No obstante, reiteramos que nuestra experiencia cotidiana nos indica que no todas las cosas han sido hechas nuevas aquí y ahora. Me da la impresión de que el apóstol nos está situando en otra dimensión; en Cristo somos una nueva creación. En realidad, ahora estamos en el proceso de que las cosas sean hechas nuevas, pero cuando venga el Mesías, todo será completado. Ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es (1 Jn 3.2).
Por otro lado, el texto dice que todas las cosas son hechas nuevas (
), que significa nuevo no desde el punto de vista temporal (
), sino cualitativo, de diferente naturaleza. [7] [ 7 ] Vine, Nuevo, Diccionario expositivo de palabras del Nuevo Testamento (Terrassa: Clie, 1986), III:69. [ 8 ] H. Haarbeck, Nuevo, Diccionario teológico del Nuevo Testamento (Salamanca: Sígueme, 1982), III:179.
Los LXX traducen con
el hebreo hädäsh, para indicar aquello que es nuevo y que antes no existía. Para la reflexión que nos ocupa, este término en la Septuaginta es interesante por el sentido escatológico de los profetas que anuncian una nueva intervención salvadora de Dios para el futuro a través de una nueva alianza (Jer 31). [8] [ 8 ] H. Haarbeck, Nuevo, Diccionario teológico del Nuevo Testamento (Salamanca: Sígueme, 1982), III:179.
Esto concuerda con el planteamiento que hacíamos más arriba; en Cristo se inaugura una nueva era, un nuevo amanecer, una nueva humanidad, un nuevo modo de vivir, una nueva forma de ser, una nueva manera de sentir..., que culminará con su Venida en poder y gloria.
Recuperando el ejemplo de un enfermo alcohólico. Cuando conoce el evangelio, su vida se verá transformada a una nueva existencia, pero los efectos de su enfermedad continuarán hasta la Venida del Señor. Todas las cosas son hechas nuevas. Ahora está en proceso de rehabilitación, pero cuando venga el Salvador, será semejante a él, ya no estará sujeto a padecimiento, sino que la liberación operará en todas las dimensiones de la vida.
Restauración espiritual: particularidades
Hasta aquí hemos estado planteando el tema de la restauración de una persona en términos generales para que pueda pasar de la condenación a la salvación eterna. Ahora bien, ¿los mismos principios y procesos se aplican al creyente en su existencia cotidiana? Es decir, ahora que somos una nueva creación, ¿cómo se restaura cuando hay tropiezos?
El pueblo de Israel tuvo que ser continuamente amonestado para volverse a Dios. Los profetas desarrollaron este ministerio de confrontación con el pueblo. Solo tenemos que repasar el libro del profeta Jeremías o los profetas menores para detectar el trabajo incansable de los siervos de Dios. El devenir de la historia coincidía a lo largo de los siglos: el pueblo desobedecía y Dios les enviaba uno de sus profetas; si el pueblo escuchaba y se volvía a Dios, había bendición; de lo contrario, las consecuencias serían perniciosas. No obstante, siempre había una nota de esperanza en el mensaje profético que se fundamentaba en la misericordia de Dios.
Cuando nos acercamos al Nuevo Testamento, ocurre algo similar, pero es más personalizado en la vida de las comunidades cristianas que tenían que recibir amplia enseñanza y amonestación de los apóstoles, ya que, en muchos casos, su manera de vivir no correspondía a la nueva creación. Habían nacido de nuevo, pero no habían comprendido, todavía, que tenía que haber una coherencia entre la nueva vida y la conducta que corresponde a los hijos de Dios. Solo tenemos que leer las cartas del Nuevo Testamento para ver lo que ocurría.
En otras ocasiones, la amonestación es más personalizada. Por ejemplo, el apóstol Pablo escribe a los corintios por un caso de inmoralidad (1 Cor 5). Hay, incluso, casos de confrontación, como el del apóstol Pedro por parte de Pablo (Gal 2.11) o el de Diótrefes (3 Jn 9) del que se dice que le gusta tener el primer lugar.
En definitiva, a pesar de que formamos parte de la nueva creación, la amonestación parece necesaria en el pueblo de Dios, tanto en tiempos pasados, como en los momentos presentes.
El otro concepto que planteábamos antes, también es pertinente aquí: las consecuencias negativas de nuestros actos, ¿dejan una huella permanente en el creyente cuando es restaurado?
A priori, podemos decir que las consecuencias negativas de nuestros actos permanecen, pero pueden ser atenuadas por la acción misericordiosa de Dios y de la Comunidad Cristiana.
Pongamos un ejemplo que, además, se menciona en el Nuevo Testamento. El apóstol Pablo escribe: El que hurtaba (
, participio presente) no hurte (
, imperativo presente) más (Ef 4.28). Da la impresión que esa situación se daba en los inicios de la Iglesia. Si un miembro de la Comunidad hurta, es confrontado y restaurado, ¿dejará alguna huella en él mismo y en las relaciones con los demás miembros de la iglesia? Una respuesta improvisada nos empujaría a decir que sí, sin ningún tipo de duda. Una mente reflexiva, seguramente, nos ayudará a matizar esa respuesta. Las relaciones quedan dañadas, pero, como nos enseña la Escritura, el amor cubre (
, presente de indicativo) multitud de pecados (1 P 4.8). Santiago (5.20) expresa algo similar en futuro (
, futuro indicativo). Estableciendo un paralelismo entre la vida física y la espiritual, cuando hay daño (una herida), queda una cicatriz y eso significa que ha habido sanidad, curación, restauración.
A todo lo anterior, tendríamos que sumar la práctica del perdón en la Iglesia que es consecuencia del arrepentimiento y la confesión. Solo tenemos que pensar cómo nos trata Dios a pesar de nuestros pecados: No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados (Sal 103.10).
Dicho todo esto, estamos en condiciones de proponer que la restauración tiene que ver con un proceso que, primeramente, permite a una persona superar una situación de deterioro y recuperar un estado anterior que es reconocido como mejor que el actual y, posteriormente, le habilita para seguir desarrollándose como Hijo de Dios, con toda dignidad, hasta la Venida del Salvador. Las marcas de las heridas permanecerán, pero serán atenuadas por la práctica del perdón y la misericordia de la Comunidad Cristiana que refleja el amor de Dios hacia los suyos.
En el proceso de restauración ha de tenerse en cuenta tanto el origen del problema como las metas que se desean conseguir, tratando de analizar las causas que han provocado los cambios tanto negativos como positivos con el fin de instaurar una nueva pauta de conducta que permita a la persona el control de las diferentes situaciones que se le presenten. No es extraño en terapia de conducta con toxicómanos o alcohólicos enseñar y ensayar pautas de conducta que permitan aprender a rechazar las ofertas de consumo cuando vuelvan a su vida cotidiana.
Читать дальше