Es raro ver a un adulto hablar como un niño, pero es más extraño ver a un niño hablar como un adulto. La empatía y la frustración en sus ojos nos deja mudos.
—Le conté a mis papás y, después de que me dieran helado para desenojarme, vi que dejaron de prestarle tanta atención a sus trabajos. Se empezaron a preocupar más por el abuelo. Creo que también se dieron cuenta de que un día serían como él, y que no les gustaría estar en esa situación.
Lo curioso es que los adultos ya saben lo mismo que los niños. El problema es que lo olvidan, y son los pequeños quienes deben recordarles las prioridades de la vida porque los grandes tienden a vivir de cara al futuro, y los más chicos se enfocan en el presente.
—En lugar que el abuelo me llevara al parque, se me ocurrió que podría llevarlo yo a él. Tuve que pensar cómo podíamos adaptar los juegos de niños para ancianos, y sin que dejaran de ser aburridos. Sin ofender, señor —le dice al coach.
Shepard ríe.
—Le pedí al señor del carrito de la plaza si podía preparar dulces que pudieras comer, aunque no tuvieras dientes. El abuelo me enseñó a jugar al ajedrez y, cuando mis amigas del colegio también sabían jugarlo, pensé en hacer uno gigante. —Abre los brazos para enfatizar—. Ahí, los ancianos son las piezas, y los niños los manejan. Es una forma para que los abuelos hagan amigos, como esos que nos invitan a hacer cuando vamos al parque.
»Ellos deben cambiar de silla ante cada jugada, como en las citas rápidas donde se conocieron mis papás... ¡Y casi olvido el carrusel! Se mueve gracias al pedaleo a dúo; los ancianos hacen ejercicio con sus nietos. A su vez, diseñamos dos pistas con rampas. En una, nosotros andamos en patineta; en otra menos peligrosa, ellos hacen carreras con sillas de ruedas. ¡E, incluso, creamos columpios para adultos!
Le pregunto cómo hizo de esas ideas una realidad y nos cuenta que su mamá es arquitecta y que su papá, carpintero. Ellos nos explican que la municipalidad rechazó el proyecto porque les pareció un desperdicio de dinero para gente que, en palabras sutiles, tenía poco hilo en el carretel. ¿Acaso olvidaron que estos abuelos serían ellos en algún momento?
Viralizaron en internet el proyecto del parque de las Generaciones
Miro al abuelo, quien solo entiende Facebook. Es curioso pensar que al principio esa red era para los jóvenes y que, cuando los adultos comenzaron a usarla, nosotros nos trasladamos a otra: Twitter. Cuando los mayores asomaron la cabeza para ver esa, nos espantamos y nos movimos a Instagram, y otras más. Siempre saltamos de app cuando nuestros padres, tíos y abuelos parecen tener la intención de adueñarse de alguna.
—Creaste algo que cambió y unió a muchas personas. Tener unas cuántas décadas encima ya no es un problema para volver a sentirse un niño. ¿Qué es lo que más te hace feliz sobre lo que lograste? —pregunto.
Se sabe que hay dos parques construidos hasta el momento, y otros ocho proyectados para el año entrante en otros estados. Es increíble. Yo a su edad estaba ocupada limpiando los mocos que Ciro y Tyra pegaban en las paredes de la señora Hyland a pedido del entrenador.
La niña se toma su tiempo. Sus ojos se cristalizan. Ríe y se limpia el rostro con las mangas de su campera deportiva mientras sorbe por la nariz. Debe pensar en Luigi.
Jaden y yo parecemos tener la misma idea porque al mismo tiempo nos ponemos de pie. Él se pone en cuclillas frente a ella y yo me siento en el apoyabrazos del sofá. Si fuera otra circunstancia, no haría esto, pero se trata de una niña. Puedo romper el espacio personal que se pide en las entrevistas.
—Soy feliz porque pude jugar con el abuelo en el parque hasta el último día.
—Y también les diste esa oportunidad a muchos niños —añade Ridsley con suavidad—. Creo que eres mi ejemplo por seguir, Amalia. ¿Puedo tener tu autógrafo?
—Será mejor que hagas fila, galán —advierto antes de pasarle mi bolígrafo a la niña y sostener mi libreta frente a ella.
Un par de preguntas después, nos dirigimos al patio del hotel en busca del estacionamiento, donde dejamos los coches. Camino a la par del coach y admiro el autógrafo que me dedicó Amalia todavía con la libreta y la grabadora en la mano, mientras pienso en lo afortunada que soy por haber tenido —y aún tener— a mi abuelo conmigo.
Dar por sentado a una persona y no apreciarla mientras sigue junto a ti puede ser el mayor error de tu vida.
No quiero cometerlo.
—Creo que podría llevarte a hacer sociales a uno de esos parques, ¿qué dices, abue...? —comienzo, pero la oración es reemplazada por un grito en cuanto soy tacleada y lanzada al agua.
¡¿Qué rayos?!
Capítulo 10
Un chocolate premeditado
Billy Anne
—Arschloch! —escupo cuando rompo la superficie del agua para dar una gran bocanada de aire.
—¿Qué me dijo, coach? —pregunta Jaden al abuelo, con las manos en las caderas y una ceja arqueada.
—¿Tengo cara de que sé alemán, Ridsley? No sé qué diablos te dijo, pero no debió ser bonito —asegura el anciano antes de poner sus ojos sobre mí—. Cuando termines de patearle el trasero por comportarse como un niño de cinco años, espérame en el auto. Dejaré tu bolso ahí y luego voy a ir por un helado.
—¡No, papá dijo que debes cuidarte de los lácteos y también del azúcar! —Aparto los mechones de cabello mojados fuera del rostro con enfado—. ¡Y también que debes hacer el ejercicio que le exiges al resto!
—Voy a ir a pie por el helado, eso cuenta como ejercicio, y un poco de chocolate nunca fue la causa de muerte de nadie, a diferencia de lo que podría suceder si me quedo un segundo más junto a este idiota. —Señala al stripper, quien levanta las manos en señal de inocencia—. Dale un golpe de mi parte por tirarte al agua.
—Estás asumiendo que yo no podría matarlo, abuelo —acoto, pero él acelera el paso mientras nado hasta la orilla y se larga de la próxima escena del crimen—. ¡Soy tu nieta, una Shepard, claro que podría!
Cierro los ojos un instante. Esto no me parece gracioso. No hay peor sensación que la de la ropa adherida como una segunda capa de piel a la tuya. Voy a tener que subirme al Jeep y estar incómoda en un viaje de media hora hasta el departamento. ¡Mojaré el asiento!
—¿Por qué malditos demonios hiciste eso? Este no es el contexto para divertirse y hacer una pool party, vinimos a traba...
Se arremanga y se acuclilla en el borde con una sonrisa:
—Algún día tu cuerpo no podrá resistir ser tirado de improvisto a una piscina —se limita a decir.
Entiendo su punto por todo lo que acabamos de oír, pero esto es muy manipulador de su parte.
—Gracias a Amalia y a que adapta cada juego de niños para los más grandes, se podrá —justifico—. ¿Acaso se te pasó ese mensaje o es que tu cerebro solo retiene lo que te conviene para hacer lo que se te da la gana y excusarte en el proceso?
—Soy detallista, nada que me importe pasa desapercibido. —Se inclina y baja la voz con diversión—. Esta es solo una cuestión de perspectivas, amor.
Perspectivas.
Escribí esa palabra en las notas de mi libreta, que pasa flotando frente a mí con el autógrafo de Amalia casi irreconocible. Al bajar la vista, veo mi grabadora al fondo de la piscina. Cada fibra de mi cuerpo se me tensa. Tengo una hora y media de trabajo ahí. Mis ideas y esfuerzo se desvanecen como la legibilidad de las letras en las hojas que escribí.
Saco mis pertenencias del agua y lo miro.
—Lo hiciste a propósito. Me saboteaste.
Entreabre los labios como si tuviera la intención de decir algo, pero lo corto antes de que su próximo comentario termine por triplicar mi cólera en sangre.
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