El crecimiento espiritual es el proceso mediante el cual nos parecemos cada vez más a Jesús. Cuando creemos en él, el Espíritu Santo comienza el proceso de transformación. Eso le pasó al joven del que quiero contarte en el día de hoy. Después de su conversión tuvo que abandonar su hogar y su barrio para ponerse a salvo de la persecución de las personas en cuya compañía vivió en el pasado. El líder de la pandilla a la que pertenecía lo había amenazado de muerte por haberlos abandonado. Un sábado, después de terminar el culto, decidió visitar a su madre en el barrio donde había crecido, pero cometió un error: se le olvidó quitarse la corbata que había tenido que usar al subir a la plataforma en el servicio de aquella mañana.
Ya estaba cerca de casa cuando le salieron al encuentro varios miembros de la pandilla. Lo detuvieron y llamaron al jefe. Cuando este llegó, tomó al joven de la corbata y se burló de la prenda:
—Oh, ahora se cuelga calcetines en el cuello, ya sabía yo que toda esa gente en la iglesia está loca.
Todos rieron. Apretándolo de la corbata casi hasta asfixiarlo, le recordó que tenían una deuda pendiente, que nadie se va del grupo así porque sí.
—¡Vaya! Miren cómo se viste ahora, parece una señorita: camisitas blancas, pantalones oscuros y planchaditos. Quien no lo conoce lo compra. Como si nosotros no supiéramos quién era y qué hacía.
En ese momento el joven aprovechó para decirle:
—Eso es, ustedes solo conocen quién era yo antes. Pero no conocen quién soy ahora. Aunque sigo siendo el hijo de la señora que lava y plancha ropas en el barrio, ahora tengo algo diferente: soy un joven transformado por la gracia de Cristo, soy una nueva criatura, mi pasado ha sido perdonado y estoy creciendo en el amor de Jesús. Todos ustedes pueden experimentar lo mismo.
Los pandilleros trataron de hacerle daño, pero el líder los detuvo.
—Bueno, no lo podemos negar, eres diferente, hasta hablas diferente. Déjenlo ir a ver cuánto le dura el cambio.
Cuando experimentamos la salvación, se inicia el crecimiento espiritual. El Espíritu Santo mora en nosotros (Juan 14: 16, 17). Somos nuevas criaturas en Cristo (2 Corintios 5:17). El crecimiento espiritual es un proceso de toda la vida y hoy @Dios te dice: «Yo me encargaré de que crezcas hasta ser como mi Hijo Cristo Jesús».
18 de marzo
«Sino que, siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo». Efesios 4: 15, RV95
En este texto se nos muestra la clase de crecimiento que Dios espera de sus hijos, el desarrollo integral del cristiano. Crecer es una enseñanza bíblica, como podemos notar en varias de las parábolas de Cristo: como la de los talentos, la de la semilla de la mostaza y la parábola de la levadura. Pedro animó a la iglesia a crecer en el conocimiento de Cristo (ver 2 Pedro 3: 18). Elena G. de White animó el 14 de noviembre de 1912: «Ponte un blanco alto y haz fervientes esfuerzos por alcanzarlo y no te desanimes».
Crecer es un designio del Creador. El crecimiento era un atributo de Jesús, él creció en sabiduría y en estatura. Por eso, su vida de superación integral se puede resumir en estas palabras: «Tentado en todo, pero sin pecado». Ahora bien, el pasaje de hoy dice que debemos crecer «en todo». Por lo tanto, el crecimiento que procuramos debe incluir las cuatro dimensiones de la vida: espiritual, física, intelectual y social.
Espiritualmente (2 Pedro 3: 18): Dios no quiere que seamos víctimas de la lepra del pecado o que seamos enanos espirituales. Dios quiere que alcancemos las alturas de la santidad (Gálatas 2: 20). Físicamente (3 Juan 2): Dios no quiere que nos enfermemos o que envejezcamos prontamente; tampoco quiere que tengamos una pequeña farmacia en casa. Él quiere que tengamos salud, que seamos el pueblo más sano del mundo, mejor alimentado, con el más alto promedio de vida. Intelectualmente (1 Timoteo 4: 13): Dios no quiere que seamos ignorantes, enemigos de la buena lectura. Él quiere que la lectura sea nuestra ocupación diaria, que desarrollemos nuestra mente al máximo, que sepamos decidir. Socialmente (Romanos 12: 18): Dios no quiere que seamos resentidos sociales ni que tengamos almas amargadas, ya que la peor tragedia del mundo es un cristiano amargado. Dios quiere que seamos amigos de todos, en la medida de lo posible y en cuanto dependa de nosotros. Quiere que tengamos relaciones públicas, que seamos cristianos con las manos abiertas, que tengamos la rara flor de la cortesía cristiana en nuestro jardín, que seamos agradecidos y hospitalarios.
Pero ese crecimiento integral solo puede ocurrir «en Cristo». Así que hoy, @Dios te dice: «Crece y supérate para servir a la humanidad y para glorificarme ante el mundo». Pidámosle a él que nos ayude a vivir vidas en constante crecimiento.
19 de marzo
«Por tanto [...] somos transformados de gloria en gloria en su misma imagen, por la acción del Espíritu del Señor». 2 Corintios 3: 18, RV95
En 1983, John Sculley era el presidente de Pepsico, la compañía detrás de la bebida gaseosa Pepsi, y tenía asegurada una carrera maravillosa. Pero un día lo dejó todo para convertirse en el presidente de Apple, cuando esta apenas estaba comenzando. En su libro De Pepsi a Apple Sculley cuenta que el célebre Steve Jobs lo motivó a tomar la decisión cuando le dijo:
—¿Deseas dedicar el resto de tu vida a la venta de agua azucarada, o quieres una oportunidad de cambiar al mundo?
Y si hoy puedes reconocer la manzanita mordida en los teléfonos celulares, computadoras y tabletas, sabrás que Jobs tenía razón.
Un cambio similar ocurrió hace dos milenios en Palestina. Los discípulos eran un grupo bastante disparejo, hasta inadaptados sociales había entre ellos. Pero en poco más de tres años se convirtieron en un equipo poderoso que cambió el mundo de su época y que continúa cambiando la cultura adonde llega. ¿Qué fue lo que produjo el cambio? ¿Acaso se matricularon en un curso rápido de liderazgo? ¿Usó el Señor Jesús una varita mágica para transformarlos en un pestañar? No. De hecho, poco después de la muerte de Cristo los apóstoles seguían siendo un grupo de hombres asustados y con diferencias personales entre ellos.
Pero todo cambió el día de Pentecostés, cuando se derramó sobre ellos el Espíritu Santo. Esto los convirtió de temerosos, reacios y quisquillosos en valientes, invencibles e impetuosos mensajeros de Dios. «Cuando el Espíritu de Dios se posesiona del corazón, transforma la vida. Los pensamientos pecaminosos son puestos a un lado, las malas acciones son abandonadas; el amor, la humildad y la paz reemplazan a la ira, la envidia y las contenciones. La alegría reemplaza a la tristeza, y el rostro refleja la luz del cielo […]. La bendición viene cuando por la fe el alma se entrega a Dios. Entonces ese poder que ningún ojo humano puede ver, crea un nuevo ser a la imagen de Dios» ( El Deseado de todas las gentes , p. 144).
¿Y tú? ¿Te vas a conformar con la vida que tienes ahora o quieres cambiar el mundo? @Dios dice a través de Elena G. de White: «Por medio de la confesión y el abandono del pecado, por medio de la oración ferviente y la consagración a Dios, los primeros discípulos se prepararon para el derramamiento del Espíritu Santo en el día de Pentecostés. La misma obra, solo que en mayor medida, debe realizarse ahora» ( Testimonios para los ministros , p. 454).
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