Además ambos jóvenes se querían mucho pero, lamentablemente, ninguno podía expresárselo al otro. Y menos en ese momento, que la mente del muchacho estaba concentrada en otros asuntos.
Que no me toque la Tierra, que no me toque la Tierra…
–Bien, comencemos con el sorteo –dijo el profesor Zen. Y en la pantalla apareció el rostro de una alumna–. Bia. Muy bien. Ella viajará a investigar en… –Unas lucecitas en la segunda pantalla dieron dos vueltas por los planetas hasta detenerse en uno–. El planeta Tan… Su tesis será sobre las luciérnagas y por qué encienden sus luces durante el día.
“Ah, qué fácil”, pensaron todos al mismo tiempo. Sin demostrar sus emociones, claro.
El profesor continuó con el sorteo:
–Dai viajará… al planeta Wax –indicó–; como tu intelecto es superior, tu misión será investigar aquello que a ti te parezca digno de ser estudiado. Podrás usar tu poder de invisibilidad y otras habilidades de mimetismo y, cuando hayas terminado, volverás y nos brindarás en una fórmula todo lo que has aprendido.
La chica estaba feliz; tenía por delante una misión importante. Hasta Mic se habría puesto contento, si no fuera porque solo pensaba en una cosa: Que no me toque la Tierra, que no me toque la Tierra…
–Veamos, ahora es el turno de… –anunció el catedrático–. Mic… –Que no me toque la Tierra…–. Viajará… ¡al planeta Tierra!
El peor de los escenarios había ocurrido, aunque Mic sin dejarse amedrentar se puso de pie de inmediato para objetar el resultado del sorteo.
–Profesor Zen, desde un punto de vista científico la Tierra no está calificada para realizar un trabajo final en ella. Los hechos lo demuestran: la humanidad es un caos, esos seres viven en total desorden y casi no han evolucionado… Recién conocen la Teoría de la Relatividad… ¡y el 99,94 por ciento de ellos no la comprende!
Los murmullos de asombro se silenciaron enseguida pues el catedrático, inalterable, respondió:
–Lo que dices es cierto. Sin embargo, tú no tendrás que investigar la tecnología humana que por supuesto es muy pobre… Tu objetivo será estudiar a los terrícolas y hallar el algoritmo de algo que ellos llaman “pasión”.
–Pero, profesor… –comenzó a protestar Mic.
–Viajarás a la Tierra a buscar todas las operaciones sistemáticas que rigen esa clase de sentimiento. Queremos saber de qué manera nos puede servir… o, en todo caso, demostrar que la pasión es algo inútil, capaz de dominar la voluntad y perturbar la razón de quien la padece. Tú eres un estudiante ejemplar y no te llevará mucho tiempo encontrar la respuesta matemática a ese problema; lo harás y pronto regresarás.
–Mic, serás el primero en pisar ese planeta –afirmó Dai–. Entrarás en la historia de Tac por ello. Además, es solo un pequeño viaje, luego vendrá nuestro futuro juntos, tal como se ha diseñado.
–Silencio, por favor –reclamó el profesor Zen–. Debo decirles algo muy importante. Cualquiera sea el planeta asignado, la directiva es que deben pasar inadvertidos. Nadie podrá saber quiénes son ustedes ni de dónde provienen. Eso es todo.
Finalizó la clase y los alumnos fueron dejando el salón con calma y sin hacer comentarios.
El OSS de Mic detuvo una incipiente sensación de enojo. A los demás les habían tocado misiones fáciles y a él, el peor planeta conocido del cosmos. Le parecía injusto y también sentía temor por lo que podría ocurrirle en un mundo tan lejano, raro y hostil. Pero no podía expresarlo, así que salió del Centro de Estudios sin hablar con nadie, ni siquiera con Dai, rumbo a la Gran Corporación Som, donde trabajaban sus padres.
La sede central de Som era una megaestructura con un diseño ultramoderno. Naves voladoras de los más diversos tamaños salían y entraban continuamente desde un gran estacionamiento espacial, ubicado al frente del edificio. El movimiento de tacs y de seres de otros planetas por las enormes puertas de entrada era incesante.
Luego de esquivar a miles de trabajadores y científicos que flotaban por los pasillos con sus mochilas de reacción cuántica, Mic ingresó a la oficina de sus padres. De pie, en el centro de la gigantesca habitación se encontraba Pat, su madre, realizando múltiples funciones al mismo tiempo, mientras varios drones del tamaño de una mosca volaban a su alrededor, yendo y viniendo con importante información. Al ver a su hijo, chasqueó los dedos y la sala se vació de inmediato.
–Hola, Mic –saludó secamente–. Ya me enteré de tu trabajo final. Serás el primer tac que intente encontrar una formula matemática que hoy no poseemos.
–Lo entiendo. Pero en el sorteo podría haberme tocado algo catalogado como no tan importante…
–Eso no habría ocurrido nunca –dijo la voz dulce de Del, su padre, que había aparecido por detrás–. Con tu madre hicimos un cálculo de probabilidades en el que incluimos variables tales como tu herencia genética, rendimiento académico y coeficiente intelectual y el resultado fue que solo tú tenías la idoneidad necesaria para afrontar semejante reto.
–Tenía entendido que ya no se consideraba a la genética como una variable de peso –objetó Mic mientras su interior era un estallido similar al Big Bang que desaparecía al instante.
Pat tocó un botón; en varias pantallas transparentes aparecieron imágenes de sus ancestros y con Del comenzaron a flotar entre las fotos, señalando a cada uno de ellos.
–Verás hijo –dijo la mujer–, él es Tum, tu bisabuelo. Fue el primero en establecer las variables de los viajes a mayor velocidad que la luz. A su lado se encuentra Mag, tu abuela, la primera que calculó cómo realizar la transmutación de las células para viajes interestelares.
–Cada uno de nosotros ha realizado contribuciones fundamentales para nuestra especie –señaló Pat–. Y tú tienes la oportunidad de ubicarte en un futuro junto a las fotos de estos próceres.
Entre todas las imágenes, Mic notó que había un recuadro vacío. Cuando lo señaló, sus padres guardaron silencio y finalmente Del respondió:
–Allí debía estar mi hermana pero no logró su objetivo.
–¿Y por qué no lo logró? ¿Dónde está? ¿Yo la conocí?
–Muchas preguntas hijo –replicó Pat –. Es una larga historia que ya te contaremos. Pero ahora, los tiempos apremian y debes ir a prepararte para tu viaje.
–Padre, madre… se me ha asignado un tema que tal vez no pueda resolver, en un planeta lejano, misterioso y en permanente estado de caos.
–Mira, hijo –expresó Del–, científicamente hay dos respuestas. Lo logras o fracasas. Así que irás y lo lograrás. O irás y fracasarás. Ve a prepararte.
Del salió y Mic entendió que ya no había nada que hacer. Iría a la Tierra.
¿Qué cosas viviría en ese lugar con seres tan incomprensibles como los humanos?
¿Cómo estudiaría un sentimiento, algo tan difícil de entender para un tac?
¿Qué sería la pasión?
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