A partir de 1975, la historiografía internacionalista española se ha concentrado cada vez más en el siglo XX, y sólo en los últimos diez años ha prestado atención a la relación con los Estados Unidos durante la pasada centuria. En este vacío han florecido los trabajos de diplomáticos aficionados a la historia, como José Manuel Allendesalazar y Javier Rubio. Allendesalazar publicó una introducción sobre las relaciones bilaterales en los años noventa 25 , mientras que Rubio ha estudiado superficialmente algunos episodios de la relación bilateral en varias de sus obras: las negociaciones sobre la emancipación de Cuba de 1869-1870, la crisis del Virginius , la iniciativa multilateral de 1875, las negociaciones comerciales de 1883-1884 y las reclamaciones norteamericanas de los años noventa 26 . Pero se trata de trabajos muy limitados por sus abusos interpretativos y su escasa solvencia en el manejo de la historiografía y las fuentes norteamericanas. Como resultado, sus obras no han respondido a ninguna cuestión relevante de las relaciones bilaterales.
Mención aparte merece la voluminosa historiografía sobre los orígenes de la Guerra de 1898. El centenario del conflicto, en 1998, podía haber supuesto una buena ocasión para que la historiografía española empezase a tomar nota de las innovaciones que se habían producido al otro lado del Atlántico. No fue así 27 . En este sentido, el centenario sirvió, una vez más, para exhibir la predilección de la historiografía española por la reiteración de interpretaciones poco novedosas durante la conmemoración de efemérides. El resultado: la avalancha de publicaciones no añadió mucho al conocimiento sobre las relaciones bilaterales antes del estallido del conflicto 28 , con la excepción de algunos trabajos 29 .
Las principales monografías españolas sobre la diplomacia bilateral durante la crisis de 1898 se habían publicado antes del centenario: se trata de trabajos que manifiestan la persistencia de la especulación y los clichés —a menudo sonrojantes— de la peor historiografía española. Julián Companys hizo un uso testimonial de las fuentes norteamericanas para analizar la misión de Steward L. Woodford en España, pero su metodología, basada en la exposición de documentos sin contextualizar y la reiteración de juicios de valor, desvirtúa sus resultados 30 . Por su parte, Cristóbal Robles se ha dedicado a sintetizar la documentación española, agregando también los habituales juicios de valor, sin añadir nada significativo 31 . En los últimos tiempos, la historiografía internacionalista española ha oscilado entre los análisis sobre las relaciones interculturales bilaterales 32 y los estudios diplomáticos tradicionales 33 .
Fuera de las relaciones internacionales, la historiografía americanista no ha prestado la atención suficiente a las relaciones con los Estados Unidos. No resulta satisfactorio apelar genéricamente, como se hace habitualmente, a los intereses norteamericanos en Cuba partiendo de la premisa de que la acción internacional de los Estados Unidos en el último tercio del ochocientos giraba en torno a esa isla; tampoco lo es que no se conozca el contexto doméstico en el que se elaboraba la política comercial norteamericana, que se citen libros de texto sobre los Estados Unidos como obras de referencia, que se confunda el bill McKinley con el Arancel McKinley, o el Arancel McKinley con el Arancel Wilson-Gorman 34 .
Por estas razones, son muy pocos los estudios americanistas que han aportado información útil sobre las relaciones hispano-norteamericanas en el periodo objeto de estudio. José Antonio Piqueras ha analizado el tratado de comercio de 1884 y el acuerdo comercial de 1891, pero su trabajo está limitado por la selección exclusiva de fuentes españolas y la ausencia de historiografía norteamericana 35 . Por su parte, Inés Roldán ha estudiado más detalladamente el contexto cubano de esos pactos internacionales. Su trabajo, basado en un amplio abanico de fuentes primarias, es muy convincente diseccionando los diferentes intereses políticos y económicos entre La Habana y Madrid, pero no lo es tanto relacionando esos intereses con las interacciones entre Madrid y Washington 36 . Fuera de la historiografía americanista, y a medio camino entre la historia colonial y la historia de las relaciones internacionales , Mª Dolores Elizalde ha analizado detalladamente los problemas entre España y los Estados Unidos causados por los misioneros norteamericanos establecidos en las Islas Carolinas 37 .
La historiografía económica también ha empezado a analizar la influencia económica de los Estados Unidos en la Península. Leandro Prados y José María Serrano Sanz fueron los primeros autores que llamaron la atención sobre la importancia del comercio norteamericano en la España del siglo XIX 38 . Más recientemente, Jerònia Pons ha analizado el éxito de las compañías de seguros de vida norteamericanas en el mercado peninsular 39 .
Desde la historia intelectual se han explorado las transferencias culturales en el siglo XIX. Carmen de Zulueta y Carmen de la Guardia han ilustrado el establecimiento, durante la Restauración, de la primera institución cultural estadounidense en la Península, el Instituto Internacional, por parte de misioneros norteamericanos con la intención de mejorar la educación de las mujeres españolas 40 . Isabel Pérez González ha detallado los primeros contactos entre intermediarios culturales de ambos países 41 . Más recientemente, Gonzalo de Capellán ha rastreado el origen del interés de los krausistas españoles en el modelo estadounidense 42 . Desde la historia cultural también han empezado a aparecer trabajos sobre las percepciones entre ambos países: Kate Ferris, por ejemplo, ha estudiado el discurso público de las elites españolas sobre los Estados Unidos 43 .
Por su parte, la historiografía latinoamericana ha hecho escasas contribuciones al tema objeto de estudio. Víctor Manuel Pérez se sirvió de documentación española para denunciar la presión incesante del imperialismo norteamericano en Cuba en el periodo 1868-1898, pero la escasez de sus fuentes limita el valor de sus resultados 44 . Por su parte, Óscar Zanetti ha utilizado la teoría de la dependencia para analizar los acuerdos comerciales hispano-norteamericanos. A pesar de su amplitud, sin embargo, su trabajo es muy poco cuidadoso en la selección de las fuentes primarias, tanto españolas como norteamericanas, y no es capaz de integrar sus resultados dentro de los nuevos análisis dependentistas 45 .
Antes de seguir adelante, es necesario clarificar las hipótesis que articulan este volumen. Para ello será inevitable hacer referencia a los debates historiográficos relacionados con el objeto de estudio. La historia de las relaciones internacionales ha sufrido cambios dramáticos en las últimas décadas que han ampliado tanto su definición como sus límites 46 . Se ha roto el monopolio que poseían los Estados en los estudios internacionalistas y se ha multiplicado el número de actores objeto de estudio 47 . Más recientemente, el giro cultural de la historiografía ha concentrado los debates dentro de esta especialidad 48 .
Pero, ¿sigue teniendo sentido un estudio de relaciones bilaterales? La profunda renovación de la historia de las relaciones internacionales en las últimas décadas ha contribuido a desplazar el interés tradicional por la acción exterior del Estado hacia las actividades transnacionales de la sociedad civil. O, en palabras de Anders Stephanson, “Diplomatic historians […] seem less and less interested in the history of diplomacy” 49 . Es una buena noticia, porque las relaciones internacionales nunca se han reducido a la diplomacia, bilateral o multilateral. Sin embargo, no parece razonable dar por supuesto que el estudio de la política exterior se haya convertido en algo irrelevante. Primero, porque no todas las fuerzas transnacionales que operan en la actualidad existían en otras épocas históricas, como el siglo XIX. Segundo, porque ni siquiera en la actualidad ha perdido importancia la política internacional 50 .
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