TABLA 3
Creencias y prácticas religiosas (%) en científicos, en comparación con norteamericanos de nivel educativo mediosuperior
Índices religiosos en una muestra de académicos de élite (RAAS) en comparación con personas con educación media-superior (graduados: segunda columna, en cursiva). La tercera y cuarta columnas corresponden a los académicos de Ciencias sociales y naturales, respectivamente, en la muestra RAAS. Los graduados expresan mayor religiosidad que los científicos en todas las medidas; los científicos naturales, menos, a su vez, que los sociales en la mayoría de medidas. A partir de [78].
Maniobras de renovación doctrinal
Los ilustrados del dieciocho y los arrogantes materialistas de los últimos dos siglos erraron de pleno cuando profetizaron el hundimiento de las religiones. No parece que sea nada fácil hacer retroceder la religiosidad individual, ni tampoco las convenciones y los compromisos comunales que consagran el funcionamiento de la religión como institución [7, 110, 161, 249]. A pesar de que la ciencia ha ganado y continuará ganando todos los litigios con la religión cuando hay que describir, interpretar e incidir sobre los fenómenos del mundo, esto no cambia nada. Ahora que ya no se llevan los métodos inquisitoriales (salvo en los rincones donde impera el integrismo rampante), algunas iglesias se dedican a ir reconociendo públicamente que los científicos llevaban razón en todos y cada uno de los puntos de fricción.
Dejan pasar un tiempo (prolongado, por regla general) y proclaman luego, compungidas, el error, promoviendo acciones de desagravio y mostrando propósitos de enmienda para no reincidir en la intolerancia doctrinal. Al mismo tiempo, modifican el discurso rebajando la carga de algunos dogmas claramente inviables. El procedimiento más utilizado es la transformación de las viejas verdades en parábolas inertes o en simples anécdotas, para acomodar así el núcleo duro de la revelación a los nuevos panoramas que va desvelando el conocimiento científico [187], para refugiarse de inmediato en la solidez de los enigmas últimos donde saben que anida el reducto inexpugnable y el manantial imperecedero de todas las fidelidades presentes y futuras. En los últimos tiempos hemos asistido a algunas renovaciones de mensaje muy sugerentes. En el Vaticano, por ejemplo, lo han bordado recurriendo a malabarismos dignos de las piruetas escolásticas más elegantes. Así, han elaborado instrucciones novísimas sobre las concepciones de cielo, infierno y purgatorio. Según la doctrina emitida con el sello de la infalibilidad (hay que recordar que este dogma continúa vigente para los católicos), el cielo es un lugar inmaterial. No hay que imaginarlo, de ningún modo, como un aposento del firmamento donde se van congregando las almas a la espera de la reconexión con la materia en la resurrección final de los cuerpos. Este reencuentro no se producirá jamás en un entorno espaciotemporal concreto. Tal noción era metafórica y provenía de una interpretación errónea de los textos revelados. A partir de ahora, por tanto, hay que entender el cielo tan solo como una conjetura feliz. Como una hipótesis de trabajo alentadora: la comunión definitiva e irreversible con el Todopoderoso. Esta idea siempre estuvo presente en la tradición del pensamiento judeocristiano, pero se la adornó con tantos elementos de una materialidad tan dichosa que ahora cuesta borrarlos de un plumazo. Aunque da igual, porque ya han sido dictadas las órdenes para que se vayan descartando aquellas esperanzas. El infierno, por otro lado, tampoco hay que concebirlo como una sima insondable donde los demonios mantienen vivas las llamas eternas y aplican torturas inacabables. Se tiene que sustituir el horizonte de sufrimientos corporales inextinguibles por otro mucho más sutil: la vivencia del destierro definitivo. Es decir, el ostracismo sin retorno, la soledad perpetua de los desafectos, de los condenados a carecer de cualquier posibilidad de acceder a la gloria suprema. Tortura psicológica autoaplicada; por consiguiente, autoflagelación íntima e imperecedera, lo cual representa un alivio para los que temían la perspectiva del dolor físico infinito, a la vez que exalta la desesperación de los errantes sin rumbo. El purgatorio, finalmente, es una «demora virtual» para filtrar taras e imperfecciones. de forma que los espíritus higienizados a conciencia en esa depuradora ultraterrenal puedan incorporarse al atajo del transporte instantáneo hacia el absoluto.
Astutas modificaciones del discurso narrativo, en definitiva, para consolidar el andamiaje doctrinal. Dicho de otro modo, se van modificando los detalles transitorios y prescindibles del guion para evitar inconsistencias flagrantes y dar cabida, de paso, a las sensibilidades cambiantes en función de la época. Estas reacomodaciones son ahora muy necesarias porque las antiguas narraciones chirrían, ostentosamente, al confrontarlas con las descripciones del mundo que la ciencia y la técnica van procurando y diseminando. Se imponen, por tanto, las transformaciones del mensaje sin afectar, en modo alguno, al meollo doctrinal.
Buses ateos contra memes religiosos: futilidad de las campañas antidevotas
Richard Dawkins [65] y Daniel Dennet [68] lanzaron al unísono, en 2006, una potente ofensiva antirreligiosa desde las arrogantes trincheras de la biología descreída. Con una actitud mucho más enérgica y beligerante por parte de Dawkins y sistemática en Dennet, el dúo aunó fuerzas junto a destacados activistas del secularismo inspirado en la ciencia [106], intentando frenar el empuje del resurgimiento religioso en muchas esferas de la escena social actual. Además de los ensayos densos y exhaustivos, las discusiones en foros de internet y las tournées de conferencias a ambos lados del Atlántico, patrocinaron campañas publicitarias con un impacto nada despreciable. La que dejó una estela más duradera fue la de los «autobuses ateos» que circularon por algunas de las urbes más importantes del planeta. La sintonía entre estos dos líderes del pensamiento y el activismo antirreligioso no debe extrañar, ya que Dennett había avanzado hace años [67] una tesis sobre la naturaleza de la religión que gravitaba sobre la noción de transmisión memética de Dawkins [64].
Figura 0. Arriba: Richard Dawkins en el lanzamiento de la campaña Buses ateos, en Londres. Bajo: Un autobús barcelonés que reproduce la propaganda atea.
A pesar de su ortodoxia darwiniana, Dawkins siempre ha defendido que para poder discernir los orígenes de la religiosidad, los flexibles procesos de la transmisión cultural (la imitación y la instrucción temprana en criaturas, así como el entrenamiento de hábitos, la persuasión y la seducción) cuentan mucho más que los rígidos filtros cromosómicos que dan salida a la selección natural y la sexual. De ahí la propuesta del «meme» infectivo (unidad funcional de la replicación cultural) para la diseminación de los idearios religiosos. Dios, los dioses o cualquier noción vinculada con lo sobrenatural o lo sagrado constituyen, según esto, unos artefactos ideatorios de gran invasividad con una función específica: promover orden y estabilidad en los complejos y cambiantes entornos donde tienen que medrar y espabilarse los humanos. Los guiones esenciales de toda religión (los «memes nucleares», de acuerdo con la hipótesis) conllevan una descripción simplificada pero coherente del mundo que facilita su comprensión y aceptación. Sirven, en definitiva, para levantar baluartes de confianza con la garantía última e indiscutida de la autoridad suprema. Las creencias religiosas son, por lo tanto, sortilegios cognitivos al servicio de la regularidad apaciguadora. Su contribución a la sintonía y a la fraternidad entre los feligreses de toda comunidad devota se sustenta en eso: proporcionar asideros firmes, bastiones de seguridad y continuidad. Este es un atributo capital que comparten todas las narrativas sagradas, tanto si provienen de las tradiciones monoteístas o politeístas como de las asunciones «laicas» (filosóficas o científicas) sobre la esencia ordenada del universo, aunque los vectores últimos de este orden resulten inalcanzables para los periscopios humanos.
Читать дальше