Hasta tres nuevos cenobios fieles a la regla –en Calatayud, 41Orihuela 42y Perpignan– 43deberían sus orígenes a tales mujeres, que como las madres Bernardina Palafox 44y Magdalena Pons 45participaron de la febril expansión conventual que colmaría de claustros la monarquía hispánica. 46
A comienzos del siglo XVII, sin embargo, la vida observante seguía sin imponerse por completo entre las dominicas de Na Rovella. Su tendencia hacia el diocesano y la desvinculación del gobierno de la Orden encontró un motivo más en las reservas de la comunidad a las directrices y ordenaciones del papa Clemente VIII en materia de reforma religiosa, recogidas por los sucesivos capítulos generales dominicanos en lo referente a la obligatoriedad en el aprendizaje de la escritura y la lectura por parte de las monjas, la edad mínima de las niñas acogidas en los conventos, etcétera. 47Y ni siquiera la intervención directa de los provinciales de Aragón había conseguido doblegar a las magdalenas valencianas, inmersas en toda suerte de cuitas poco acordes con su estado. 48
Así lo denunció a la corona en 1631 la entonces maestra de novicias sor María Fe Capdevila. 49Según esta, la renovación del cenobio distaba mucho de ser una realidad. No solo por la actitud de algunas religiosas, sino debido también a la complicidad de sus influyentes parientes. Hasta tal extremo había llegado esta situación que el virrey marqués de los Vélez acababa de tomar cartas en el asunto:
[…] aviendo sido el conbento muy religioso y de grande obserbancia, de haños a esta parte es un escándalo por descuydo de los prelados y por culpa de algunas religiosas no tan recatadas en tratar con demasía con personas seglares de mal exemplo, de que por ser algunos dellos casados y llebando mal sus mugeres ha havido muchos ruidos, tanto que, en la Real Audiencia, se han dado memoriales en agravio de dichas religiosas, y el gobernador, en la bacante, se bio obligado a procurar remedio, y el virrey, con celo de lo mismo, desde que entró en Valencia, lo procura por todos caminos, cometiendo al oidor don Pedro Sans bisitasse el dicho conbento haciendo mandatos, con penas de quinientos ducados a algunos seglares. 50
Las medidas del lugarteniente general no habían dado resultado, aseguraba la madre Capdevila, «porque las monxas, unas por interés, otras por amistad, y las preladas, por lo mismo y otros fines particulares, las favorecen». De ahí que por orden del noble hubiera vuelto a personarse en el cenobio un oidor de la Audiencia, que
[…] alló a Bautista León parlando y le llebó a la cárcel, donde está por inobediente al mandato, con que y otras cosas se ha hecho patente lo que se mormuraba públicamente de que los seglares entran y escalan el conbento y otras cosas indignas, aún de mugeres ruynes, por estarse los seglares todo el día, todos los días, con sus monxas, cosa de tanto incombeniente. 51
De tales trances fue testigo directo la madre Inés del Espíritu Santo, que sumida en la desazón por su contemplación tendría allá por 1637 la primera de las revelaciones a ella atribuida por quienes le trataron:
Estaba en maytines una noche con el resto de la comunidad y diola un profundo rapto, que ella por su humildad llama sueño, aunque breve. Representósele un coro de religiosas mucho más elevado del que ella estaba. Reparó quedaba inundado aquel sitio con singular claridad y resplandor, como si fuese un Cielo, y los hábitos de ellas cándidos y lucidos. Llenose de inefable gozo su corazón al ver aquellas religiosas cuyos hábitos no eran cortados al modo del que ella vestía, sino con más austeridad, pero con notable resplandor y hermosura. Volvió en sí admirada de lo que había visto, pero entonces no le dio a entender Dios lo que aquello significaba. 52
Más pronto que tarde comprendería la religiosa el significado de aquella visión, convenciéndose de la necesidad de levantar un nuevo convento que, sin dispensas ni concesiones, recuperase los rigores de la regla primitiva, cuya observancia dejaba bastante que desear en Santa María Magdalena, conforme se ha dicho. En palabras de fray Vicente Beaumont de Navarra:
Como vivía tan sedienta de penas y en el exemplar de su santíssimo patriarca leía tan remontada santidad que se pautó sobre una rigidíssima observancia de sus santas leyes y constituciones, realzada con los exercicios heroycos y continuos de admirables virtudes, anduvo premeditando mucho tiempo si sería possible resucitar aquel primer espíritu. Para examinar la divina voluntad en cosa de tan gran peso, como era lo que ideava de eregir un nuevo monasterio, en que sin dispensación alguna se observasse el rigor de las leyes de su santa religión, aplicose más de lleno a la oración y penitencia, encomendando a otras religiosas de singular virtud ofreciessen a Dios sus oraciones. 53
Conforme a lo habitual en estos casos, sor Inés presentó primero el proyecto a su confesor fray Francisco Faxardo, pronto «corifeo y principal motor de esta fundación». Seguidamente, embarcaba en él a su hermana y a la joven madre Juliana de la Santísima Trinidad. 54Las tres se procurarían una cuarta monja de mayor edad y reputación, sor Luisa Aguilera. 55Por su parte, el padre Onofre Sisternes de Oblites empleó cuantos contactos poseía en la capital para procurar financiación a la empresa, patrocinada al final por distintos bienhechores. Como doña Ana Bou, que cedió para ello parte de sus posesiones poco antes de abandonar ella misma el siglo para enclaustrarse en el nuevo convento. 56Con la mitad de su fortuna contribuiría también el doctor Juan Trullench, colegial perpetuo del Real Colegio Seminario de Corpus Christi de Valencia, siempre y cuando las futuras instalaciones quedaran bajo la advocación de Cristo Sacramentado y se levantaran en Vila-real, su localidad natal. 57
Contra esta última posibilidad se pronunciaron algunos otros benefactores, partidarios de llevar el establecimiento hasta Xèrica. A tales contradicciones se referirían los cronistas dominicanos de manera lacónica:
No logró el Demonio sus designios, que fue embarazar este nuevo presidio de espirituales amazonas, que avía de ser freno a sus diabólicas tiranías; aunque atravesó mil contradiciones y disturbios, con los que, y otros pretextos, se avía desvanecido que se fundara el convento en la villa de Xèrica, donde avía para ello algunos legados. 58
Las autoridades provinciales de la orden zanjaron la polémica decretando el asentamiento en Vila-real. 59Aquí surgirían otros tantos obstáculos. Primero, a la hora de dar con el emplazamiento adecuado. Los enormes dispendios ocasionados por la habilitación de los espacios escogidos vendrían después. Y, por último, la jurisdicción sobre el establecimiento. Más generosas en detalles se muestran esta vez las crónicas de la Orden:
Abraçaronle con mucho gusto la villa, clero y todos, y deseavan hazer elección de una iglesia que llamavan la cofradía de Santiago; y ofreciéndose algunos reparos que embaraçaron la suerte de esta expedición, la resolvieron en la Casa de los Cucalones, llamado vulgarmente en dicha villa El Palacio . Compró todo su sitio el doctor Trullench, [que entre lo que gastó en comprar las cassas y lo que dio de ornamentos y otras halajas para convento, yglesia y altares passaron de 6 mil ducados, y de que, aún no bien satisfecha su gran piedad, hizo donación de toda su hazienda a dicho convento]; si bien, por aver estado inhabitable mucho tiempo padecían ruyna todos sus compartimentos, y para reedificarlo y disponerlo en forma de iglesia y convento gastó gran cantidad de dinero el padre maestro Faxardo. En esta reedificación y disposición huvo más dificultades que en los ajustes de la fundación entre la villa y el clero. Y los de éste no fueron pocos y mesclados con muchas pesadumbres nacidas de pretender con vivas ansias que aquel nuevo convento estuviere sugeto al ordinario, pues no avía allí convento de religiosos de la orden. Y para convencer que esse cuidado no era molestia para la religión, ni perjuizio para las religiosas, se ofrecieron quiebras de calidad, y para soldarlas se vio en riesgo la execución. 60
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