Escrivió el maestroen el cuarto fastial
las gestas del buen reÿ,sópolas bien pintar (2588ab).
Se sigue con meticulosidad el orden de episodios referidos, con ponderaciones formularias; 32 se trata de un proceso fundamental para la construcción de los esquemas de la ficción medieval: a) se han contado unas hazañas realizadas por Alejandro, b) los oyentes las han asimilado conforme a unas claves de recepción, c) se articulan planos visuales para fijar esa trama de sentidos, tanto por el héroe como por los receptores fundidos en una misma mirada, con implicación de las distintas perspectivas con que el Libro se ha armado; se integran, en suma, lo contado y lo visto, teniéndose que ajustar los oyentes externos a las pautas de intelección que el héroe aplica al contemplar acciones que ellos habían convertido ya en trama de enseñanzas. En cierto modo, se reproduce el mismo desarrollo fijado en la unidad dedicada a la guerra de Troya que se cierra ahora con la descripción de la tienda, sobre todo porque la miniatura que figura en el ms. O , 45 v , obliga al poseedor de ese manuscrito a realizar una suerte de écfrasis para entender —y aplicarse— las imágenes reales que está contemplando y que han sido descritas en el curso de la recitación que ha realizado el macedonio; 33 del mismo modo que Alejandro convierte en lecciones la materia ligada a la guerra de Troya, 34 así el recitador procede a referir los hechos de su vida —engastados en esa compleja red de materias— para que el receptor las interprete y aplique esa enseñanza a su propia situación.
En resumen, sin que en ningún caso se haya pretendido presentar el Libro sólo como una obra de ficción, lo cierto es que en su desarrollo se ponen en juego los diferentes elementos que posibilitarán la construcción de los distintos órdenes argumentales ligados a la ficción narrativa: para ello es necesario que exista una «materia» -o un mosaico de materias-, un «curso» formal —la versificación regular en el siglo XIII, la prosa ya a partir del siglo XIV— que permita transmitirla y unos esquemas de interpretación para poder extraer de las «estorias» literales los sentidos alegóricos.
4. El Libro de buen amor : la ficción de la poesía
A Juan Ruiz le cumple construir otro modelo de ficción, en razón de la problemática social y religiosa a la que debe dar respuesta entre la tercera y cuarta década del siglo XIV; por estos mismos decenios, don Juan Manuel, a causa de la grave fractura ideológica que sufre y percibe, ensaya también diferentes esquemas de análisis de la sociedad de su tiempo y se acerca a los límites de la ficción con las «fabliellas» o «fablas» de los libros que consagra al didactismo estamental: el Libro del cavallero et del escudero , el Libro de los estados —por su marco dialógico— o el mismo Libro enfenido , porque lo que le importa es asegurar la transmisión del saber conveniente al estado al que él pertenece; tal es la función del Libro del conde Lucanor , que complementa con el sistema de enseñanza por analogía que despliega en su trama de «exemplos»; pero no va más allá de estas modalidades narrativas, en buena medida porque la producción de literatura caballeresca no es tarea de un noble, incluso su audición podía considerarse perniciosa; 35 son importantes estas consideraciones porque Juan Ruiz diseña un modelo de ficción que es anticaballeresco y, para ello, se va a aplicar a contrahacer el primer patrón de la ficción caballeresca, el del Libro de Alexandre , que seguía manteniendo su impronta en este cambio de siglos como lo demuestran los testimonios de O y de Med (con las cuadernas dedicadas a la poética inaugural de la clerecía).
Son otras, como se ha indicado, las situaciones por las que se interesa Juan Ruiz —la naturaleza del amor, la peligrosidad de las vetulae , la degradación de los estamentos, en especial el de los eclesiásticos— y es otro el público al que se dirige, ese coro de «dueñas» al que invoca o ese grupo de «varones» o «amigos», que tendrían que ser escolares; también en el Libro del caballero Zifar hay una preocupación cierta, ya en la Estoria del infante Roboán , por los círculos de cortesía femenina 36 y, por supuesto, en esta obra se incluye el «exemplo» de la «fija de buen conosçer» para denunciar los riesgos de la concupiscencia 37 y para advertir del daño que causaban las viejas que entraban y salían de los conventos; 38 sobre estos mismos problemas y para otros destinatarios, Juan Ruiz construye un sistema de ficción de nueva factura, que no se limita sólo a proponer una exégesis directa de los episodios narrativos —aquí, la malla de peripecias sentimentales—, sino que arrastra a sus receptores hacia una nueva orientación significativa, la de la ambigüedad, obligándolos a aplicar un grado de entendimiento más sutil para poder apoderarse de la enseñanza doctrinal que, finalmente, el Libro procura.
El problema es que no se puede valorar, en su totalidad, cómo sería ese modelo de ficción, porque no se conserva el Libro de buen amor completo ni siquiera se puede afirmar con seguridad el número y el tipo de materiales o de piezas poemáticas que integrarían su compleja estructura; de entrada, se supera el molde de la cuaderna vía con ese aparato de «trobas» que remite a una «çiençia» que ha de ser la de la poesía; esta pluralidad estrófica es la que garantiza nuevos cauces de interpretación —ajustados a secuencias rítmicas, a los «puntos» de los acentos—, que van a cuajar en diferentes esquemas de intelección, porque los problemas que se van a abordar —sobre todo, el de la fuerza del amor— son mucho más complejos, de donde la necesidad de articular cauces de entendimiento que permitan penetrar, desde distintas perspectivas, en los asuntos tratados.
El Libro de buen amor contaba no sólo con episodios narrativos en cuaderna vía —la superficie literal—, sino con un tejido de «fablas» —«exemplos» o fábulas— 39 en el que se ofrecían las claves de intelección moral —el segundo de los sentidos— para interpretar las secuencias textuales, más dos importantes núcleos alegóricos en los que se perfilan las dos líneas esenciales del contenido de la obra: la erotológica y la dedicada a la crítica de los estamentos religiosos; además, los núcleos argumentales iban acompañados de unas cantigas —sólo se conservan las zejelescas— que debían ofrecer, a su vez, pautas de interpretación para analizar la trama episódica a la que se ligaban como cierre; incluso, en el original, habría «estorias» —se remite a ellas: 1571c— que ayudarían a «ver» o a fijar las imágenes de la realidad creada. 40
Son, por tanto, varios los grados de ficción que definen el entramado textual del Libro de buen amor , en razón de la complejidad de la materia que se va a abordar: un análisis de la pasión concupiscente mostrada a través de una serie de peripecias sentimentales, vinculadas siempre a los núcleos doctrinales que permitan convertir en enseñanza ese orden narrativo; a este hilo principal de la trama, se anudará el resto de los temas de que se ocupa Juan Ruiz con la crítica de los estamentos sociales como principal preocupación. Con este fin se articulan diferentes niveles de sentido que continuamente se contraponen, tal y como se pone de manifiesto en el proemio en verso, en el que se recoge la principal de las dicotomías —‘cuerpo/alma’— formulada en el prólogo en prosa:
que pueda fazer librode buen amor aqueste,
que los cuerpos alegree a las almas preste (13cd).
El Libro instiga un nuevo orden de pensamiento poético, sostenido por la «çiençia» a la que remite, ya que serán esos modos específicos de «dezir» en verso, con las múltiples combinaciones estróficas, los que instiguen los esquemas de entendimiento aplicables a una trama episódica en la que se desplegará un amplio muestrario de relaciones sentimentales, atenidas a una nutrida tipología de figuras femeninas, con el fin de mostrar las falacias de que se sirven los amadores, las arterías con que encubren su oficio las alcahuetas y los riesgos que amenazan a las «dueñas» que, por lo común, sabían salir bien paradas de estos peligros.
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