Ludmila Ramis - Game Over

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Game Over: краткое содержание, описание и аннотация

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Los amigos con beneficios olvidan que deben pagar intereses en el banco de los sentimientos. Billy Anne quiere salir de la sombra de su apellido y trazar su propio camino. Para ella, la vida adulta es algo nuevo, pero acepta el desafío con gusto. Su familia le ha enseñado que nada es imposible. Por otro lado, Jaden Ridsley es un exjugador de fútbol americano que ama las fiestas y espera que el éxito y la estabilidad mental le caigan del cielo tras haber tenido una vida muy dura. Cuando estos opuestos terminan atados en el trabajo y, también bajo el mismo techo, la reacción química de su atracción se vuelve imparable. Mientras se desdibujan los límites de su relación, las inseguridades tienen luz verde para avanzar y provocar un choque de secretos en una calle llamada Destino. n juego terminado ofrece la posibilidad de empezar uno nuevo, pero… ¿Puede un final romperte para siempre?

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—¿Cuál era el pero, Jaden?

Se pone el gorro del pompón en la cabeza. Es tierno y reprimo una sonrisa cuando la lana se desliza hacia arriba y una de sus orejas se escapa. La señora Hyland tejió el accesorio teniendo de modelo a mi yo de siete años, no a este sujeto con tanto diámetro de cráneo como de arrogancia.

—Mi padre nos obligaba, a mi hermana y a mí, a sobreabrigarnos para salir de casa. Solía usar como tres de estos, uno sobre el otro, todo porque Atwood Ridsley temía que nos enfermáramos. Por eso, cuando él enfermó, lo primero que le pregunté con ocho años fue por qué no se había abrigado.

Su sonrisa es triste. Cuando alguien se siente mal y no sonríe, como es normal, te parte el corazón, pero cuando sabes que esa persona se siente horrible y, a pesar de eso continúa sonriendo, es incluso más devastador.

—El diagnóstico fue cáncer. Luchó contra él tres años y, cuando pensamos que ya había pasado lo peor, nos dimos cuenta de que estábamos en el ojo del huracán. Recayó, ¿sabes por qué? Por su trabajo.

Su disculpa cobra más sentido. Al conectar, de alguna forma, lo que le pasa a otro con algo que te pasa o pasó a ti, la empatía se amplifica. Siempre me gustó la palabra porque, a pesar de que requiere destrucción para ser dicha, en cierto punto conlleva edificación.

—Él creció en un hogar de clase media y perdió a su padre por la misma enfermedad. Por eso, cuando se esforzó para entrar en la gran industria, se aseguró de que jamás lo sacaran de allí. La gente lo subestimaba mucho y, para callarlos, trabajó el doble... Ese fue el comienzo. Cuando se enteraba de que mi hermana o yo necesitábamos otro par de zapatillas o que mi madre le debía dinero a la señora del mercado, trabajaba el triple.

Volverse adicto a algo, sea por ambición, placer o necesidad, termina por afectar a todo el entorno. Me pregunto cuántos actos escolares de Jaden se perdió o si estuvo presente cuando pasaron a recoger a Ibeth para su primera cita. Tal vez faltó a varias cenas de Navidad y haya llamado en el cumpleaños de sus hijos desde su oficina.

—Era un buen padre, pero trabajar lo consumía y lo alejaba de nosotros. Al enfermar, trabajó el cuádruple para pagar el tratamiento. Financió lo que podría hacerlo vivir con lo que, en gran parte, lo estaba matando. Llegó un punto en donde tuvimos que internarlo y pidió que le lleváramos las cosas de la oficina. Estaba asustado de no ser capaz de dejarnos lo suficiente para estar económicamente bien.

Se quita el gorro con culpa.

—No te presiones en superar las expectativas del resto cuando ambos sabemos que ya lo has hecho, Billy —pide—. Ellos no pueden verlo aún, pero yo sí. Lamento haber dado a entender que no te mereces el puesto o que tienes el camino fácil. En el fondo, sé que no es así y, si recibes alguna clase de ayuda, es porque tu padre se esforzó en llegar a donde está. Por favor, no te autoexplotes para demostrarles a los demás cosas que no tienes que demostrar a nadie.

Tengo el impulso de abrazarlo porque se abrió conmigo, pero temo que sea cruzar la línea.

—No lo haré —susurro—, y gracias por ayudarme a doblar la ropa.

Él asiente y luego frunce el ceño.

—Es extraño, pero es muy terapéutico —declara con su humor de regreso.

—¿Sabes qué otra cosa es muy terapéutica? La comida del abuelo.

—En ese caso... —Se pone de pie y me tiende una mano—. Creo que deberíamos ir a poner la mesa antes de que venga aquí y amenace para no hacerlo.

Al ayudarme, por un momento no me suelta y tampoco tengo intención de soltarlo. Tal vez sea porque lo que acaba de contarme todavía tiene su efecto en mí: siento pena por él. Yo no sé qué haría sin mi padre o sin Bill Shepard. Tampoco sin mamá. Y, aunque él no haya mencionado a la suya, es obvio, si tengo en cuenta mis observaciones anteriores, que esa mujer no estuvo para él.

—Eres como los espaguetis del abuelo, Jaden.

—No sé qué se supone que significa eso, pero espero que estés haciendo referencia a que soy muy comestible.

Su confianza vuelve, pero eso no es a lo que me refería. Los espaguetis se ablandan cuando pasan más tiempo en el agua. Creo que él es igual.

Puede que esté cocinando un posible amigo aquí.

Capítulo 12

Gallo de ciudad

Billy Anne

—¡Billy Anne Beasley Shepard!

Me siento de golpe en la cama al oír el grito del abuelo cuando irrumpe en mi habitación. Es el despertador más eficaz que he conocido. Sus baterías son los platos de pasta.

—¡Malversación de fondos! —chillo sin terminar de despertar de mi sueño—. Maldita sea, abuelo... —Me aparto el lío de cabello mañanero fuera del rostro—. ¿Por qué tienes complejo de gallo de granja? Son las cinco, deja dormir al prójimo.

Me arrepiento de ver la pantalla de mi teléfono. Anoche no le bajé el brillo y ahora siento que estoy por perder el 70 % de mi visión. Las neuronas interconectadas que conforman mi retina me maldicen en su idioma celular.

—Habrá tiempo para dormir cuando estemos muertos. Tú y el zoquete del cuarto siguiente saldrán a correr.

Estoy a punto de preguntarle por qué no despertó a Jaden cuando oigo que la puerta de su habitación se abre. El abuelo se da cuenta de que iba a cuestionarlo y sonríe con satisfacción cuando el moreno arrastra sus pies hasta él.

—¿Con qué autoridad me obligará a hacer ejercicio, señor? —Ridsley apoya una mano en el umbral de la puerta y la otra en su cadera, sin preocuparse por cubrir su bostezo.

No lleva camiseta y los pantalones de pijama cuelgan demasiado abajo como para no llamar la atención.

—Con la que el poder de mi pie me ha concedido. El desayuno está casi en la mesa, apresúrense si no quieren que añada más millas y lleguen a Botsuana con la lengua afuera. —Se ajusta la gorra de los Chiefs y se marcha.

Me dejo caer de espaldas otra vez y cierro los ojos. Odio correr y el abuelo, a veces, me pone de malhumor; me digo que lo amo y que puedo hacer esto. No falta tanto para que se marche y debo aprovechar su compañía. Recordar a Amalia refuerza la idea.

—Hazme espacio.

Abro un ojo y veo a mi compañero de pie junto a mi cama mientras hace un ademán con la mano para que me corra.

—¿En esta cama? ¿Acaso quieres morir?

No me hace caso y deja caer su gran trasero en el colchón. Me empuja con él hasta que estoy casi al borde. Se recuesta, flexiona un brazo tras su cabeza para usarlo como almohada y apoya su mano libre sobre su estómago. Gira el rostro para mirarme entre el sueño y el descaro.

—¿Cómodo? ¿Se te ofrece algo más?

—No, de hecho, estoy muy bien, pero gracias por la atención. Si fueras un hotel de Trivago te daría cuatro estrellas. Te resto una por la cortesía ácida.

Niego con la cabeza y vuelvo mirar el techo en el intento de disimular que su calidez corporal en realidad me agrada. Mis sábanas aumentaron como diez grados con él en ellas.

—Dime tres cosas sobre ti —dice de repente, lo que me desconcierta. —¿Qué? Todavía estamos en proceso de conocernos. Soy un alma curiosa, aliméntame.

Claro que lo alimentaría. Con cianuro, arsénico y una pizca de polonio.

—Dime tres cosas que creas sobre mí y las desmentiré o afirmaré —propongo en su lugar—. Y luego saldrás de mi cuarto antes de que Shepard regrese y ponga a prueba tus habilidades de supervivencia.

Sonríe de lo más entretenido.

—Prefieres ver películas antes que series.

Asiento.

—Las series desarrollan mucho más la trama y los personajes, punto a favor, pero te mantienen a la espera por meses, hasta que sale su próxima temporada —explico—. La película, a menos que tenga continuación, empieza y termina; no desperdicias tanto tiempo y tu modo fan dura solo dos horas. En términos de productividad, las prefiero porque sé que no podría consumir un solo capítulo por día de una serie.

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