Segunda Edición
Publicado por:
Publicaciones Faro de GraciaP.O. Box 1043 Graham, NC 27253 www.farodegracia.org
Co-edición con:
Ligonier Ministries421 Ligonier Court Sanford, FL 32771 Tel. 1-800-435-4343 www.ligonier.org
ISBN 978-1-629463-22-3
© Copyright, 1985, 1998 por R.C. Sproul. Todos los derechos reservados. Orginalmente publicado en el inglés bajo el título, The Holiness of God. Translated into Spanish by permission of Tyndale House Publishers.
Traducido al español por Víctor García
Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, procesada en algún sistema que la pueda reproducir, o transmitida en alguna forma o por algún medio –electrónico, mecánico, fotocopia, cinta magnetofónica u otro– excepto para breves citas en reseñas, sin el permiso previo de los editores.
© Las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. © renovada 1988, Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.
Contenido
RECONOCIMIENTOS RECONOCIMIENTOS Muchas gracias a Wendell Hawley por su calurosa y gentil motivación para este proyecto. Si el libro tiene alguna claridad, el crédito es para mi esposa, Vesta, quien es mi más implacable y amorosa editora. Para Kaki y Ryan y su generación, que vivan durante una nueva reformación.
1. La Copa Sagrada
2. Santo, Santo, Santo
3. El Misterio Temible
4. El Trauma de la Santidad
5. La Locura de Lutero
6. La Justicia Santa
7. Paz y Guerra con un Dios Santo
8. Sed Santos Porque Yo Soy Santo
9. Dios en las Manos de Pecadores Airados
10. Mirando Más Allá de las Sombras
11. Lugares Santos y Ocasiones Santas
Otros títulos de Publicaciones Faro de Gracia
Muchas gracias a Wendell Hawley por su calurosa y gentil motivación para este proyecto. Si el libro tiene alguna claridad, el crédito es para mi esposa, Vesta, quien es mi más implacable y amorosa editora.
Para Kaki y Ryan y su generación,
que vivan durante una nueva reformación.
Deuteronomio 4:29Mas si desde allí buscares a Jehová tu Dios, lo hallarás, si lo buscares de todo tu corazón y de toda tu alma.
1 Crónicas 16:10-11Gloriaos en su santo nombre; Alégrese el corazón de los que buscan Jehová. Buscad a Jehová y su poder; Buscad su rostro continuamente.
Salmo 9:10En ti confiarán los que conocen tu nombre, Por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron.
Salmo 27:8Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh Jehová;
Isaías 55:6-7Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar.
Amos 5:4Pero así dice Jehová a la casa de Israel: Buscadme, y viviréis;
Sentí el impulso de irme del cuarto. Una profunda e innegable orden turbó mi sueño, pues algo santo me llamaba. El único sonido era el tic-tac rítmico del reloj sobre mi escritorio. Parecía vago e irreal, como si estuviese sumergido bajo profundas aguas. Comenzaba a dormirme, en el momento cuando la línea entre la conciencia y la inconsciencia se diluye. Estaba suspendido en ese estado aferrado al umbral, aun percibiendo en la quietud de su cerebro los sonidos del mundo exterior, ese momento inmediatamente antes de sucumbir a la noche. Dormido, pero no completamente; despierto, pero no alerta; aún vulnerable al llamado interno que me dijo, “Levántate y sal de este cuarto.”
El llamado se hizo más fuerte, más urgente, imposible de ignorar. Un estallido de lucidez hizo que me incorporara y pusiera mis pies en el suelo. El sueño se desapareció en un instante y mi cuerpo se puso en acción. En segundos me vestí y salí del dormitorio de la universidad. Un vistazo al reloj registró el tiempo en mi mente. Faltaban diez minutos para la media noche.
El aire nocturno era frío, convirtiendo la nieve de la mañana en un colchón con sábana quebradiza. Sentí el crujido bajo mis pies al caminar hacia el centro del plantel. La luna proyectaba una sombra fantasmagórica sobre los edificios de la universidad cuyos canales de desagüe estaban adornados con gigantes puntas congeladas – gotas de agua detenidas en el espacio que formaban cuchillos sólidos de hielo simulando colmillos. Ningún arquitecto humano podría haber diseñado esas gárgolas de la naturaleza.
Los engranajes del reloj de la vieja torre principal se movieron y sus agujas se colocaron verticalmente. Escuché el pesado sonido de la maquinaria una fracción de segundo antes del repique de las campanas. Cuatro tonos musicales señalaron la hora exacta. Después llegaron los doce golpes parejos y sonoros. Yo los conté en mi mente como siempre lo hacía, revisando la posibilidad de un error en el número que nunca fallaba. Sonaron exactamente doce golpes desde la torre como el martillo de un juez severo golpeando sobre metal.
La capilla se hallaba bajo la sombra de la vieja torre principal. Su puerta era de cedro pesado con un arco gótico. La abrí y llegué al vestíbulo, la puerta se cerró detrás de mí con un sonido que hizo vibrar las paredes de piedra de la nave.
El eco me estremeció. Era un contraste extraño con los ruidos de los servicios diarios en la capilla donde el abrir y cerrar de las puertas era apagado por los sonidos de los estudiantes desplazándose hacia sus lugares asignados. En el vacío de la media noche el sonido de la puerta era amplificado.
Esperé un momento en el vestíbulo, dándole a mis ojos unos segundos para adaptarse a la obscuridad. El débil brillo de la luna penetraba por los silenciosos vitrales. Yo podía ver la línea de las bancas y el pasillo central que guiaba hacia las gradas de la plataforma. Sentí una majestuosa sensación de espacio, acentuada por los alargados arcos del techo los cuales parecían elevar mi alma en una sensación de altura que evocaba la emoción de una mano gigante extendiéndose para levantarme.
Me moví lenta y deliberadamente hacia las gradas de la plataforma. El sonido de mis pies sobre el piso de piedra evocaba las imágenes temibles de soldados alemanes marchando con sus botas a lo largo de calles empedradas. Cada paso resonaba mientras llegaba a la plataforma alfombrada.
Allí me tiré sobre mis rodillas. Había llegado a mi destino. Estaba listo para reunirme con Quien había turbado mi descanso con su llamado.
Me encontraba en posición de oración, pero no tenía nada que decir. Me arrodillé allí silenciosamente, permitiendo que la sensación de la presencia de un Dios santo me llenara. El latido de mi corazón indicaba algo, golpeando mi pecho. Sentí un frío intenso en la base de mi espina que subió hasta mi cuello. El terror me invadió. Luché contra el impulso de escapar de esa sobrecogedora presencia que se apoderó de mí.
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