshuis, Amberes (inv. n° RH. S. 130).
Fig. 4. Peter Paul Rubens y Jan Brueghel «el viejo», El banquete de Aqueloo, Metropolitan Museum, Nueva York (inv. n° 45.141).
Además de estas grutas, uno de los espacios más singulares de la warande es el gran lago que rodeaba el palacio de Coudenberg por el sur. Es un lago que reproducen diversos pintores, lo que permite reconocer su aspecto, uso y cambios a lo largo del tiempo, incluso a nivel estacional. Daniel van Heil y Jan Baptista van Heil, lo reproducen con la archiduquesa en primer plano con su corte 10. En otros casos, como el atribuido a Jan Brueghel «el joven» del museo del Prado, en cambio, el lago ha desaparecido, y el espacio se presenta como una gran llanura frente al palacio.
El palacio de Mariemont fue una de las residencias favoritas de la archiduquesa. No es baladí que en el retrato que envía a su hermano en 1615 a través del marqués de Siete Iglesias y se conserva en el museo del Prado Prado (inv. n° P001684) 11, aparezca retratada en primer plano frente a una balaustrada que deja ver al fondo el paisaje de Mariemont. [fig. 5]
Fig. 5. Peter Paul Rubens y Jan Brueghel «el viejo», La infanta Isabel Clara-Eugenia, Museo del Prado (inv. n° P001684)
El palacio fue construido para María de Hungría en 1546, siguiendo los planos del arquitecto cortesano Jacques du Broeucq (De Jonge, 1998a: 191–220; De Jonge, 1998b: 161–187; De Jonge, 2004: 1–15; De Jonge, 2005: 45–57). En 1554, fue destruido por las tropas francesas de Enrique II, y no fue hasta la llegada de los archiduques que el edificio vuelve a tener un lugar primordial dentro de la estrategia de los monarcas por devolver a Flandes su antiguo esplendor. Los archiduques encargan la reconstrucción a Jacques Francart en 1605, pidiéndole que siga los planos originales de Broeucq. No sólo el edificio va a ser objeto de cuidado, sino que años antes, en 1601, los archiduques ya habían nombrado a Denis de la Forge guarda del parque de Mariemont. A pesar de esta renovación y el interés por mantener la estructura del palacio del siglo XVI, entre 1617 y 1618 se agranda el palacio al añadirle cuatro pabellones en cada ángulo con terrazas sobre el tejado (De Jonge, 2002: 29–41). [fig. 6] Lamentablemente, el palacio desaparece en 1794, tras el incendio acaecido durante la revolución francesa.
Fig. 6. Anónimo, Vista del palacio de Mariemont , Dibujo, Mons, Archives Générales
Para Mariemont, Isabel había solicitado al ingeniero real, Pierre Lepoivre, y al jardinero de su corte, Louis Patte, unos jardines inspirados en Aranjuez (Demeester, 1978-1981: 195-199, 255; De Jonge y De Vos, 2000: 41; Martens, 2014: 661). Jardines que, por otro lado, la archiduquesa tuvo la oportunidad de disfrutar tras las reformas emprendidas para su acondicionamiento por parte de Juan Bautista de Toledo, y que se continuaron bajo la dirección de Jeronimo Gili y Juan de Herrera (Álvarez de Quindos y Baena, 1804). Son unos jardines que, como Felipe II le había explicado:
«que las mas cosas de las de Aranjuez habia hecho por las de Marymont, y aora hallamos que es así, porque como andamos compuniendo aquello, se van descubriendo muchas cosas como las de allá, y algunas no se entienden bien, y pienzo que por la traça se entenderán» 12.
Este interés por recomponer la imagen de un pasado glorioso en el palacio de Mariemont del que tiene constancia por su tía-abuela y su padre, y ser lo más fiel al pasado, se une la estrecha relación que tuvo con Aranjuez. Para Isabel Clara-Eugenia fue el lugar donde es nombrada monarca de Flandes por su padre, al mismo tiempo que un lugar que ha disfrutado y del que tiene muy buenos recuerdos. En palabras de Jehan L’Hermite, Aranjuez es «este sitio tan deleitable [que] semeja en verdad a un paraíso en la tierra, cuya belleza no es posible imaginar» (L’Hermite, 2005: 392). [fig. 7]
Fig. 7. L’hermite, Vista de Aranjuez y sus jardines, 1598, diseño para Les Passatems . Manuscrito original en la Real Biblioteca Alberto I de Bruselas (Ms. II 1028)
Asi, teniendo claro todo esto, entre 1598 y 1604, los jardines y parque de Mariemont van a ser reestructurados por el ingeniero Pierre Le Poivre (1546-1626) y el jardinero de los archiduques Louis Patte, a los que se unen entre 1606 y 1608 los trabajos de Salomon de Caus (1576-1626) y, probablemente también, las soluciones arquitectónicas de Wenzel Coebergher (De Jonge, 1998: 197). Estos ingenieros y jardineros plantean una serie de capillas que jalonan todo el territorio del parque, haciendo del espacio un peregrinaje por cada una de las estaciones. No obstante, dentro de las vistas que nos han dejado del entorno Joos de Momper y Jan Brueghel «el viejo», fechadas hacia 1612, lo que más llama la atención es la piscina a modo de tronco piramidal invertido que se construye entre 1606 y 1608, [fig. 8]. Es un modelo que encaja con los modelos que Salomon de Caus había planteado en otras cortes europeas (Morgan, 2007: 82-87). Las vistas de los jardines de Mariemont de Jan Brueghel de Velorus del museo de Dijon y El Prado, muestran esos lagos y fuentes en gradas, al igual que las labores habituales de los archiduques en estos parajes. [fig. 9]
Fig. 8. Joost de Momper y Jan Brueghel «el viejo», La infanta Isabel Clara-Eugenia en el parque de Mariemont, Museo del Prado (inv. n° P001429)
Fig. 9. Joost de Momper y Jan Brueghel «el viejo», Excursión campestre de Isabel Clara-Eugenia, museo del Prado (inv. n° P001428)
Jan Brueghel «el viejo» fue testigo directo de la vida cotidiana de los archiduques en estos espacios, como se descubre ante los dibujos que conserva el Fogg Museum, Harvard University (Cambrige). Uno de ellos (inv. 1986.639) [fig. 10], catalogado como «cinco figuras femeninas», responde fielmente a las jóvenes que acompañan a la archiduquesa en la vista de Mariemont del museo del Prado (inv. n° P001429) [fig. 8], mostrando como el pintor convivía con los archiduques y tomaba notas que luego traspasaba a los lienzos que sus soberanos se encargaban de enviar a la corte en Madrid.
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