1 ...8 9 10 12 13 14 ...34 El Sinn Fein declara por su cuenta la independencia, forma un gobierno, y una oleada de terror inunda Irlanda para expulsar a los ingleses. La sublevación en Dublín del Lunes de Pascua de 1916 es dominada al tercer día por el ejército británico. La inutilidad del empeño, apoyado moral y económicamente por irlandeses emigrados a los Estados Unidos, lleva a los moderados del Sinn Fein a aceptar en 1921 el acuerdo que les ofrece el gobierno inglés de Lloyd George de crear el Estado Libre de Irlanda, sin el Ulster, que era de mayoría “unionista”, probritánica desde los tiempos de Cromwell. Aquello, de momento, pacificó notablemente el país47.
La “cuestión irlandesa” había sido durante bastante más de un siglo el “talón de Aquiles” de Inglaterra, su más grave problema político y social, pues a la vez que triunfa al crear su gran Imperio y no es sacudida por revolución social grave alguna (el obrerismo y sindicalismo británicos nunca han aceptado el marxismo), no logra en cambio poner fin a las luchas terroristas que resurgen entre unionistas (que dominan en el Ulster) e independentistas fenianos48.
Cada año, en el Ulster, se repetía la provocadora manifestación de los unionistas (orangistas) que desfilan por las calles de los barrios católicos para recordarles en el día preciso la histórica derrota de Drogheda (1690) por el ejército de Guillermo III Orange49, que no dejaba de saldarse sin muertos pese a la presencia de tropas británicas enviadas por el gobierno de Londres para impedirlo. En este contexto, el terrorismo prosigue por ambas partes hasta casi el fin del siglo XX50. La lucha cesó gracias al Acuerdo de Viernes Santo de 1998, impuesto a ambos bandos –como es conocido– por las cristianas madres de los enfrentados hasta entonces a muerte.
24Cf. SJ3, 717-741, 914-928; VC1, 136-141; DM, 156-159, 186-191
25Cf. SJ4, 76s; NH3, 316s; VC1, 337-346, 395-401, 426s; 482s; DM, 290-300, 422-428
26Cf. NH4, 315-318
27Numerosos aventureros holandeses, de fuerte credo calvinista y decidido espíritu emprendedor, apoyados a fondo por el Estado y la poderosa banca de Amsterdam, se asientan en las islas del sudeste asiático, en zonas del Caribe, en Sudáfrica, y durante un tiempo en la costa occidental norteamericana. Mientras tanto, los ingleses hacían también grandes negocios en ultramar, pero sin lograr aún dominios de territorios al modo de los holandeses. En la costa oriental norteamericana se fueron estableciendo en los años 1620-1650 colonias de ingleses, en su mayoría puritanos, contrarios al anglicanismo oficial, con grandes dificultades durante tiempo para sobrevivir y consolidar las colonias, la “Nueva Inglaterra”, embrión de los futuros Estados Unidos (cf. VC1, 350-354; DM, 300-304).
28Cf. VC1, 351s; DM 290-300
29Cf. VC1, 364-387; DM, 305-316
30Cf. VC1, 337-346, 395-401; DM, 290-300
31Cf. VC1, 401-404; DM, 305-316
32Cf. VC1, 404-412; DM, 387-391
33Cf. DM, 387
34Cf. VC2, 64-72; DM, 387-397
35Cf. VC2, 231-257; FZ, 75-95
36A muchos lugares llegaba el Evangelio por primera vez. Causas de este trágico retraso por siglos del anuncio del Evangelio por Asia y el interior de África se dieron en la vida de la Iglesia, especialmente en el siglo V en zonas muy indicadas por su situación geográfica para misionar estos continentes (aun antes de aparecer en el siglo VII la casi infranqueable barrera del Islam). Estas causas surgen sobre todo al término del Concilio de Calcedonia (453), dogmático en su doctrina pero al que acompañaron trascendentales imprudencias, graves omisiones disciplinares y un siguiente silencio magisterial de más de 100 años acerca de la espléndida ortodoxia de san Cirilo (“el doctor de la Encarnación”), que permitieron por estas ambigüedades que prosiguiese el nestorianismo y que las multitudes más fervientes del Oriente –de Egipto, Siria y Palestina– se separasen de la Iglesia por incurrir en la tan grave equivocación de pensar que Roma se había vuelto nestoriana (cf. Aps1, 354-358).
37Cf. VC2, 363s; FZ, 292-312
38Cf. VC2, 365-369; FZ, 269-279
39Cf. SJ4, 293-296
40Así se puede constatar en el extenso y documentado volumen 29 de la colección de Fliche-Martin dedicado a las misiones. Una síntesis preciosa de la inmensa y sacrificada obra misionera realizada en el XIX puede verse en NH5, 373-377
41Cf. VC1, 344; DM, 295s
42Cf. JD7, 264-266
43Cf. NH4, 320-324; NH5, 207-215
44Cf. NH5, 219-222
45Van evolucionando los dirigentes irlandeses hacia el liberalismo de la mano de los liberales ingleses, que les apoyan –sobre todo, más adelante, el gran líder whig Gladstone (1809-98) (cf. JD8, 215s)– para alcanzar los reconocimientos políticos y sociales. Sobre los orígenes liberales –no jacobinos sino románticos– de plurales nacionalismos, ver Nota sobre la evolución del romanticismo en Aps5, 109s, y en Aps5, 333-341.
46Ya en el año 1882 se dan en Irlanda unos cien atentados, con 26 asesinatos (cf. JD8, 225-228)
47Cf. VC2, 562s; O´BEIRNE RANELAGH, John, Historia de Irlanda, Cambridge University Press, Md 1999, 171-173; SPECK, W.A., Historia de Gran Bretaña, Cambridge University Press 1996, 199-202
48Cf. VC2, 457s; FZ, 276-279
49Cf. VC1, 403; Aps4, 44-47
50Cf. O´BEIRNE RANELAGH, John, Historia de Irlanda, Cambridge University Press, Md 1999, 276-280
3. Francia. Notas sobre su historia anterior a 1914
Sobre la dura situación para los católicos –la mayoría de la nación– a partir de 1879 en que el liberalismo radical se hace con las riendas del poder político se ha hecho ya cierto número de consideraciones en los anteriores Apuntes 5. En este tema nos limitaremos a algunos aspectos.
El gran peso ideológico de Francia en el contexto internacional
La definitiva derrota militar de Napoleón Bonaparte en 1815 no fue impedimento para el triunfo de las ideas sembradas por sus ejércitos por toda Europa. En los años siguientes, las burguesías de Europa irán asumiendo notablemente tales ideas. La imitación de lo francés prende con fuerza por casi todas partes.
Así, al final del XIX y comienzos del XX, pese a que Francia había perdido hacía tiempo la hegemonía política y económica, traspasada a su histórica rival Inglaterra, no obstante, prosiguió ejerciendo un primado internacional en ideas y gustos (en filosofía, literatura, prensa diaria, modas...); y también, por los mismos frecuentes viajes de las altas sociedades del orbe a París, la ciudad de la luz, la capital de la belle époque, embellecida sobre todo durante los años del Segundo Imperio por Napoleón III (1851-70)51.
El espíritu hostil a la Iglesia, encarnado sobre todo en el partido radical francés fundado por León Gambetta (1838-82), será de repercusión universal. En casi todas las naciones latinas, de raíces indiscutiblemente católicas, prende este espíritu entre sus burguesías y alta sociedad, y pronto crean en ellas los homólogos partidos radicales, embebidos en la misma idea de que la tarea de secularizar la vida social de las viejas naciones cristianas ha de traer el gran bien a los pueblos. Muy común fue entonces el viaje a París de políticos radicales de la Europa latina y de Hispanoamérica para recibir consejos e instrucciones. A los pueblos europeos de raíz sajona y nórdica más les afectó y configuró la anterior revolución luterana. No hubo “partido radical” en la Alemania luterana, Inglaterra o los Estados Unidos, ni similar voluntad secularizadora de la vida social. Son diferencias que persisten hasta hoy.
En España, donde no surge una burguesía económica pujante hasta bastante avanzado el XIX, el liberalismo prende ante todo en sus altas aristocracias. La imitación de lo francés se hace presente con fuerza en las Cortes de Cádiz, y luego en el gobierno y alta sociedad isabelinos, con un tono más moderado y ecléctico. Más adelante, a partir de la revolución de 1868, se impone un liberalismo más radical, del que se separará Sagasta, y fue proseguido desde su exilio de París por su adlátere Ruiz Zorrilla. Su discípulo, el joven Alejandro Lerroux (1864-1949), fundará el histórico partido radical español a imagen del francés recientemente creado por Gambetta52.
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