Como mencionamos con anterioridad, la historiografía parte de la premisa de un declive en el activismo afro-estadounidense en el período post-1968, alcanzando nuevos niveles en 1975. Incluso autores revisionistas y otros que adhieren a la tesis del largo movimiento tendieron, en su mayoría, a “extenderlo hacia atrás” (buscando sus orígenes en las décadas de 1930-1940, incluso a fines de 1920), en lugar de “extenderlo hacia adelante” (enfocándose sólo en sus consecuencias, legados o ramificaciones).
Lo cierto es que escasa atención se le ha prestado a la lucha y militancia afroestadounidense, y a las condiciones contextuales de la misma, en las décadas de 1970 y 1980, y que explique acabadamente y con el mismo detalle que para años precedentes el desarrollo y razones más profundas del activismo y resistencia negra. Según Robert C. Smith, este “declive en el activismo” se subsume a que, con el surgimiento del Poder Negro y la radicalización de las formas de protesta, la lucha en las calles como estrategia perdió fuerza y legitimidad, desprestigiada tanto por la renovada confianza e integración al sistema político-electoral (cooptación), como por los altos niveles de represión política (persecución, encarcelamiento, exterminio) que muchos líderes y militantes sufrieron a comienzos de la década de 1970 41 . Fueron las victorias legislativas de la década previa las que alentaron a muchos a apelar a los canales político-institucionales, al tiempo que desilusionaron a otros ante lo que percibían como una extrema lentitud en los cambios que podían producirse “desde adentro”. Por último, muchas organizaciones de gran protagonismo en los ‘60 se retrotrajeron, desaparecieron de la escena política o perdieron relevancia, debido a divisiones internas, presiones externas o represión estatal. Así, el análisis histórico sobre el movimiento en los setenta y ochenta se convirtió en un relato sobre “la recesión económica y la migración hacia los suburbios, la pobreza afroestadounidense, la desintegración familiar, la guerra de pandillas y las drogas. Los actores centrales ya no son los afro-estadounidenses sino la mayoría (blanca) silenciosa de los suburbios y los conservadores en Washington DC”. 42
Teniendo en cuenta que el número de votantes negros en elecciones generales prácticamente se desplomó (cayendo de 81,7% en 1967 a 47,7% en 1979, tendencia a la baja que se mantuvo en la década de 1980) 43 , no creemos que la historia del movimiento negro después de 1968 sea únicamente la de su institucionalización, es decir, de la “transición de la protesta a la política”, como anticipase Bayard Rustin en 1965. Todo lo contrario. Disintiendo con lo planteado a fines de 1970 por Piven y Cloward – quienes consideraron que luego de la obtención del voto y de la incorporación del movimiento a la política electoral, los métodos de protesta social perdieron legitimidad entre la población afro-estadounidense – 44 ; e inclusive con Manning Marable, quien dos décadas después afirmó que ya no existía la necesidad de manifestarse en las calles 45 , entendemos que las bases negras no sólo utilizaron el sistema electoral como vía de acceso al poder político y económico, sino que continuaron recurriendo a las tácticas y estrategias de lucha que les permitieron obtener las decisivas victorias de los sesenta. Es por ello que queremos contar la historia, y entender la lógica y retórica de la lucha y militancia negra en las décadas de 1970 y 1980. Consideramos el devenir de la lucha afro-estadounidense como una continuidad del movimiento por los derechos civiles, a partir de lo cual nos proponemos analizar su evolución en un contexto adverso de avance del conservadurismo político y del liberalismo económico.
A partir de cinco estudios de caso (la Campaña de los Pobres de 1968, el movimiento de los Panteras Negras, el movimiento negro en Mississippi y la experiencia de la United League , el Busing movement de Boston, y el movimiento negro contra el Apartheid sudafricano), 46 planteamos una historia de continuidad y proliferación, más que de declive o desaparición, en la que el hincapié estuvo puesto no sólo en defender las conquistas obtenidas sino en expandir los derechos alcanzados, como parte de un proceso de lucha y resistencia contra el racismo institucional de la sociedad estadounidense, en la que el movimiento se redefinió hacia demandas, estrategias y formas de lucha de clase. Hay razones por las cuales estos movimientos de protesta, tomando como modelo luchas precedentes, no se sucedieron durante la “fase clásica” sino en décadas posteriores. Las mismas evidenciaron la tensión existente entre las nociones de racismo, raza y clase, y es esa tensión latente lo que pretendemos explorar.
En las siguientes páginas recorreremos este período histórico en el que revelaremos tanto la continuidad de la lucha y militancia de la comunidad negra, como la persistencia y proliferación de sus formas de resistencia. Sustentándonos en un marco teórico que nos permita analizar la interrelación histórica entre estas nociones de racismo, raza y clase , y de su centralidad y relevancia para el devenir histórico de los Estados Unidos, nos enfocaremos en analizar cómo la interconexión entre estos conceptos se hace presente y se evidencia en los procesos de lucha de la comunidad afro-estadounidense entre 1968 y 1988. ¿Por qué nos enfocamos en estos años? Porque es cuando la tensión entre estas nociones se hace más evidente que nunca, cuando la lucha de los negros deja de ser una lucha racial en la cual los reclamos de clase se encontraban encuadrados en el marco de la lucha por la libertad política, la ciudadanía o los derechos civiles para ser una lucha de raza y clase, una resistencia racial abiertamente expresada en términos clasistas como nunca antes se había manifestado en la larga historia de lucha y resistencia de la comunidad afro-estadounidense.
A partir del análisis de fuentes relacionadas con la lucha de la población negra en el período considerado, veremos cómo la retórica ideológica del racismo, que equiparó las nociones de raza y clase, se revela en forma consciente por y para la comunidad afroestadounidense. Así, el lenguaje sobre la raza “creado” por la elite al momento del surgimiento de los Estados Unidos como nación independiente, y luego de ser recreado a través de diferentes momentos y procesos históricos, es apropiado por estos sectores y utilizado como herramienta para las reivindicaciones y luchas de la comunidad negra estadounidense. En otras palabras, la población negra adoptó este concepto histórico de “raza” para referirse a su propia situación de clase: al referir a demandas, estrategias y reivindicaciones “raciales” refieren y representan cuestiones de clase. Esto se evidencia en el discurso y las formas de resistencia afro-estadounidense, que entendieron que a fines de la década de 1960 su lucha estaba lejos de haber acabado.
1 Philip Foner, “Introduction”, en Philip Foner (ed.) The Black Panthers Speak , 2 ndEd. (New York: Da Capo Press, 2002), xxiv-xxv.
2 Black Radical Congress National Council, “The Freedom Agenda”, 17 Abr 1999, en Manning Marable y Leigh Mullings, Let Nobody Turn Us Around: An African American Anthology (USA: Rowman & Littlefield Publishers, 2009), 595.
3 Toby Harnden, “Racial incidents sour Barack Obama's victory”, The Telegraph , 17 Nov 2008, http://www.telegraph.co.uk/news/worldnews/northamerica/usa/barackobama/3474135/Racial-incidents-sour-Barack-Obamas-victory.html(consultado en 17 Nov. 2013). Associated Press, “Post Racial USA? Not So Fast”; CBS News , 11 Feb 2009, http://www.cbsnews.com/stories/2008/11/15/national/main4607062.shtml(consultado en 17 Nov 2013).
4 W.E.B. Du Bois, The Souls of Black Folk (1903), (PA: Pennsylvania State University, 2006), 16.
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