En el siglo anterior, las mujeres habían luchado por el acceso a la educación superior; ahora las chicas iban a la universidad a buscar un marido. […] Al final de los 50, la tasa de natalidad en los Estados Unidos superaba la de India. […] La esposa estadounidense […] era sana, guapa, educada, estaba preocupada únicamente por su marido, sus hijos, su casa. Había encontrado la verdadera realización femenina. […] Si una mujer tenía un problema en los 50 y 60, sabía que algo debía ir mal con su matrimonio o con ella misma. ¿Qué clase de mujer era si no sentía una misteriosa satisfacción encerando el suelo de la cocina? […] Se les enseñó a sentir pena por las mujeres neuróticas, nada femeninas e infelices que querían ser poetas, médicos o presidentes. (11-16) 50
Dentro del “problema sin nombre” (el sentirse vacía, incompleta o inexistente, que según la autora un médico denominó “el mál del ama de casa” (ídem.)), que Friedan refleja en su estudio pionero y que estaba llevando a muchas mujeres a la consulta del psiquiatra, el origen del conflicto no sólo se encontraba en una sociedad que contenía a la mujer en el hogar y no contemplaba otros modelos de feminidad plausibles, sino también en unas dinámicas de género entre hombres y mujeres que carecían de escucha mutua, que promovían espacios separados y modelos rígidos y tradicionales de ejercer y practicar la feminidad y la masculinidad. La forma de afianzar la individualidad para la mujer Beat dentro de esta alienación existencial en torno a los roles de género fue huir del núcleo familiar como espacio de contención y, de forma muy distinta al varón Beat, no percibir las relaciones con los hombres como dañinas o como impedimento para una búsqueda individual, sino como experimentos de alternativas a las dinámicas de género heterosexuales.
Sin embargo, los espacios para practicar la diferencia en relación a estereotipos de feminidad que se supone podría proporcionar la escena y ética Beat no se encontraban disponibles dentro de la libertad que el movimiento representaba. Las bohemias rebeldes que eligieron una forma de vida alternativa en la contracultura Beat de la Costa Este y Oeste como escritoras y artistas desafiaban políticamente el statu quo de género dentro y fuera del movimiento, ya que debían inscribir de forma novedosa y sin modelos de referencia nuevos pliegues de heterogeneidad y disidencia desde sus prácticas de vida y arte. Sus reivindicaciones eran políticamente feministas (aunque históricamente no se reconocieran como tal) porque, bajo un enfoque existencial individualista más allá del género (es decir, la búsqueda de libertad creativa del ser humano), en ellas se encontraba, por un lado, el objetivo de una reconfiguración de dinámicas de género, y por otro, una crítica a la subyugación de la mujer sobre todo al entorno doméstico y familiar tradicional, y unido a todo ello, el intento de generar nuevas formas de entender el ser mujer creadora atendiendo a la identidad de género y sexual como central. Como indica R. Johnson: “Todas las escritoras Beat expresan una crítica rebelde antisistema al lugar y el valor asignados a las mujeres en el patriarcado, y este énfasis de género es la distinción radical que enmienda la literatura beat por parte de su practicantes femeninas” (2004(a): 8). 51Aun así, hay que tener en cuenta que esta consideración del género y la feminidad como parte sustancial del female Beatness no fue inscrita ni reconocida como parte de los preceptos, prácticas, ideología e historia Beat estandarizadas, como bien indican Johnson y Grace: “hubo una indiferencia Beat al espíritu afín de rebeldía que estaba implícito en el protofeminismo de las mujeres bohemias” (5). 52
Entre las características propias de las bohemias rebeldes Beat se encuentra el hecho de que muchas de ellas se enfrentaron y abandonaron a sus familias de origen, decisión vital que trunca su relación de seguridad con este nido y merma las posibilidades de inclusión en una normatividad futura: esta decisión les convertía automáticamente en marginales sociales. Di Prima lo narra en sus memorias Recollections of My Life as a Woman como un punto de no retorno. Joyce Johnson, Janine Pommy Vega, Hettie Jones, Elise Cowen o Joanne Kyger, entre otras, desafían a sus familias y se separan de ellas para empezar vidas bohemias independientes. Sin embargo, la soledad que implicaba este desafío les llevaba a crear nuevos vínculos en relaciones sentimentales con hombres Beat la mayor parte de las veces, en vez de sustentarse en fuertes redes de apoyo femeninas. En otras ocasiones, esta separación y soledad, que no remitía en sus relaciones bohemias, tenía como consecuencia desequilibrios psicológicos.
Otra particularidad es que la búsqueda de la bohemia rebelde parecía centrarse en encontrar un nuevo espacio antes que en una búsqueda existencial en la huida del viaje. Aunque muchas de ellas viajan en algún momento (Brenda Fraser, Diane di Prima, Joanne Kyger, Janine Pommy Vega) y así lo relatan en sus escritos, su primera reinvención como Beats suele ser en la ciudad como mujeres independientes. Esto define el espacio urbano contracultural como un nuevo mito de búsqueda femenino Beat, como un nuevo espacio de visibilidad del sujeto femenino artístico, en vez de la carretera y el movimiento intermitente. 53Asimismo, Joyce Johnson relata en Minor Characters cómo, aunque le hubiera gustado participar en las aventuras de carretera junto a Kerouac, esta experiencia era guardaba celosamente como masculina. La reivindicación de visibilidad de la mujer Beat como bohemia, es decir, como artista independiente en la ciudad, forma parte de su transgresión política y formación del sujeto contemporáneo femenino dentro del espacio público, tomando como precedente a las mujeres bohemias de la primera vanguardia del siglo XX.
Janet Wolff es de las primeras críticas en estudiar cómo los discursos culturales han excluido a las mujeres a lo largo de la historia occidental, y en especial a las Beat en el siglo XX, de la realidad y metáfora del viaje. Wolff considera que el viaje errático como discurso y práctica es en esencia masculina, y que la transgresión del sujeto femenino en este sentido se debe entender desde la búsqueda de espacios alternativos o localización en movimiento, es decir, como una “movilidad situacional” (128). Es por ello por lo que la aventura intermitente, de huida, de movilidad y de búsqueda de libertad se daba en las mujeres bohemias Beat de forma distinta: al cerrar las puertas de sus casas familiares de origen y en un camino de transformación o de “llegar a ser” (como incide Jones en sus memorias) que va desarrollándose en el día a día tras decisiones deliberadas y muy conscientes de sus consecuencias. Como bien indica Joyce Johnson: “La mayoría de nosotras nunca tuvo la oportunidad literalmente de echarnos a la carretera. Nuestra carretera, sin embargo, se convirtió en las extrañas vidas que llevábamos. De hecho, habíamos escogido esas vidas por razones concretas; no habíamos caído en ellas porque sí” (en Lee, A. R. 2015: 25). 54
Otra característica que define la feminidad Beat es que dentro de sus objetivos en la transformación contracultural parece estar el desmantelamiento de la “guerra entre los sexos” o la distancia entre hombres y mujeres. Sus continuas relaciones con bohemios del movimiento, como esposas y compañeras que también escriben y crean, han tendido a ser interpretadas como una vulnerabilidad y tradicionalidad en sus perspectivas heterosexuales. Estas, sin embargo, deben ser reconocidas como prácticas de experimentación Beat en torno a las dinámicas heterosexuales que incluían una búsqueda de la igualdad, una reconsideración de la intimidad y la comunicación y nuevos modelos de familia, aspectos ignorados en la búsqueda de la identidad masculina Beat la mayor parte de las veces.
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