Hay varias lecciones que podemos extraer de esta experiencia. En primer lugar, muchas veces pensamos que al tomar la decisión de seguir a Cristo estamos garantizando una existencia de cuentos de hadas para nuestra vida, pero lo cierto es que seguir a Cristo es ir en contra de la corriente, es declararle la guerra a Satanás. Y él hará todo lo que esté a su alcance para destruir a los hijos de Dios. En segundo lugar, podemos darnos cuenta de que cuando Dios te acompaña, tienes la victoria garantizada, no importa lo difícil que parezca la situación. No importa si parece que estás en desventaja o que llevas todas las de perder. «@Dios y yo somos mayoría», dice una frase que leí hace poco. No sé las pruebas que tengas que enfrentar hoy al salir a tus actividades diarias, pero deseo que inicies tu día con la seguridad de que Dios va contigo hoy y siempre.
26 de febrero
«“Hay esperanza para tu futuro”, dice el Señor». Jeremías 31: 17, NTV
Cuando pienso en el tiempo que nos ha tocado vivir siento escalofríos. En los últimos años hemos sido testigos de atrocidades inimaginables. Cuando miramos a nuestro alrededor el porvenir luce incierto, el futuro es preocupante. Consideremos un momento las estadísticas: el hogar, la institución que en el pasado fue considerada como la base misma de la sociedad y cuyo lugar central fue defendido a capa y espada, hoy se está desintegrando. Hoy es ínfimo el número de personas que decide contraer matrimonio, y de los que lo hacen, uno de cada dos termina en divorcio.
Muchos hogares que permanecen unidos tienen que sobrevivir a otro monstruo: la violencia intrafamiliar. Hombres que maltratan a sus esposas, esposas que también maltratan a sus esposos. Gritos, peleas, palabras ofensivas y abuso psicológico se vive de lado y lado. ¿Y los menores? Solo en los Estados Unidos se registran alrededor de 6,000 suicidios de adolescentes. Los niños, que son el presente y el futuro de este mundo, son víctimas de abusos y violencia. El alcohol, las drogas, la avaricia desmedida y la corrupción parecen estar a punto de devorar nuestro planeta.
Con un panorama así, ¿cómo dice Dios que hay esperanza para el futuro? Pues sí, te comento que así es. Posiblemente en este momento estás esperando que te diga que Jesús volverá para poner fin a la injusticia, y así es, la Biblia así lo declara. Pero cuando miramos la tétrica realidad de nuestro mundo pasamos un detalle por alto: ¡Tú y yo formamos parte de él! Alfred Tennyson declara que «nunca será tarde para buscar un país mejor y más nuevo, si en el empeño ponemos coraje y esperanza».
Si bien es cierto que Cristo volverá a crear un cielo nuevo y una tierra nueva, no podemos olvidar que, como cristianos, tú y yo tenemos la encomienda de hacer de este mundo un lugar mejor mientras esperamos la segunda venida de Cristo. Hay tanto mal en el mundo, tanto dolor y tanta injusticia. ¿Qué haremos para aliviar el sufrimiento de los menos afortunados? ¿Nos conformaremos simplemente con quejarnos en nuestra red social favorita o haremos algo para que este mundo sea mejor mientras esperamos a Jesús? Hoy te invito a levantar la bandera del amor, a mostrar compasión hacia los demás y a llevar el evangelio de paz a aquellos que sufren la peor enfermedad del mundo: el pecado. Dios te dice hoy: «Hay esperanza para nuestro mundo, y esa esperanza eres tú».
27 de febrero
«¡El Señor lo es todo para mí; por eso en él confío!». Lamentaciones 3: 24
Era muy temprano en la mañana cuando tocaron la puerta. Abrí y allí estaba una de las dirigentes de la iglesia. Una mujer única, espiritual, consagrada, dedicada al servicio, encargada de una de las iglesias del distrito. Allí en la puerta y sin anestesia me dijo:
—Pastor, estoy muy enferma.
Cuando le pregunté si sabía lo que le afectaba, me dijo que no. Le escribí un nombre y un número de teléfono en un trozo de papel y le dije que en el hospital universitario había un buen médico que podía ayudarla.
Ella fue, habló con el médico y, cuando le hicieron los estudios correspondientes, la llamaron a la oficina. Sin rodeos el doctor le dijo:
—Tienes sida.
Fue muy doloroso para mí como pastor ver a aquella señora en una urna de vidrio, languideciendo, desapareciendo, con el cuerpo lleno de manchas y llagas. ¿Por qué le pasan cosas malas a la gente buena? ¿Cómo es posible que una persona que hizo tanto bien sufriera una suerte así? Ahora nada tenía significado, ya no importaban casas, muebles y prendas de vestir. ¿Qué le quedaba entonces? ¿Quién le quedaba? Solo Dios.
Rick Warren escribió que «nunca sabrás que Dios es todo lo que necesitas hasta que él sea todo lo que tengas». Y eso fue lo que aquella dama descubrió. Un día me llamaron porque estaba muy mal. Me senté a su lado, la tomé de la mano y la escuché:
—Gracias por ser mi pastor. Estoy lista, por eso quiero pedirle que ore y, al ungirme, le pida a Dios que me permita descansar. Ya estoy lista. He descubierto que lo más importante es que tengo a Dios, que él es mi todo.
En el versículo de hoy Jeremías dice que Dios lo es todo para él. Otras versiones de la Biblia dicen que «Dios es su porción». ¿Cómo una porción puede serlo todo? Lo que sucede es que la palabra «porción» en el idioma en que se escribió el Antiguo Testamento proviene del verbo «repartir»; es lo que nos ha sido asignado. Aquella señora entendió que su «porción» era su «todo». ¿Cuál es tu todo? Si pudieras resumir toda tu vida, tus intereses, tus deseos en una sola palabra, ¿cuál sería? Hoy deseo que puedas ver a Dios desde esa perspectiva. @Dios te dice hoy: «Yo soy tu todo».
28 de febrero
«Entonces me llenaré de alegría a causa del Señor mi salvador. Le alabaré aunque no florezcan las higueras ni den fruto los viñedos y los olivares; aunque los campos no den su cosecha; aunque se acaben los rebaños de ovejas y no haya reses en los establos». Habacuc 3: 17, 18
Se abrió paso en la vida con mucho esfuerzo; y con la bendición de Dios pudo levantar una microempresa. Entonces llegó a tenerlo todo: una hermosa familia, la mejor casa del pueblo, un negocio floreciente, reconocimiento de todos los ciudadanos y dinero, mucho dinero. Pero todo se echó a perder como resultado de una serie de malas decisiones, una detrás de la otra: entró en sociedad con personas que no compartían sus valores, empleó personas con mala reputación... Repentinamente se vio envuelto en serios problemas, tuvo que hacerle frente a varias demandas y, de esa manera, el dinero se esfumó, las propiedades fueron confiscadas, los vehículos desaparecieron y al final se quedó con las manos vacías.
Sus amigos le dieron la espalda, su esposa se marchó con otro hombre y los hijos se alejaron de él. Quedó completamente solo, sin nada ni nadie. Antes de marcharse, su esposa le aconsejó:
—Tienes que aprender a ser malo. En el mundo de los negocios no se puede ser bueno. Abandona esa iglesia, olvídate de Dios y verás que volverás a ser alguien en la vida.
Después de pensar en lo que había sido su vida hasta el momento y hacer un profundo análisis de todo lo que había pasado, tomó la decisión de aferrarse más a Dios y comenzar de cero. Empezó a trabajar como jornalero de sol a sol. Tomó precauciones respecto al manejo de sus finanzas y ahorró todo lo que pudo. Compartió con los demás lo que tenía y, por supuesto, devolvió a Dios lo que le correspondía. Como resultado, la vida comenzó a sonreírle nuevamente.
¿Has notado que los hijos de Dios, como Habacuc y este caballero, no se desaniman cuando la vida los golpea? Ese tipo de fe «aunque no...» es muy diferente a la que a veces nos quieren vender algunos que malinterpretan la Escritura. Vivimos en un mundo de pecado, donde muy a menudo nos suceden cosas malas a todos. Por eso, nuestra fe no debe depender de la economía o de la salud o del bienestar pasajero. Hoy @Dios nos invita a confiar en él «aunque no...».
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