Y se le apareció el ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía.
Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema.
Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí.
Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás tierra santa es. (Éxodo 3:2-5)
Dios mandó a Moisés quitarse sus zapatos, pues se encontraba sobre un terreno santificado por su presencia. Quitarse los zapatos era un medio por el cual Moisés reconocía que él era de la tierra - terrenal. Los pies humanos, a veces llamados “pies de barro” simbolizan nuestra condición de criaturas. Son ellos los que nos conectan a la tierra.
Los serafines no son de la tierra, sus pies no son de barro, y siendo ángeles son espirituales. Sin embargo, son criaturas, y las imágenes de la visión de Isaías sugieren que también se tienen que cubrir los pies reconociendo que son criaturas en la exaltada presencia de Dios.
Es aquí donde encontramos la esencia de la visión de Isaías. El canto de los serafines revela el asombroso mensaje de este texto. “Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos, toda la tierra está llena de su gloria” (Isaías 6:3). Este canto es la repetición de una sola palabra – santo . Esta palabra se canta tres veces seguidas, dándole a la iglesia su más majestuoso himno. Este canto es llamado el trisagión que significa el “tres veces santo.”
Es fácil pasar por alto el significado de la repetición de la palabra santo . Esta expresión literaria que se encuentra en las formas hebreas de literatura, especialmente en la poesía, es una forma de énfasis. En el idioma español, para enfatizar la importancia de algo, tenemos varios recursos para escoger. Podemos subrayar las palabras importantes o escribirlas con letras itálicas o marcadas. Podemos agregarle signos de exclamación o distinguirlas con comillas. Todo esto es para llamar la atención del lector a algo que es especialmente importante.
Los judíos del Antiguo Testamento tenían diferentes técnicas para indicar énfasis. Una de ellas era el método de la repetición. Jesús usó la repetición de palabras, “De cierto, de cierto os digo.”
Aquí el doble uso de la frase “de cierto” significaba que iba a decir algo muy importante. La palabra traducida “cierto” es amén . Usualmente nosotros pensamos de amén como algo que se dice al finalizar un sermón o una oración. Significa simplemente “es cierto.” Jesús la usó como prefacio en lugar de como respuesta.
En Génesis 14 encontramos un uso humorístico de la técnica de la repetición. La historia de la batalla de los reyes en el Valle de Sidim menciona algunos hombres que se cayeron en unos pozos de asfalto que había en la región. Algunos traductores los llaman pozos de asfalto o pozos de betún, o simplemente grandes pozos. ¿Qué clase de pozos eran éstos, cuya traducción parece tan confusa? El hebreo no es claro. El texto original simplemente da la palabra en hebreo para pozo y después la repite diciendo literalmente “pozos-pozos.” Los judíos querían decir con esto que había pozos, y que había “pozos-pozos”. Algunos pozos son más pozos que otros pozos. Estos pozos – “los pozos-pozos” – eran muchos más pozos que los otros pozos. Una cosa es caer en un pozo, pero si uno cae en un pozo-pozo, entonces está en graves problemas.
En raras ocasiones la Biblia repite algo hasta el tercer grado. Mencionar algo tres veces seguidas, es elevarlo a su grado superlativo y adjudicarle un énfasis de super importancia. Por ejemplo, el terrible juicio de Dios se declara en el libro de Apocalipsis por un ángel que gritaba en medio del cielo “¡Ay, ay, ay de los que moran en la tierra!” (Apocalipsis 8:13). O también se ve en la burla sarcástica del sermón de Jeremías sobre el templo, cuando reprendía al pueblo por haberlo invocado con hipocresía, “¡Templo de Jehová, templo de Jehová, templo de Jehová es éste!” (Jeremías 7:4).
En las Sagradas Escrituras sólo una vez un atributo de Dios se eleva al tercer grado. Sólo una vez encontramos una característica de Dios mencionada tres veces en sucesión. La Biblia dice que Dios es santo, santo, santo. No que El es santo, o aun santo, santo. El es santo, santo, santo. La Biblia nunca dice que Dios es amor, amor, amor; o misericordia, misericordia, misericordia; o ira, ira, ira; o justicia, justicia, justicia. Dice que El es santo, santo, santo; que toda la tierra está llena de su gloria.
Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo. (Isaías 6:4)
Una encuesta reciente sobre gente que solía ser miembro de una iglesia y dejó de asistir, revela que la razón principal de su alejamiento es que encontraban la iglesia aburrida. Es difícil para mucha gente encontrar en la adoración una experiencia emocionante y conmovedora. Vemos aquí que cuando Dios se apareció en el templo, las puertas y los quiciales se estremecieron. La materia muerta de las puertas, los quiciales inanimados, la madera y el metal, que no podían oír ni hablar, tuvieron el buen juicio de estremecerse por la presencia de Dios. Literalmente el texto dice que fueron sacudidas. Comenzaron a temblar ante El.
¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al rey, Jehová de los ejércitos. (Isaías 6:5)
Las puertas del templo no fueron lo único que se conmovió. Lo que más tembló en aquel edificio fue el cuerpo de Isaías. Cuando él vio al Dios viviente, el monarca reinante del universo desplegado ante sus ojos en toda su santidad, Isaías exclamó “¡Ay de mí!”
La exclamación de Isaías suena extraña a los oídos modernos. Es raro oír a la gente hoy usar la expresión “¡Ay de mí!” Puesto que esta frase suena anticuada y arcaica, algunos traductores modernos prefieren sustituirla. Esto es un error serio. La expresión “¡Ay de mí!” es crucialmente bíblica y no podemos permitirnos ignorarla. Tiene un significado especial.
Cuando pensamos en los “ayes” pensamos en los problemas presentados en los melodramas de las películas antiguas. Los Peligros de Paulina muestran a la heroína retorciendo sus manos en angustia mientras el cruel propietario venía a confiscarle su propiedad. O el Super Ratón volaba desde su nube para rescatar a su novia que había sido amarrada a los rieles del tren por Harry el Malvado mientras ella gritaba “¡Ay de mí!”
A la expresión ¡ay de mí! le ha sucedido lo mismo que a otras expresiones pasadas de moda. La única lengua que todavía conserva esta expresión es el Yiddish. Los judíos modernos aún declaran su frustración exclamando “¡Oy bay!” que es la expresión abreviada de la expresión completa Oy bay ist mer. “Oy bay” es en Yiddish “Oh, ay,” una abreviación de la expresión completa “¡Oh, ay de mí!”
La fuerza completa de la exclamación de Isaías debe considerarse en el contexto del uso del lenguaje bíblico. La forma más frecuente para referirse a los mensajes de los profetas era “oráculo.” Los oráculos eran mensajes provenientes de Dios; podían ser buenos o malos. Los oráculos positivos empezaban con la palabra “bienaventurado.” En el Sermón del Monte Jesús usó este tipo de oráculo diciendo, “bienaventurados los pobres en espíritu, bienaventurados los que lloran, bienaventurados los que tienen hambre y sed.” Sus oyentes entendían que El estaba usando la fórmula profética, el oráculo que traía buenas noticias.
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