“Sentimiento, perturbar la razón, desbordante”, eran cuestiones a las que él no estaba habituado en su planeta, donde solo existía el razonamiento y la lógica. Pensó que le habían encomendado una tarea más difícil de la que esperaba.
¿Dónde podría encontrar sentimientos desbordantes?
De pronto, un sonido envolvente como de un griterío gigantesco se apoderó de la sala. Provenía del televisor. La telenovela que estaba mirando Ene había finalizado y en su lugar estaban emitiendo un noticiero; en las imágenes aparecían humanos con casacas verde abrazándose efusivamente, humanos en las gradas saltando y gritando y otros humanos de casaca azul muy enojados enfrentando a los gritos a un señor de casaca rosa.
Micky reconoció que se trataba de lo que en la Tierra se llamaba fútbol. Lo que más le llamó la atención es que en esa escena parecía haber “sentimientos desbordantes que podían perturbar la razón” aunque no podía entender cuál era la lógica de semejantes conductas en una actividad que consistía en meter una esfera de cuero sintético entre tres caños que sujetaban una red.
La información del noticiero cambió a otra clase de noticias y entonces tomó la decisión: con esos pocos datos podía empezar su tesis.
Se sentó frente a la mesa y con sus manos abrió frente a sí, en el aire, una pantalla led, una pequeña pizarra rectangular con fondo azul brillante y marco dorado. Moviendo sus dedos hacia ella, como haciendo pases mágicos, salpicó ese fondo con signos de diversos colores y luminosidades, tal como si estuviera armando un rompecabezas. Colocó varios de esos signos, algunos aquí y otros allá, luego volvió a mover sus manos y la pizarra luminosa se cerró.
–Bien, empecé mi tesis –le anunció a Juan el asistente.
–¿Con qué? ¿Con esas imágenes de terrestres corriendo detrás de un balón? Es una variable insignificante.
–Es un comienzo –le contestó, pensando en que no debía darle tantas explicaciones–. Mira, acabo de llegar a la Tierra y ya he comenzado a recopilar datos. ¿O tienes una idea mejor para empezar?
Juan el asistente pensó y negó con la cabeza; luego, tras un gesto de su mentor, volvió a meterse en su mente.
Micky debía dormir para regenerar su avatar. Le parecía una pérdida de tiempo pero no podía contradecir órdenes así que, mientras Ene continuaba en su sofá cambiando los canales, él fue a su habitación y activó su función automática de dormir.
Cerró los ojos para así terminar su primera noche en el lejano, muy lejano, planeta Tierra.
Un tenue golpeteo fuera de la casa lo despertó. Se levantó y fue a ver de qué se trataba. Allí, en un árbol, una colorida ave de fuerte pico estaba haciendo un hoyo en el tronco. Pensó que el objetivo de su estudio estaba equivocado: en ese mundo había también otras especies importantes para aprender de ellas.
En la sala Ene miraba dibujos animados en la televisión. Al notar que Micky estaba despierto, se levantó del sillón con una sonrisa y mostrándole una gran bandeja le dijo:
–Buenos días, hijo. Te preparé el desayuno: unas ricas naranjas rellenas con arroz.
El muchacho las miró y gracias a su programación automática de datos terrestres entendió que esa receta tampoco figuraba entre todas las comidas del planeta, pero utilizando la lógica llegó a la conclusión de que no era nada grave, mientras nadie se percatara de esos pequeños detalles…
Ver imágenes en aparatos antiguos como un televisor no lo ayudaría en la búsqueda de datos para tu tesis. La realidad estaba afuera de ese pequeño hogar, así que tomó su mochila, su móvil y salió a esa pequeña ciudad a buscar signos de “la pasión”.
Caminó por las calles vacías, vio diferentes especies de
árboles, pájaros de todo tamaño y color e insectos que surcaban la brisa que iba calentándose a medida de que el sol se asomaba con más fuerza. También notó que los pocos humanos con los que se cruzaba no observaban nada de eso. Era lógico: para él era todo un descubrimiento y ellos daban por descontado que todo eso existía. Calculó que esas cosas no les despertaban a las personas la suficiente atracción como para frenar y observarlas. Y mucho menos “sentimientos desbordantes”…
Continuó su caminata, todo era monótono, calmo, silencioso.
Decidió emprender el regreso a su hogar, haciéndose preguntas lógicas sobre dónde encontraría la información que necesitaba. Cuando llegó al portón que conducía a su departamento, este se abrió de repente y una niña pequeña salió con una bicicleta y una mochila. Al verlo, lo saludó:
–Hola, tú debes ser el nuevo vecino del 2°C.
–Ehh… sí… ¿Cómo lo sabes?
–Aquí todo se sabe; como dice mi papá, el deporte nacional de este lugar es el chismorreo. Soy Maite del 1°B, ¿y tú?
–Yo… Micky.
–¿Y de dónde vienes Micky tan temprano? Estamos en vacaciones, seguramente fuiste a hacerle alguna compra a tu mamá, a la que, a propósito, no he visto todavía.
–Es que ella está…
–No importa. Tengo que irme ya mismo al club para no perderme la clase de natación. ¿Tú sabes nadar?
–Yo, nadar… –quiso responder el joven, un poco desbordado por la verborragia de la niña.
–No importa si no sabes, no es ninguna vergüenza. ¿Por qué no me acompañas? Puedes conocerlo y, si te gusta, puedes practicar algún deporte que te llame la atención: además de natación, hay baloncesto, tenis, fútbol…
“Fútbol”, pensó. “Puede ser una buena oportunidad para profundizar lo que vi en la televisión”. Y aceptó la invitación.
–¿Tienes bicicleta? Si no, usa la de mi padre; está allí, debajo de la escalera. Tráela y vamos.
Fue hacia donde Maite le indicó; mientras abría la puerta y la sacaba activó sus archivos mentales: “Andar en bicicleta”. No sintió nada en particular así que por un momento dudó de que realmente tuviera activada esa función.
“Funcionará”, le susurró Juan el asistente, “pero, por las dudas, leeré algunos manuales que tengo en mis registros; buscaré la respuesta y regresaré para ayudarte”.
El chico se subió al vehículo y en el acto sacó cálculos físico-matemáticos relacionados con el equilibrio que le permitieron andar fácilmente.
Y pedaleando detrás de Maite, fueron hacia el club por un camino que Micky no había visto todavía.
A los pocos minutos de andar, Maite y Micky llegaron a un amplio lugar abierto que en la entrada tenía un cartel que indicaba “Club Atlético Quo Vadis”. Ingresaron al lugar mientras la voz de Juan el asistente murmuraba: “A ver, capítulo 267: Cómo andar en bicicleta; no, aquí no está…”.
Mientras estacionaban las bicicletas, Maite le dijo a Micky:
–Yo voy al sector de natación, tú puedes venir conmigo o hacer nuevos amigos. Cuando termine nos encontramos y nos volvemos juntos, ¿te parece? –y salió corriendo sin esperar respuesta.
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