–Adiós.
–Adiós.
Cada uno tomó por su lado. Mic, ahora convertido en Micky con su nuevo avatar, caminó lo más rápido que podía hacia una de las miles plataformas de lanzamiento espacial.
Al llegar lo esperaban sus padres y el profesor Zen. Al verlo transformado en humano quedaron sorprendidos pero, obviamente, nadie pudo decir nada.
–Mic, es hora de partir –afirmó su madre, queriendo abrazarlo fuerte pero sin poder expresar sus deseos.
–Últimas instrucciones –informó el profesor Zen–. No irás a un gran conglomerado de humanos, sino a un lugar menos poblado, en donde podrás pasar inadvertido y lograr tu cometido. Hemos preparado un hogar con todas las funcionalidades para un niño de 11 años de la Tierra, incluida una cíborg programada para hacer de tu madre terrestre. No es lógico que un chico de 11 años viva solo. De esta forma, nadie sospechará de ti.
–¿Una madre cíborg? –repitió Mic mirando a Pat.
–Sí, todo ha sido planeado con exactitud. Solo debes seguir tu GPS interior que te guiará hacia donde tengas que ir. Con tu padre hemos pensado en todo para que te enfoques en tu tesis. Cuando finalices con tu estudio y encuentres el algoritmo de la pasión solo deberás pulsar la imagen de tu avatar en tu tarjeta magnética o documento. Así conseguirás el regreso instantáneo a Tac y nos brindarás el resultado de tus investigaciones. Con todos los archivos que te cargó Ima y lo que hemos diseñado para tu estadía en la Tierra, sumados a tu capacidad de estudio, calculamos que tienes todas las herramientas para lograr tu objetivo. Y ya sabes la premisa fundamental.
–Sí: debo pasar inadvertido.
–Exacto. Hora de viajar.
Mic oteó a su alrededor. Ahí estaban sus padres que lo miraban sin ninguna expresión y como nadie podía manifestar sus sentimientos, no había más que decir. Todos se retiraron, dejándolo solo, porque debían continuar con sus lógicas tareas.
Tanto Del como Pat quisieron darse vuelta para ver una vez más a su hijo pero el OSS, implacable, les quitó sus sentimientos, por lo que se fueron a cumplir con sus obligaciones, ante la mirada cada vez más lejana del chico.
Aunque el joven conocía en teoría cuál era el protocolo de viaje interestelar sentía un poco de curiosidad, porque había visitado planetas cercanos a Tac pero esto era nuevo para él.
De inmediato todas sus dudas se disiparon; una cápsula de silicona opaca y brillante lo envolvió por completo.
–Lanzamiento –anunció de pronto una voz y la nave desapareció de la plataforma. Se esfumó. Ni siquiera pudo verse algo parecido a un despegue.
Micky había dejado Tac.
Dentro de la cápsula no percibía nada, excepto alguna vibración sin importancia. Trató de mirar hacia afuera y pudo ver un inmenso universo que pasaba frente a él como una película a toda velocidad, con constantes cambios de galaxias, de luces, de oscuridades, de flashes, de estallidos.
Mientras vivía ese momento tan especial, no dejaba de pensar y preguntarse: “¿Con qué me encontraré en la Tierra?”.
Aunque a Micky el viaje le pareció larguísimo, en realidad, para los tiempos terrestres duró solamente 3,5 minutos. La cápsula siliconada cruzó el cosmos y en un momento se desaceleró y se posó levemente en un lugar llano y oscuro.
–Planeta Tierra –dijo la voz dentro del habitáculo, que inmediatamente se abrió como una flor y se desvaneció sin dejar rastros.
Allí quedó Micky parado, en el medio de un lugar desconocido, con su avatar terrestre, su mochila y todo por estudiar y descubrir.
Gracias a los conocimientos que había incorporado, corroboró que estaba pisando pasto, que era de noche, que hacía calor, que podía ver luces a lo lejos y que más allá pasaban algunos vehículos muy primitivos, que reconoció como autos y motocicletas que se deslizaban sobre una sustancia dura llamada asfalto.
Esperó un instante a que se ajustaran todos sus sentidos humanos y luego activó su GPS interno para dirigirse hacia el lugar donde tenía todo preparado para llevar una vida terrestre normal.
Estaba por iniciar la marcha cuando en ese momento ocurrió algo sorpresivo; como una chispa gigante que salió de su propia cabeza, un personaje muy luminoso, grande y colorido flotó frente a él y le dijo:
–¡Hola! Soy tu asistente y estoy aquí para ayudarte.
El ente en cuestión era una burbuja fosforescente de color naranja con pequeños rayos que brotaban de él y una cola luminosa en forma de flecha. Se mantenía en el aire, flotando frente a la cara de Micky y era similar a un rostro humano con la forma de un gran globo. Hablaba a través de una boca inmensa que al moverse también emitía rayos luminosos; tenía dos ojos muy grandes, que cambiaban su tonalidad de rojo, a verde, a azul, según las circunstancias y en donde debía estar la nariz había solo dos puntitos. Pero no parecía respirar.
–¿Quién eres? –dijo Micky, que desconocía la existencia de un asistente.
–Permíteme presentarme, Mic. Perdón… Micky, porque aquí eres Micky, perdón, comencé mal, Micky. Como te dije, soy tu asistente: Mi nombre en Tac es XQ–34–JO–RS.493, pero para que no te confundas, en el planeta Tierra pensé en llamarme Juan el asistente, para que no te olvides que soy tu asistente. Estoy aquí, dentro de tu mente para ayudarte.
–¿Vas a estar hablando dentro de mi mente todo el tiempo?
–No; aunque puedo, no lo haré. Solo hablaré cuando tú me pidas que salga de tu mente o que te ayude.
–¿Por qué un asistente? –quiso saber el chico, confundido por esa aparición impensada–. Nadie me dijo que tendría uno.
–No lo sé, me colocaron en tu mente, junto al GPS y todas esas cosas que te dio Ima. Soy un programa especial de ayuda y estoy para auxiliarte; me llamas, yo salgo. Y cuando no me necesitas yo entro en tu cabeza y espero tu nueva llamada.
El auxiliar virtual volvió a meterse en su cerebro y de pronto, una luz lo enfocó.
–¿Con quién conversas, muchachito? –le preguntó una voz humana.
Quien le hablaba era un señor de unos 50 años que caminaba por una pequeña vía de asfalto que cruzaba todo ese gran sector lleno de pasto. De la pantalla de un aparato rectangular pequeño que llevaba en la mano salía la luz que lo encandilaba.
Micky mentalmente se dijo “activar respuestas automáticas terrestres” y así pudo responder algo tan sencillo como:
–Con nadie, señor. Siempre hablo solo.
–¡Ja! Como los locos –sonrió el hombre –. Bueno querido, es muy tarde para estar aquí. Puedes ir a hablar solo en tu casa, ¿no te parece?
El hombre apagó la luz que provenía del aparato rectangular y siguió su camino mirando la pantalla y tocando con un dedo la misma a intervalos cortos.
De pronto Juan el asistente salió nuevamente y le dijo:
–Tiene razón el humano; deberías ir a tu vivienda.
–¿No era que salías solamente cuando yo te lo pedía? ¡Ve para adentro ya mismo!
–A la orden… ¿cómo debo llamarte? ¿Jefe? ¿Patrón? ¿Máster? ¿Superior? ¿Capitán? ¡Mentor! ¡Ese me gusta! ¿Te gusta que te diga mentor?
Читать дальше