Enric Sanchis
Los parados
Cómo viven, qué piensan, por qué no protestan
Prismas
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Enric Sanchis
Los parados
Cómo viven, qué piensan, por qué no protestan
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© Enric Sanchis, 2016
© De esta edición: Universitat de València, 2016
Publicacions de la Universitat de València
Arts Gràfiques, 13 – 46010 València
Diseño de la colección: Inmaculada Mesa Maquetación: Celso Hernández de la Figuera
Ilustración de la cubierta:
«Los parados» (Daniel Muñoz Mendoza)
ISBN: 978-84-9134-040-9
Con ser de antiguo tan grave y tan extendida la plaga del paro forzoso, pocas son las iniciativas que para remediar sus efectos se han producido en España.
F. González y R. Oyuelos, 1914
Índice
PRESENTACIÓN
1. PARO SOCIOLÓGICO
El paro estimado
El paro registrado
El parado en el imaginario social
El paro sociológico
2. LA VIDA COTIDIANA DEL PARADO
Salario de reserva, ventajas del paro y significado del trabajo
Falsos parados y trabajo negro
Familia y vida cotidiana. La estructura del tiempo
Recapitulación
3. SALUD Y MALESTAR PSICOLÓGICO
Los que se medican
Algunos que no se medican
Recapitulación
4. ACTITUDES FRENTE AL SISTEMA POLÍTICO
Los españoles y la política
Democracia, izquierda y derecha, conducta electoral
Los impuestos
Recapitulación
5. EL PARADO Y EL INMIGRANTE
La excepción española
La mirada recelosa
La mirada solidaria
6. PARADOS EN LUCHA
Eppur si muove
Un colectivo fragmentado
La gestión social del paro
Causas del paro y soluciones según los entrevistados
El papel de los sindicatos
Conclusión.
7. UNA PROPUESTA CONTRA EL PARO
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
PRESENTACIÓN
Más allá de sus oscilaciones coyunturales, el paro se ha convertido en un hecho estructural presente en la sociedad española al menos desde que ésta inició su etapa democrática en la segunda mitad de los años setenta. Al menos, porque durante el franquismo también lo hubo, si bien apenas se manifestó como paro explícito en las deficientes estadísticas de la época. Lo impidieron fenómenos como el subempleo agrario en el que malvivían millones de personas o el confinamiento de otras tantas mujeres casadas en el trabajo doméstico. Además había un stock permanente de unos dos millones de emigrantes que tuvieron que ir a buscarse la vida a otra parte. Así que lo que ocurrió durante la última larga etapa de crecimiento que empezó en 1994 y acabó a finales de 2007 cuando comenzó a destruirse empleo fue excepcional. Para hacer frente al tirón de la demanda de trabajo hubo que importar unos cinco millones de inmigrantes (en 2010 llegó a haber casi un 14% de población extranjera) y el paro se situó por primera vez en la media de la UE, en torno al 8% de la población activa.
En 2007 (Encuesta de Población Activa, EPA) todavía se crearon 640.800 empleos netos respecto al año anterior y la población ocupada alcanzó un máximo histórico de 20.579.900 personas. Pero el paro ya comenzó a remontar, primero tímidamente, después con la misma fuerza con que se había creado empleo durante la etapa del boom de la construcción. Seis años después, en 2013, se habían destruido 3.440.900 empleos y el paro se situó en la cota también histórica de 6.051.100 efectivos, en tasa más de uno de cada cuatro activos. Finalmente, en 2014 cambió la tendencia: hubo 205.200 ocupados más que en 2013 y el paro se redujo en 440.700 efectivos (la emigración y el aumento de los trabajadores desanimados, esto es, personas sin empleo que dejan de buscarlo porque creen que no vale la pena intentarlo, explican buena parte de la diferencia entre el aumento del empleo y la caída del paro). Todo induce a temer que para que la tasa de paro vuelva a situarse en la media europea, en todo caso un nivel muy alejado del pleno empleo, habrán de pasar muchos años. Mientras tanto, crece sobre todo el empleo precario (trabajo involuntario a tiempo parcial, salarios por debajo del umbral de pobreza, falsos autónomos) y la cifra de parados de larga duración se ha disparado.
En tales circunstancias, dada la importancia que sigue teniendo el trabajo en la escala de valores y como fuente de ingresos, es pertinente preguntarse qué consecuencias tiene la experiencia de paro sobre los mismos parados. Sin embargo, a pesar de que somos tradicionalmente campeones del paro (sólo hace poco desbancados por Grecia), la investigación sociológica al respecto es escasa, lo que contrasta con el interés que ha suscitado el tema en países donde su incidencia es mucho menor. En España, las ciencias de la salud y la psicología social se han ocupado más de los parados que la sociología. Por su parte, la economía ha estudiado más el paro que a los parados; y cuando ha fijado el foco sobre éstos, en la mayoría de los casos ha sido partiendo de unos supuestos sobre la conducta humana cuando menos discutibles, que han conducido a conclusiones y recomendaciones de política económica más eficaces para complicar la vida de parados y ocupados que para mitigar el problema. Este libro pretende contribuir a paliar ese déficit sociológico mediante una aproximación cualitativa. Tiene su origen en 88 entrevistas en profundidad a parados realizadas entre marzo de 2012 y febrero de 2013 en una docena de municipios españoles, casi todos grandes ciudades. La población entrevistada no es una muestra estadísticamente representativa del universo de parados, es una muestra intencional que pretende reflejar la diversidad de situaciones en que se desenvuelve la experiencia de desempleo.
La crisis de los años setenta que puso fin a la edad dorada del capitalismo supuso también un punto de inflexión en cuanto a la configuración del paro tal como se había conocido hasta entonces. El desempleo ha sido tradicionalmente un problema vinculado a la condición obrera. Por ello Pugliese [1993] la toma como referente para definir los tipos dominantes que ha asumido a lo largo de la historia del capitalismo, que serían tres. Primero, el paro de quien no ha sido obrero pero acabará siéndolo. Es la situación en que se encuentran quienes proceden de un medio social que aún no ha conocido la generalización de las relaciones de producción capitalistas, es decir, las primeras generaciones de jornaleros y campesinos que abandonan la agricultura para integrarse en la fábrica urbana. Para ellos el empleo industrial es todavía un punto de llegada. Es un paro típico del siglo XIX en las sociedades de industrialización temprana, pero que seguimos encontrando a mediados del siglo XX. Por ejemplo entre los braceros meridionales italianos que transitan por las páginas de la estupenda novela de Ottiero Ottieri, escrita a finales de los años cincuenta, en busca de un posto en la fábrica fordista que les permita escapar de la miseria; y por supuesto en España. Segundo, el de quien ya ha sido obrero , que vive en el contexto de la sociedad industrial urbana y ha perdido su empleo a causa de las crisis cíclicas típicas de la dinámica capitalista. En este caso las relaciones de producción del capitalismo moderno están ya generalizadas, la condición obrera es la condición normal de gran parte de la población trabajadora y el paro un incidente transitorio respecto a esta condición. Su manifestación extrema se produjo durante la Gran Depresión de los años treinta. El tercer tipo es el de quien no ha sido obrero y tiene escasas posibilidades de entrar en la condición obrera , al menos en aquella franja del empleo obrero estable y protegido integrada en el mercado de trabajo primario. Sería el paro característico de la nueva situación que conocen las economías avanzadas desde hace cuatro décadas, esto es, el paro juvenil , en particular el que afecta a los países de la Europa mediterránea.
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