53.– Un problema, sin embargo, que plantea la tesis general de Saenger es que si la escritura se separa para facilitar el acceso al latín precisamente por la dificultad que entrañaba este idioma en
aquellas zonas donde era percibido como lengua distinta y segunda, ¿cómo explicar que, al mismo tiempo, una lectura silenciosa y rápida del latín surja en esas mismas zonas? Por otro lado, Petrucci (1999: 185-86) apunta que las delimitaciones cronológicas y geográficas en la práctica de la separación de palabras no son siempre tan claras y nítidas como se deduce de los trabajos de Saenger. Además, un razonamiento inverso al de éste también sería posible. Es decir, quizá la separación de palabras no habría favorecido la lectura ocular, sino que la lectura ocular es la que habría favorecido la separación de palabras; y, paralelamente, la scriptura continua no tendría por qué ser un indicio de vocalización de las obras, sino que podría serlo de recepción acústica en el acto de copia (bien porque se tratase de una copia al dictado, bien porque el copista pronunciase las palabras antes de consignarlas por escrito). En el discurso hablado la asimilación de sonidos es constante y, por tanto, la identificación de las palabras como unidades autónomas resulta difícil. Hoy, al estar acostumbrados desde una edad muy temprana a la recepción de textos escritos que presentan separación de vocablos, tal identificación parece natural y nos vemos impelidos a la vocalización cuando nos encontramos ante un texto en que las palabras no se separan de forma regular. Sin embargo, deducir que esto hubiera de ocurrir también con personas cuyo contacto con la escritura había sido desde siempre a través de la scriptio continua parece un razonamiento por demostrar.
54.– Fernando Gómez Redondo (2006: 54-58) presenta un estado de la cuestión muy informado de estudios sobre la recepción de la literatura medieval, a los que, sin duda, hay que añadir los suyos (Gómez Redondo 1998, 2002, 2003 y 2006), que se comentarán en el próximo capítulo. En éste me limito a las contribuciones de Joyce Coleman (1996), Vitz (1999) y Green (1994), ya que, como se verá, resultan de especial interés para analizar la forma primaria de creación y comunicación de los poemas en cuaderna vía del siglo XIII.
55.– En el caso español, Margit Frenk ha señalado que esto ocurriría, en los siglos XVI y XVII, con la materia celestinesca, libros de caballerías (y sus parodias), literatura pastoril, novelas cortas, cuentos, poesía lírica, teatro, y literatura epistolar y ensayística (1997: 26-35).
56.– Para el caso concreto de los poemas castellanos en cuaderna vía, véanse Gybbon-Mony- penny (1965) y Biaggini (2002b).
57.– Como veremos en el próximo capítulo, Menéndez Pidal (1991: 160-61, 176 y 360) operaba de modo similar al pensar que las versiones de las historias de Apolonio y de Alejandro que el juglar Cabra debía conocer, según el ensenhamen que le dedica Guerau de Cabrera, eran exactamente, o poco menos, las contenidas en los manuscritos conservados del LApol y del LAlex .
58.– Vitz (1999: 16-17) critica a los fundadores de la teoría estándar de la oralidad, especialmente a Lord, por la poca importancia que dan a la memoria en la vocalización de la poesía oral; por hacer coincidir momento de composición con momento de representación, siguiendo el modelo serbio; y, por tanto, por considerar el carácter formulario como un rasgo esencial de la poesía oral. Por otro lado, Vitz parece suponer que los manuscritos medievales que poseemos hoy son reproducción bastante fiel del componente verbal de las performances originales. Así, por ejemplo, establece una analogía entre lo que son los textos conservados para nosotros y lo que serían los guiones de obras para la radio para alguien que no hubiera escuchado nunca la radio ni dispusiera de ninguna grabación de programas radiofónicos (1999: 139-40).
59.– No es que esto tenga que ser falso, pero, como hemos visto en el capítulo anterior, tampoco necesariamente verdadero. Los versos que aduce Vitz para demostrarlo (1999: 128) son problemáticos: «Del Chevalier de la charrete / Comance Crestïens son livre» ( Le chevalier de la charrete ou Le roman de Lancelot , vv. 24-25; ed. Charles Méla en Michel Zink, dir. 1994: 501). Aquí el autor, Chrétien, es sujeto de un verbo en tercera persona del singular y el posesivo son también es de tercera persona; o sea, parece que el narrador-emisor vocal se refiere al autor como a una tercera persona, cosa más lógica que suponer que el autor-emisor vocal cambia de la primera persona con que había comenzado el relato a la tercera para hablar de sí mismo.
60.– A esto se puede añadir que la interpretación de algunos pasajes es bastante dudosa. Así ocurre con la de los versos de la Chanson royal de Deschamps, aportados como prueba de que lire podía significar ‘oír leer’ (1999: 125): «A tous ceuls qui lire m’orront / et en lisant proffiteront / salut et bonne affection». Se considera que el sujeto de «lisant» es ellos (o sea, «tous ceuls qui lire m’orront»). Sin embargo, no parece nada claro que el sujeto gramatical de la acción no sea el yo narrador-emisor vocal, con lo que lisant significaría ‘leyendo (yo) en voz alta’, no ‘oyéndome (ellos) leer a mí’.
61.– Francesca dice a Dante:
Noi [ella y Paolo] leggiavamo, un giorno, per diletto,
di Lancialotto come amor lo strinse:
soli eravamo e sanza alcun sospetto.
Per più fïate li occhi ci sospinse
quella lettura, e scolorocci il viso;
ma solo un punto fu quel che ci vinse.
Quando leggemmo il disïato riso
esser basciato da cotanto amante,
questi, che mai da me non fia diviso,
la bocca mi basciò tutto tremante.
Galeotto fu’l libro e chi lo scrisse:
quel giorno più non vi leggemmo avante.
( Inferno V, vv. 127-38; ed. Villaroel et al. 1991: 46)
Dante dirige su Commedia a un lector, en singular (véase, por ejemplo, Purgatorio , XVII, v. 1, ed. Villaroel et al. 1991: 442), un lector que, sin embargo, también va a oír: «O tu che leggi, udirai nuovo ludo» ( Inferno XXII, v. 118; ed. Villaroel et al. 1991: 197). Parece deducirse, pues, que Dante esperaba que el receptor vocalizase su obra, recibiéndola simultáneamente a través de la vista y del oído (véase Frenk 1997: 10).
62.– El narrador del Yvain nos cuenta cómo:
Mesire Yvains el vergier entre
Et aprés lui toute sa route;
Apuyé voit deseur son coute
Un prodomme qui se gesoit
Seur .i. drap de soie, et lisoit
Une puchele devant li
En un rommans, ne sai de cui.
Et pour le rommans escouter
S’i estoit venue accouter
Une dame, et estoit sa mere.
(vv. 5356-65; ed. David F. Hult, en Michel Zink (dir.) 1994: 888)
63.– Green lo refuta en unas páginas excelentes (1994: 303 y ss.). En el Libro del Caballero Zifar , de la primera mitad del siglo XIV, encontramos el caso de una doncella que lee a Roboán la historia de Lanval (Yván, curiosamente, en el Zifar ), sin ningún tipo de secretismo:
E la donzella lleuaua el libro de la estoria de don Yuan e començó a leer en el. E la donzella leye muy bien e muy apuestamente e muy ordenadamente, de guissa que entendie el infante [Roboán] muy bien todo lo que ella leye, e tomaua en ello muy grand plazer e grand solaz; ca çiertamente non ha ome que oya la estoria de don Yuan, que non resçiba ende muy grand plazer, por las palabras muy buenas que en el dizie. E todo ome que quisiere auer solaz e plazer, e auer buenas costunbres, deue leer el libro de la estoria de don Yuan. (Ed. González 1983: 413; y véase Gómez Redondo 2001 y 2006: 93-95).
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