—Tú querías hacer pareja conmigo, me elegiste —objeta el chico desde el probador.
—Será porque nunca no me dejas hacer pareja con nadie más.
Tyra muerde el globo y lo revienta con un sonido tenso. Comparto una mirada incómoda con la empleada del local antes de que se escabulla hacia el otro lado de la tienda. Es injusto que le diga ese tipo de cosas, pero también es injusto lo que le ocurrió.
—¡No la estaba mirando! —Ciro abre la cortina del probador en el que está—. Había un billete de cinco dólares a su lado. Estaba desarrollando una estrategia para tomarlo sin que nadie lo notara. Iría a entablar conversación para pisarlo y ocultarlo, luego simularía atarme los cordones, lo recogería y lo guardaría en mi bolsillo. —Tyra y yo arqueamos una ceja y nos miramos entre nosotras—. Me distraje por una buena causa. ¡No me miren como si nunca hubieran visto un billete en el piso y lo hubieran tomado, pequeñas mentirosas!
Sale del probador con su camiseta en mano para hablarle al abuelo, quien se cruza de brazos y de piernas en un sillón rosado.
—¿Cómo hago para que una mujer me crea cuando digo que no estaba mirándole el escote a otra, coach?
—Es imposible que crean eso, no lo harían ni aunque lo dijese el Papa. —Se encoge de hombros—. Sin embargo, yo te creo. Eres un Hyland, piensas como uno. Claro que, en lugar de hacer la tarea encomendada por tu profesor o intentar espiar lo que sabemos que llena el historial de búsqueda de tu maldito teléfono, estarías estructurando un plan sobre cómo recoger unos mugrosos cinco dólares del suelo sin ser visto. —Suspira—. Eres un zopenco después de todo.
Tyra lanza una carcajada mientras Ciro se pasa la camiseta por la cabeza con una pequeña sonrisa al oírla reír. Nunca se enfadan con el otro por más de medio minuto.
—¿Puedes hacer algo para evitar que siga llamándome así, Annie? Ese adjetivo no pega con este rostro. —El rubio hace un ademán a sí mismo.
—¿Puedes prometer que no recogerás más billetes y monedas del piso? Los cuales cabe destacar que poseen microorganismos que pueden desencadenar una patología inmunodeprimida —añado como dato.
—Ajá... —Tira del dobladillo de la camiseta hacia abajo—. Creo que si me llamó de formas peores durante tantos años, el «zopenco» parece un halago. —Se rinde y niego con la cabeza.
Ciro sería capaz de provocar un accidente de tránsito por ver una moneda en el piso del Jeep y querer agarrarla.
—¿Alguna vez le dijiste algo lindo a alguien, Bill? —curiosea Tyra al apoyar su codo en mi hombro y la miro, incrédula—: ¿Qué? No es ilegal preguntar.
—Una vez le dije a tu padre que el rojo era un estupendo color con el cual pintar su trasero, niña Timberg.
—Asumo que le dijiste que lo ayudarías pateándole la retaguardia hasta alcanzar el tono —adivino—. Tienes un alma bondadosa, abuelo.
—Despiadadamente bondadosa —corrige Tyra.
—Todavía no encuentro una camiseta que resalte mi belleza —dice con pesadez Ciro, perdido, mientras contempla la ropa del lugar—. Podría no comprar ninguna y andar sin ella por la calle, pero temo que me culparían por accidentes en la vía pública.
Me llevo una mano al corazón con falsa ternura:
—Y como buen ciudadano, te declararías culpable.
Me guiña un ojo antes de retomar su búsqueda.
—Siempre puedes pedirme prestada una a mí —ofrece la pelirroja—. Tenemos el mismo talle de sujetador después de todo.
—Que mis pectorales sean más agraciados que tu busto no es mi problema, no intentes acomplejarme con eso —contesta él a la vez que me llega una lluvia de notificaciones.
Cuando no le contestó los mensajes, Lennox deja caer una lluvia de likes en mis publicaciones de Instagram. Cuando no le contesto en Instagram, deja otra lluvia de likes en Twitter. Si no ve reacción de mi parte, intenta llamar mi atención en otro lado. Salta de una red social a otra como si dijera «Sé que estás ahí, contéstame».
¡Hoy es el cumpleaños de Lennox!
Escribe un mensaje en su muro para desearle un...
—A mí también me lo recordó, maldito Mark Zuckerberg y su idea millonaria —dice Tyra, y guardo el móvil—. Necesitamos una CDE, rápido.
Me toma de la mano para arrastrarme dentro de un probador.
—Estaremos de vuelta en cinco minutos, coach —informa la chica antes de tomar a Ciro por la camiseta y arrastrarlo con nosotras.
Una vez dentro, cierra las cortinas y nos mira con seriedad.
—Esto requiere una Comida de Emergencia —insiste.
—Pero no tenemos comida —objeto.
Es absurdo que estemos en este espacio metidos los tres. La empleada pensará que estamos llevando a cabo actividades indecorosas.
—Date la vuelta, Ciro —ordena Ty.
—No me opongo a que me comas a mí. —Obedece—. Pero creí que esto pasaría sin Annie presente, ya sabes...
—Me darías una intoxicación alimenticia, así que paso —replica al meter su mano en el bolsillo trasero de los jeans del chico—. Hurgo porque sé que siempre llevas algo encima.
—¿Idiotez? —ofrezco, y él me lanza una expresión de desaprobación—. Eso dice el abuelo. —Levanto las manos en señal de inocencia.
Tyra acierta. Ciro tiene un paquete pequeño de M&M’s a medio comer. Lo abre y, cautelosa, primero lo olfatea antes de probar uno con desconfianza.
—Están derretidos, pero funcionará.
—Derretido les quedará el trasero cuando los ponga a correr al sol por hacerme esperar —dice Shepard del otro lado con tono amargado—. ¿Se creen que soy su maldita dama de compañía?
—Vete a probar tus habilidades sociales con la cajera, abuelo —pido—. De otra forma, le informaré a la abuela de tu nulo progreso y, si alguien puede hacerte sudar, es ella.
Ciro simula un escalofrío al malinterpretarlo:
—Esa imagen perturbará mi mente por la eternidad, así que pasemos a lo importante: ¿no llamarás a Lennox hoy? —Saca uno por uno los M&M’s rojos del paquete antes de engullirlos todos juntos.
—¿Qué parte de cortar el problema de raíz no entendiste? —Tyra le lanza uno verde al centro de la frente antes de tenderme el snack—. Ella no quiere verlo ni saber nada de él. Por ende, nosotros tampoco.
—Si quieren seguir en contacto con él, yo no debería ser un obstáculo —aclaro—. Soy la que tuvo el problema, no ustedes.
Con chocolate en el paladar, las cosas son más fáciles de decir y las caries de salir:
—Genial, porque yo ya lo saludé —informa Hyland y, en cuanto ve que la pelirroja para de masticar, añade—: Lennox es un buen tipo, y saben que su situación familiar no es la mejor, chicas. Creo que deberías enviarle un mensaje o llamarlo, Billy. Es lo mínimo que...
—No, no hagas nada —interrumpe Tyra—. Y tú. —Lo apunta—. Deja de hacerle sentir remordimiento. Él es problemático, y ella no necesita problemas. Además, no hay nada que festejar en tu cumpleaños. Te queda un año menos de vida.
Tyra ve el mundo en negro, y Ciro lo ve blanco en cuanto a las relaciones se trata. Ella huye ante el primer presentimiento o error, mientras él se queda a soportarlos todos.
—Métete tu negatividad en... —Él frena sus palabras al notar que continúo en silencio. Le brillan los ojos con empatía y vergüenza—. Lo siento, Annie. —Suspira—. A veces cuesta dejar de sugerirle a la gente qué tiene que hacer, más cuando crees que tú tienes la fórmula para que se solucionen sus problemas. Sobre todo, si la persona te importa y no quieres que sufra. —Alarga el brazo para rodear mis hombros y descansar su mano en mi clavícula—. Tú decides qué hacer. Ignora nuestra pelea intensificada con la dulzura de los derretidos M&M’s.
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