Dos son, en efecto, las referencias concretas a Cicerón en el Tratado médico–filosófico sobre la alienación mental: una se halla en la primera edición (1800) y otra en la segunda (1809). Cuando Pinel propuso algunos remedios morales para prevenir las recaídas de la manía intermitente, escribió: «[…]; pero este es un motivo más para vencer sus pasiones, siguiendo los consejos de la sabiduría, y para fortificar su alma mediante las máximas morales de los filósofos antiguos: los escritos de Platón, Plutarco, Séneca, Tácito, las Tusculanas de Cicerón, serán mucho más útiles para las mentes cultivadas que las recetas de tónicos y antiespasmódicos combinados artificiosamente»73; en la misma obra reeditada nueve años después, a pie de página, se puede leer: «Apenas se puede hablar de las pasiones como enfermedades del alma, sin haber tenido antes presentes en la mente las Tusculanas de Cicerón y las otras obras que este hombre genial consagró a la moral en los años en que maduraba en edad y experiencia»74.
Aunque ambos, con dieciocho siglos de diferencia, vivieron períodos tumultuosos marcados por grandes movimientos sociales, a diferencia de Marco Tulio Cicerón75 —abogado, político y filósofo—, Philippe Pinel (1745–1826) fue un destacado médico y profesor de Medicina, razón por la cual su recuperación del pensamiento filosófico clásico y su aplicación al ámbito sanitario tiene especial valor. Tras realizar estudios clásicos y religiosos, Pinel dejó la sotana, estudió Medicina y se trasladó a París, donde comenzó una brillante carrera. Autor de una amplísima obra médica, en la que destaca la Nosografía filosófica y un tratado de Medicina clínica, publicó asimismo numerosas Memorias y artículos de Enciclopedia, tradujo a W. Cullen y editó las Oeuvres Médicales de Baglivi76. Siguiendo las indicaciones de Sydenham (reducir las enfermedades a especies bien definidas), la obra de Pinel destacó por la descripción y la clasificación sistemática de las enfermedades (nosografía), trabajo previo e imprescindible para adquirir un conocimiento profundo de ellas (nosología). Su trato con alienados se inició en 1786, en la modesta Casa de Salud del Sr. Belhomme, continuando su carrera médica en el asilo de Bicêtre (1793–1795) y culminándola en la Salpêtrière (1795–1826).
De manera que cuando Philippe Pinel publicó el Tratado médico–filosófico sobre la alienación mental o la manía disfrutaba de un amplio reconocimiento en el mundo académico y en el ambiente médico, como correspondía al autor de la Nosografía filosófica. Aparecido en octubre de 1800, el Tratado se componía de seis Secciones —algunas de las cuales habían sido publicadas por separado años atrás— y una amplia Introducción, en la cual pretendía paliar la precipitación y la relativa desunión que afectaba al conjunto de esta obra pionera y fundacional. Que se aprecien ciertas deficiencias en la composición de esta obra, entregada con premura a la imprenta únicamente por el ansia de obtener el reconocimiento que merecen los pioneros, no implica en absoluto que su mensaje hubiera madurado ya lo suficiente, como se aprecia en esta cita de su Nosografía, publicada dos años antes: «Estrecha unión, dependencia recíproca entre la filosofía moral y la medicina, como lo señala Plutarco. ¡Cuánto importa, para prevenir las afecciones hipocondríacas, melancólicas, o la manía, seguir las leyes inmutables de la moral, adquirir el dominio de sí mismo, gobernar las pasiones propias, familiarizarse, en una palabra, con los escritos de Epicteto, de Platón, de Séneca, de Plutarco, así como los luminosos resultados de la observación que nos han sido transmitidos por Hipócrates, Areteo, Sydenham, Stahl u otros célebres observadores! Cicerón, en el tercer y cuarto libros de las Tusculanas, ¿no considera acaso las pasiones como enfermedades, y no nos aporta las reglas fundamentales para tratarlas y curarlas?»77.
En la Introducción del Tratado, sin embargo, son muchos los elogios que dedica a Alexander Crichton, médico escocés contemporáneo en quien se apoyó para sostener sus ideas sobre las pasiones como causas más frecuentes de las perturbaciones de las facultades morales78. Lo cierto es que Pinel había afianzado ya sus opiniones y argumentos sobre las pasiones y las enfermedades del alma antes incluso de leer a Crichton, de quien se sirve fundamentalmente para acceder al pensamiento de los autores alemanes79. Fue merced a estas referencias médicas como Pinel se autorizó —en un gesto ciertamente audaz por ser un médico quien recuperara el saber de los filósofos antiguos— a reunir la Filosofía y la Medicina, definiendo así un espacio que habría de habitar a regañadientes la futura psiquiatría, ámbito en el cual las pasiones se anexaban a la Medicina, siendo la antigua filosofía moral sustituida por la medicina filosófica, esto es, el alienismo80: «La historia médica de las pasiones entra necesariamente como noción preliminar en este Tratado, pues ¿cómo concebir la alienación más frecuente, esa que proviene de una exaltación extrema de las pasiones, si no se consideran primero sus efectos sobre la moral y lo psíquico?»81.
Esta amplia presencia del pensamiento clásico en la visión de Pinel se aprecia claramente en su concepto de aliénation mentale , el cual nombra un proceso morboso único que compendia tanto las posibles variedades clínicas como los estados de afectación moral que inducen una pérdida de libertad consecutiva a las lesiones del entendimiento: «Se llama alienación mental al extravío de la razón, porque el alienado está fuera de sí mismo. Alienación es una palabra genérica, destinada a expresar el carácter común de las diversas especies de aberraciones del entendimiento, las cuales se muestran nítidamente en un gran hospicio, siempre que se lo dirija con orden»82. Así definida, la noción de aliénation mentale pretende incorporar al dominio médico la tradicional e inespecífica folie 83, al tiempo que demarca su campo fuera de las enfermedades propias de la Medicina, especialmente las febriles y las intoxicaciones ( frenitis o delirium acutum ): «Este término afortunado que es el de alienación mental expresa en toda su extensión las diversas lesiones del entendimiento; pero de nada servirá si no se analizan sus diversas especies y si no se las considera separadamente para deducir aquí las reglas de su curación, y las del gobierno interior que se ha de observar en los asilos de locos»84.
Esta simple frase, con la que Pinel comienza la sección IV de la primera edición, condensa el conjunto del proyecto alienista, tanto en materia psicopatológica como terapéutica. Como cualquier otra enfermedad, en primer lugar, la alienación debe ser examinada en todas sus variedades o aspectos posibles ( mélancolie o délire partiel , manie o délire généralisé , démence e idiotisme ); de igual modo, en segundo lugar, el alienado en tanto enfermo requiere un tratamiento específico y único, el llamado «tratamiento moral», necesariamente dispensado en una institución apropiada; por último, ese establecimiento sanitario especializado es el asilo, lugar donde el alienado permanecerá, mientras lo precise, ocupado y separado de su familia y allegados.
Dos de los aspectos que acabo de evocar reclaman un examen más atento, ya que en ellos se conjuga la interpretación del modelo de la alienación mental que me propongo mostrar. Trata el primero de las variedades clínicas de esta alteración mental única, cuya definición permitirá captar una concepción en la que se defiende la existencia de formas parciales de alienación. Íntimamente articulado con el anterior, se aprecia en el segundo la esencia misma del tratamiento moral y el fundamento de sus posibilidades curativas.
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