Con el primer intento, la piedra se escapó de los dedos de Isabel y cayó vertical y sin fuerza sobre el lago hundiéndose irremisiblemente.
– No te preocupes – dijo Juan para animarle -, eso siempre pasa la primera vez, inténtalo otra vez sin soltar la piedra antes de tiempo.
– No la he soltado intencionadamente, se me ha escapado sin más – respondió Isabel con cierta frustración.
– No te enojes, simplemente concéntrate y lanza.
Isabel flexionó las rodillas, tal y como le había visto hacer a Juan, hizo dos movimientos girando su cadera, y al tercero lanzó la piedra con todas sus fuerzas hacia el centro del lago.
– Uno – empezaron a contar los dos jóvenes al unísono -, dos, tres,…
Esperaron unos segundos para confirmar que la piedra se había hundido y entonces Isabel miró a Juan esperando su dictamen.
– ¡Fantástico!
En ese momento Isabel empezó a dar saltos de alegría para finalmente abrazarse a Juan con tal ímpetu que casi provoca la caída de ambos al agua.
– Ves como no es tan difícil.
Hicieron unos cuantos lanzamientos más, hasta que se terminó el puñado de piedras recolectado por Juan.
– Creo que deberíamos volver antes de que mi madre empiece a preocuparse. Lo estoy pasando muy bien contigo, pero quiero evitar que luego se ponga insoportable.
Cuando volvían por el camino hacia la casa, Juan sacó nuevamente el tema de los traumas de la infancia.
– Volviendo a nuestros traumas infantiles, ¿cómo te tomaste la desaparición de tu padre?
Isabel explicó, que llegó un momento en que sus padres no se entendían, según ella porque su madre sometía a una fuerte presión a su padre sobre un tema relacionado con su profesión, hasta que un día decidió marcharse, siendo algo que su madre aun no había superado y nunca le había llegado a perdonar.
– Si recuerdas, mi padre es arqueólogo y aunque mi madre intentó evitar por todos lo medios que mantuviésemos contacto alguno, lo cierto es que mi padre, gracias a la colaboración de Amalio y Joaquina, consiguió contactar conmigo periódicamente sin que mi madre se enterase. Fue él, quien me consiguió una plaza en la Sorbonne de París para que estudiase arqueología. Como podrás imaginar ha sido también él quien me incorporó a su equipo en las excavaciones en Egipto, lo de la beca es una tapadera para que mi madre no se entere de que estoy con mi padre.
– ¿Y ni siquiera sospecha, teniendo en cuenta que has estudiado la misma carrera que él?
– Al contrario, fue ella quien me animó a que estudiase arqueología y en cuanto a mi padre, ella cree que está en algún país de América por un programa relacionado con el estudio de las culturas precolombinas.
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